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Personas imposibles

Pensaba el otro día en seres humanos imposibles. Mujeres de verdad y hombres de una sola cara que se alimentan de utopías y en vez de arrastrarse, caminan. 

Pensaba el otro día en seres humanos imposibles. Mujeres de verdad y hombres de una sola cara que se alimentan de utopías y en vez de arrastrarse, caminan. 
Goethe confesaba frecuentemente su preferencia por aquellos que aspiran a lo imposible. Probablemente y por igual causa, debamos reconocer en Kant, Gandhi, Lincoln, Einstein, Colón, Bolívar y ya veremos si Obama, el genio de aquellos que conscientemente se atrevieron a generar cambios trascendentes que afectarían a millones de personas quienes ni siquiera se enteraron de la suerte corrida por sus benefactores utópicos.
En esos pensaba el otro día. Busqué a la vez en el gris horizonte costarricense y nada. Al menos no para admirarse. Y es que no son los pragmáticos malthusianos que hoy se juran keynesianos, cual camaleón ideológico, los que interesarán a la historia cuando finalmente se escriba.

Nunca me han gustado los “ismos”, así que no es cuestión ideológica lo que podría enceguecerme como para pasar por alto la existencia de cuadros admirales en nuestra latitud. Tampoco he militado en partido político alguno durante mi treintañera existencia, por lo que me nublan aún menos los colores que a otros fanatizan. Vivo de mí mismo, por lo que tampoco tengo patrones a quienes deba prenda. Así que escribo sin amarras. Siempre he pensado que se escribe como se vive.

Así, imaginaba a algún protohombre que se supiera rodear sin miedo a la sombra de otros semejantes en envergadura de pensamiento y alcance de miras, y recondujera revolucionariamente el poder hacia la cultura.

 
El problema aquí nunca ha sido la escasez de estadistas, sino algo mucho peor: que todo político y académico rebautizado, con la más mínima notoriedad, se cree serlo y por instinto de sobrevivencia (homo politicus) se lanza a la aniquilación de quienes en realidad lo son. Esto es algo que siempre se ha sabido: no hay tonto más peligroso que aquel que se cree inteligente.
Hoy no son pocos los que se ensalzan con la ignorancia de la masa y parten de ahí para construir castillos de arena a partir de tres piruetas retóricas. Se multiplican estos por diez cuando contamos a sus asesores, por lo general pasivos testigos de primera fila de los errores vergonzantes de sus jefaturas, a quienes no se atreven o no alcanzan a corregir.
Nada nuevo vendrá de los de siempre, eso también está claro. Así que a buscar por otro lado antes de que esta gerontocracia que vivimos respire su último tanto y nos herede a nosotros, los jóvenes de este pueblo-país, poco más que deudas y algo menos que historias irrepetibles que ojalá recordemos para no autocondenarnos a revivirlas.

  • Pablo Barahona Krüger (Abogado)
  • Opinión
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