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La historia frecuentemente se repite. El ejército israelí bombardea y luego invade la Franja de Gaza, asesina a civiles y destruye hospitales y escuelas. Nada nuevo. Es lo mismo que ha venido haciendo Israel desde su fundación misma como Estado en 1948.
Sin embargo, en esta ocasión existe una considerable diferencia con respecto a campañas anteriores. Esta vez la incursión israelí ha sido más brutal que las anteriores y ha ocasionado también una mayor cantidad de muertes entre la población civil, principalmente entre mujeres y niños. Pero además, y esto es más preocupante aún, hay un notable cambio en el discurso que intenta justificar la agresión mediante el uso de un lenguaje cada vez más cínico y deshumanizante.
En este nuevo lenguaje, el agredido se convierte en agresor y el agresor se convierte en víctima, los rudimentarios cohetes artesanales de la resistencia palestina se convierten en una «amenaza a la existencia misma del Estado» a la que se debe responder con demoledores bombardeos de tanques y aviones F-16, y los palestinos en general son considerados cada vez más como un estorbo, como algo de lo cual hay que deshacerse. Ya no basta con aislarlos y encerrarlos detrás de un muro que los degrade y humille, se trata de ir más allá.
El lenguaje, como descubrió el psicoanálisis, nunca es ingenuo o inocente. El lenguaje no describe la realidad sino que él mismo produce realidad. Cuando los dirigentes y los voceros israelíes, o sus defensores, no se avergüenzan de decir públicamente que no les preocupa en lo más mínimo el destino de las mujeres y los niños palestinos sino sólo »la seguridad de Israel», no debemos de considerarlo simplemente como algo anecdótico como algo que denota un enorme desprecio por la vida del otro.
Un artículo publicado en la sección de Opinión de La Nación de Jaime Gutiérrez Góngora («La lucha del pueblo hebreo», 12/01/09) nos puede servir de ejemplo. Para este comentarista, quien reproduce con exactitud el discurso de la derecha israelí, ya no sólo se trata de »asustar a los terroristas» -léase, a toda la población palestina- sino de »liquidarlos». Para Gutiérrez Góngora, el ejército israelí no asesina civiles, sólo »líquida terroristas». Estamos ya ante el lenguaje de la »Solución Final», el lenguaje que conduce a la limpieza étnica y al genocidio.
Los recientes acontecimientos en la Franja de Gaza nos muestran que, contrario a lo que muchos creían, los genocidios no son asunto del pasado. La escalofriante historia del siglo XX demostró que los avances culturales no nos inmunizan contra el impulso humano hacia la destrucción ni contra la barbarie. Por eso, ante el crimen de lesa humanidad que se está cometiendo en el Medio Oriente no podemos permanecer indiferentes.
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