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Mientras en occidente la gente se preparaba para celebrar las fiestas del Año Nuevo 2009, las imágenes que llegaban por la TV mostraban el horror que está viviendo la población palestina en la Franja de Gaza.
Este pequeño territorio, sometido durante años al bloqueo económico y militar del régimen racista que gobierna el Estado de Israel, soportó durante semanas el bombardeo aéreo del cobarde ejército sionista.
De forma sistemática el régimen fascista de Israel ha venido practicando el exterminio étnico contra la población palestina, ante la complacencia de los gobiernos del “civilizado” occidente. Son muchas las resoluciones de la ONU incumplidas por Israel y nada pasa. ¿Dónde quedaron las bravuconadas de los gobiernos europeos y de Estados Unidos cuando se trata de condenar a los pueblos que luchan por su autodeterminación?, ¿Dónde están las tropas de la OTAN que invaden Afganistán o Irak en “defensa” de los derechos humanos?, ¿Por qué no invaden Israel para desarmar sus máquinas genocidas, que cada día despedazan a las niñas y niños palestinos?
Los principales responsables de esta masacre son los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, que han armado y sostenido al gendarme de sus oscuros intereses en el Medio Oriente. También son cómplices el montón de reyezuelos y emires de la Liga Árabe, más preocupados por comprar los nuevos modelos de Mercedes Benz con la renta petrolera.
Al sembrar la muerte en cada cuadra de Gaza, el gobierno de Israel está condenando a su propio pueblo a vivir bajo la amenaza permanente de la guerra. Cuando la población palestina, en inferioridad de condiciones, responda legítimamente a la agresión, los primeros responsables serán el gobierno de Israel y sus aliados occidentales.
Antes de 1947 el Estado de Israel no existía, en Palestina convivían árabes, cristianos y hebreos. La ONU creó artificialmente el Estado de Israel y los judíos, que eran dueños del 6% de la tierra, pasaron a apoderarse del 90% del territorio (datos del Fondo Nacional Judío). En Palestina vivían aproximadamente 950,000 árabes palestinos, quienes ocupaban unos 475 pueblos y grandes ciudades. En menos de seis meses la población palestina había sido diezmada, pasando de casi 1 millón a tan sólo 138,000 habitantes.
El Estado sionista con la complicidad de las potencias occidentales, en pocos meses había asesinado y desalojado por la fuerza a más de 800 mil palestinos. Bandas fascistas y el propio ejército de Israel expulsaban a familias enteras de sus casas. Quienes se quedaban eran sometidos a un oprobioso régimen de apartheid. El silencio de la ONU seguía siendo el cómplice perfecto para el exterminio étnico.
Los sionistas destruyeron sistemáticamente, cuadra por cuadra, las casas y posesiones de los palestinos, condenándoles a vivir en campamentos para refugiados en los países vecinos. Entre 1948 y 1949 habían arrasado con unos 400 pueblos y ciudades, según datos del nada sospechoso Israel Shanak, Presidente de la Liga Israelí de Derechos Humanos y Cívicos.
El laborioso pueblo palestino presenció como más de sus 10 mil empresas, industrias y tiendas les fueron confiscadas y entregadas a colonos judíos. Los agricultores palestinos, que siempre destacaron por su habilidad para cultivar en zonas poco aptas, fueron expulsados de sus tierras y 21,200 hectáreas de limonares y fincas de oliva fueron expropiadas por los sionistas.
El propio fascista judío Moshe Dayan confesó ante los estudiantes del Instituto de Tecnología de Israel (19-marzo-1969): “Vinimos aquí, a un país que estaba poblado por árabes, y estamos construyendo aquí un Estado hebreo, judío. En lugar de pueblos árabes, hemos levantado pueblos judíos. Ni siquiera sabéis los nombres de esos pueblos, y no os lo reprocho, porque esos libros de geografía ya no existen. Ni los libros ni los pueblos existen tampoco. (…) No hay un solo asentamiento que no se haya levantado en el lugar que fue de un antiguo poblado árabe”.Los comentarios sobran.
Desde 1947 a la fecha, Israel siguió invadiendo tierras de los países vecinos, provocando muchas y cruentas guerras con los pueblos árabes. Ese método de arrasar, asesinar, expulsar se sigue practicando y es una de las causas de la gravedad del conflicto. El Estado de Israel estimula que judíos residentes en cualquier país del mundo, se vayan a vivir a colonias construidas en territorios que fueron y siguen siendo arrebatados a los palestinos.
Los “admirados” kibbutz, supuestos modelos de organización social y productiva, son la mejor expresión de la naturaleza racista del Estado de Israel. El militante judío por los Derechos Humanos Israel Shanak afirma que “… la mayor parte de los israelíes han sido concientes desde hace tiempo del carácter racista del kibbutz, no sólo contra los palestinos sino contra todos los seres humanos que no sean judíos” (Israel Today: The Other Apartheid, 1986).
Si obreros eventuales cristianos entablan relación con mujeres judías y pretenden ser miembros del kibbutz tienen que convertirse al judaísmo: “Los candidatos cristianos a pertenecer a un kibbutz mediante conversión han de prometer que en adelante escupirán cuando pasen ante una iglesia o una cruz” (Ibid.).
El 93% de la tierra de Israel es administrado por el Fondo Nacional Judío, bajo sus reglas “para tener derecho a vivir en la tierra, arrendarla o trabajar en ella, tienes que demostrar que tienes al menos tres generaciones de ascendencia materna judía” (Ralph Schoenman, El Conflicto Árabe – Israelí, 1991)Frente a la agresión terrorista del sionismo, los palestinos tienen el derecho a defenderse por todos los medios, incluida la derrota militar de Israel. Mientras ese país postizo siga siendo un portaviones guerrerista, no habrá paz en el Medio Oriente. Los pueblos del mundo han salido a condenar la masacre, a exigir una Palestina laica, democrática y no racista, donde convivan las diferentes culturas que compartían esos territorios, arrebatados ilegítimamente por las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial para crear un Estado artificial llamado Israel.
“El 9 de abril (de 1948), bandas de terroristas (israelíes) atacaron esa pacífica aldea, que no era un objetivo militar, asesinaron a la mayoría de sus habitantes –240 hombres, mujeres y niños – y dejaron a algunos con vida para hacerlos desfilar por las calles de Jerusalén. Invitaron a todos los corresponsales extranjeros a ver las montañas de cadáveres y los destrozos causados en Deir Yassin”.
Albert Einstein (New York Times, 4/dic./1948)
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