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“El Premio es un reconocimiento a mi esfuerzo”

Un espíritu tenaz e insatisfecho le mereció a Primo Luis Chavarría el Premio Nacional Clodomiro Picado Twight 2008, en el área tecnológica.

Un espíritu tenaz e insatisfecho le mereció a Primo Luis Chavarría el Premio Nacional Clodomiro Picado Twight 2008, en el área tecnológica.
Buen conversador, de mente crítica y voz amable, pocos se imaginan que el ganador del Premio Nacional de Tecnología, Primo Luis Chavarría, fue una vez un muchacho que se ganaba la vida como agricultor.
“Mi invento es algo muy sencillo y obedece a la necesidad de facilitarle el trabajo a los agricultores, proteger su salud y cuidar el ambiente.”
Nació hace 65 años en Santo Domingo de Heredia, donde conoció las penurias del trabajo en el campo, la labor constante de luchar contra las malas hierbas.
“Yo tenía una huerta de 25 cultivos en una parcela de dos mil metros cuadrados.”
En 1962 obtuvo el primer lugar en un concurso organizado por el programa estatal Clubes 4-S, dirigido a jóvenes de zonas rurales.  El premio era una beca para estudiar agronomía en la Universidad de Costa Rica. Fue así como este investigador, hoy jubilado, ligó su vida a esta institución donde laboró 42 años. “Y aquí estoy, porque para mí el apoyo de la Universidad es muy importante… Dicen que soy como perder un gato.”
UN INVENTO INNOVADOR
El Eco Weeder fue el resultado de una preocupación constante que acompañó a su creador desde la década del 70, cuando comenzó a cuestionarse la forma tradicional de aplicar los herbicidas. “En aquéllos años yo no tenía respuestas, no tenía nada que ofrecer”.
Fue cuando se pensionó y con recursos propios Primo Luis Chavarría encontró el tiempo necesario para resolver el problema. 
A diferencia del sistema tradicional, el Eco Weeder, o “deshierbador ecológico”, está diseñado para eliminar de forma precisa las malas hierbas, sin afectar el cultivo ni a otras plantas inocuas o beneficiosas.
“Se trata de un invento sencillo y confiable, el operario no entra en contacto directo con la sustancia y la única protección adicional que necesita son unas botas de hule”.
Este dispensador de herbicidas, está construido con un armazón de aluminio y solo pesa 850 gramos. El químico se carga en una botella de plástico de dos litros de capacidad que se lleva en la espalda. Este líquido baja por una manguera e impregna una tela acrílica que es la que hace contacto directo con las malezas. “La dosificación es fundamental para producir el efecto deseado.  Si la dosis es baja la aplicación no es efectiva pero si se excede se incurre en el desperdicio y la contaminación.”
Mediante el uso de una aguja especial, Chavarría logró una descarga lenta y regulada, de esta manera el agricultor se ahorra entre un 40% y un 80% de químico.
“Con este invento solo se necesita un litro por hora para lograr resultados efectivos, mientras que con una bomba de aspersión tradicional se deben utilizar 16 litros cada 20 minutos.”
La tecnología por aspersión fue ideada para cultivos de bajo porte que se recogen de forma mecánica como el trigo y la avena.  En estos casos es necesario eliminar todas las hierbas, de lo contrario se alteraría el sabor del producto. 
Pero la cosecha de estos cereales difiere de la forma en que se recoge el café, el banano, la palma africana, los cítricos y otros cultivos nacionales, donde no es recomendable eliminar las hierbas inocuas, y menos aún las que benefician a los cultivos.
“El sistema de aspersión fue diseñado conforme a las necesidades de otras latitudes. Adoptamos una estrategia inadecuada para nuestros cultivos y nos dejamos confundir.”
LA LUCHA POR LIBRAR
Primo Luis Cavaría, quien ha hablado de forma fluida, hace una pausa, pues recuerda que es hijo de campesinos, que los ama, que los entiende, que él mismo es uno de ellos.
“Pero qué difícil, viera usted, no he podido convencerlos, lograr que se deshagan de una tecnología obsoleta adoptada hace más de cincuenta años.”
Desde el 2007, cuando se comenzó a comercializar el Eco Weeder, fueron las grandes compañías las que se interesaron por su invento. Desde entonces se han construido alrededor de 1800 aparatos, distribuidos dentro y fuera del país.
Colombia, Guatemala, Ecuador, México, Camerún, Costa de Marfil y Filipinas son algunas de las regiones que cuentan con algunos de estos ejemplares, utilizados en su mayoría en el cultivo del banano.
En su taller ubicado en Toro Amarillo de Guápiles se construyen una decena de estos prototipos al día y en su confección se benefician alrededor de diez familias.
“Creo que el Premio Nacional es un reconocimiento a mi esfuerzo y tenacidad, siempre estuve seguro de lo que hacía.”
 

  • Angélica Murillo ([email protected])
  • Cultura
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