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“Me gusta mucho la parte escenográfica y plástica del teatro, creo que de allí proviene parte del éxito de dirección de La Mandrágora. En mis inicios experimenté el dilema entre querer ser actor o director y me he desarrollado en ambas disciplinas”.
Con esas palabras resumió Manuel Ruiz su vocación de trabajo, que recientemente le valió el Premio Nacional de Teatro como Mejor Director por su labor en el montaje de la pieza La Mandrágora, escrita en el siglo XVI por Nicolás Maquiavelo.
Ruiz es subdirector y profesor de la Escuela de Artes Dramáticas de la UCR y este montaje vio la luz gracias a que la propuesta ganó el Certamen Puesta en Escena de la Compañía Nacional de Teatro.
El jurado del premio manifestó en el acta que la “astuta puesta en escena estuvo cuidadosamente dirigida y realizada tanto por los actores como por los diseñadores y el personal técnico”.
Al manifestar su beneplácito por ese reconocimiento, recordó que empezó a sentir atracción por el teatro desde los 15 años de edad, durante un viaje a España en el que presenció una versión rock de una obra de Tirso de Molina.
El actor y director ha participado en numerosos montajes y su rostro es muy familiar para el público, pues durante diez años ha formado parte del elenco de la serie televisiva La Pensión.Ruiz conversó con UNVERSIDAD sobre su carrera.
¿De qué manera su experiencia en televisión le nutrió como director de teatro?
– Al pasar del teatro a la televisión hay que desaprender, deshacerse de toda la técnica para el escenario. En el teatro se tiene al público a cierta distancia y hay que exagerar ciertos gestos, pero en televisión y cine se exige exactamente lo contrario, menos es más.
Después de diez años de hacer La Pensión, lo que me ha dejado la televisión es la búsqueda sintética de concreciones gestuales en donde menos sea más.
El montaje de La Mandrágora consistió en un trabajo interdisciplinario, con el aporte de Estudio Flex, un elenco de buenos actores, y era una obra de época. ¿Significó todo ello una presión adicional?
– Ninguna presión. Fue un proceso altamente creativo y muy gratificante. Cuando la planteé pensé en un espacio basado en la trama y a la vez en la misma planta, pues tiene una raíz muy intrincada. Lo resolví con telas para proyectar imágenes, esa fue la propuesta que aprobó el jurado del Certamen de Puesta en Escena.
Luego el escenógrafo David Vargas me propuso utilizar animaciones, buscamos al Studio Flex y empezamos a jugar. Recurrí a las ideas de Enrique Garnier sobre cómo diseñar el espacio escénico a partir del espacio dramático, aquel que está presente en la obra de manera no visible, sino por referencia de los personajes.
En el texto original de la pieza la mayoría de la acción se sucede en una calle de Florencia, lo cual puede ser muy aburrido para el público actual. Yo puse a los personajes a tener las mismas conversaciones, pero entrenando la esgrima, por ejemplo. La puesta en escena de La Mandrágora es un juego con los espacios dramáticos y escénicos, realizado con imágenes reales de Florencia, que cambiaban todo el tiempo pero pensando precisamente en un público moderno que creció con MTV y que está acostumbrado a que las imágenes vayan rápidas.
A las nuevas generaciones les tenemos que ofrecer un teatro muy ágil, no necesariamente como yo lo hice, pero esta es sólo una posibilidad.
¿Cómo encuentra el equilibrio entre nutrirse de las ideas de las personas involucradas en el montaje y el hecho de tener la última palabra como director?
– Parte del éxito de un director es escoger el elenco adecuado. Dichosamente me tocó uno estupendo en La Mandrágora, muy creativo. También conté con una excelente asistente de dirección, que fue María Laura Salom.
Se trata de un texto escrito durante la primera mitad del siglo XVI, pero que tiene su vigencia. ¿No abruma el hecho de que haya ciertos problemas del ser humano que nos atraviesan a lo largo de los siglos y de la geografía?
– El ser humano en sociedad reproduce ciertos modelos a pesar de las tecnologías y demás avances, se cometen los mismos actos sociales, como el caso de la corrupción, el tema fundamental de La Mandrágora.
No me parece que eso sea des-estimulante en el tanto exista la posibilidad de combatirlo. Maquiavelo nos demuestra que desde los principados del siglo XVI hasta las democracias del siglo XXI, la corrupción sigue siendo parte de la vida, la gente no ha hecho demasiado por cambiarla y eso sí es preocupante. El humor se debe convertir en un acto crítico, me río desde mi conciencia crítica y debo entender que debo cumplir un papel en la sociedad que no debe ser corrupto ni corruptor.
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