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¿Es justo responsabilizar a la comunidad nicaragüense de los males sociales que aquejan a Costa Rica? Cierto es que existe una realidad en torno a una migración muy fuerte que satura los servicios sociales y esto lo intuye el costarricense y lo preocupa. Algunos nichos laborales que los ticos dejan vacíos por ser poco rentables, son los que ocupan muchos nicas sobre todo los indocumentados, quienes son subcontratados en condiciones desfavorables por el patrono tico que, sin escrúpulos, les niega los beneficios sociales e impide su legalización migratoria. Esto es inmoral y está sustentado en profundas raíces xenófobas. No obstante, los nicas contribuyen a la economía tica pues son el motor laboral en la construcción y la agricultura. También es cierto que algunos nicas han venido a delinquir ayudados por ticos. Sin embargo, esto no debe dar pie para concluir que todos los nicas son malos, pues sería como pensar que todos los ticos son buenos. Carlos Sandoval G. en su libro «Otros Amenazantes» manifiesta que el declive socioeconómico y político de Costa Rica se traduce en una amenaza al «orgullo nacional» que se proyecta hacia los nicaragüenses residentes en Costa Rica y los responsabiliza de crímenes, inseguridad y enfermedades. Esta proyección injusta es desmentida en el Informe de Seguridad Ciudadana y Desarrollo Humano del PNUD (La Nación, 13-12-05) y cuyos resultados establecen que el 80% de las condenas fueron impuestas a ticos y sólo 5,8% de los castigados son nicaragüenses. El declive socioeconómico de Costa Rica es responsabilidad de los gobiernos de turno que no han sabido administrar el país adecuadamente. Sin embargo, debemos reconocer que la gran mayoría de los nicaragüenses están aquí huyendo de la angustiante situación económica que prevalece en su país. No es por placer que miles de nicaragúenses emigran a Costa Rica. De ser así, no se daría el éxodo a la inversa de cientos de miles de ellos en la época de navidad. Tampoco celebrarían aquí, en nuestra tierra, fiestas como la gritería, los que por razones económicas no pueden financiar el transporte para celebrarla en su país. Ellos aman la tierra que los vio nacer, aman sus raíces. Las diásporas no se originan por casualidad, tienen profundos significados políticos y económicos. Lo mencionado anteriormente, sumado al tratamiento inadecuado de la información por parte de la prensa nica y tica, ha desbordado en fuertes cuestionamientos contra las políticas migratorias y exacerbado la xenofobia en algunos grupúsculos de ticos que más actúan por corazón que por razón. Asimismo, es preocupante la proliferación en Costa Rica de los «chistes» de doble sentido racial que han pasado lentamente a darle potestad a una naciente violencia física y, cuando esto ocurre, demuestra que el país está al borde de un caos social del intelecto y del espíritu. Con esto estamos retrocediendo a la Costa Rica colonial de la esclavitud negra, o a la de finales del siglo XIX de la esclavitud china. Que en el siglo XXI no sea recordada Costa Rica y los ticos como los copropiciadores, junto a los políticos nicaragüenses, de una neoesclavitud nica. Los nicaragüenses en el exilio económico no tienen la culpa de ser invisibles en su país, y nosotros no tenemos por qué hacer mella de su infelicidad, mediante mofas, desprecios y necedades de toda baja índole humana. No debemos permitir el doble discurso político: el de la Costa Rica educada, justa hacia el exterior; y la xenófoba e intolerante hacia el interior. La pérdida del «orgullo nacional» de ser supuestamente «únicos» y «excepcionales» generado más por intereses mezquinos de la clase política pasada y actual que han llevado al descalabro socioeconómico de Costa Rica, no debe ser proyectada a una comunidad, la cual no tiene que ver en el problema. Del mismo modo, el gobierno de Nicaragua y sus políticos no pueden esperar que Costa Rica logre absorber la gran cantidad de inmigrantes pobres que huyen de la precaria situación económica de ese país y de ese modo aligerarle la responsabilidad que como gobierno y dirigentes les corresponde. Ambos pueblos deben entonces volcar su mirada hacia adentro y reclamar
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