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Cuando se realiza un recuento de las grandes riquezas que Costa Rica posee, las referencias enfocan elementos como la enorme biodiversidad presente en un territorio tan pequeño, o la tradición democrática robustecida por la ausencia de fuerzas armadas.
Por otra parte, en nuestro país tenemos otro elemento que casi nunca es publicitado como valioso: una importante variedad de culturas que nutren con su folclor la forma de vida del costarricense. Por eso quiero hacer referencia a las más antiguas: los pueblos indígenas y, específicamente, los bribris talamanqueños. Por medio de un breve análisis de su cosmovisión y sus tradiciones, pretendo mostrar la relevancia que tiene este grupo aborigen en mi campo de estudio, la psicología, e incluso en otros. Contrario a la visión etnocentrista que caracteriza a nuestra sociedad occidental, quiero plantear razones por las cuales la cultura bribri realiza aportes fundamentales al conocimiento psicológico actual.
Hay que tomar en cuenta un concepto importante: la conciencia. Históricamente, la psicología ha tenido un reto enorme en estudiar esta manifestación de la psique humana, debido a que los procedimientos actuales no han logrado describirla adecuadamente. Por eso, se ha procurado descomponerla en partes: pensamientos, sentimientos, acciones, y otros fenómenos, y la mayor parte de la ciencia psicológica aborda uno o varios de estos aspectos.
Como una forma de complementar ese saber, por otra parte, se ha planteado que los sistemas ancestrales de pensamiento, tanto de Occidente como de Oriente, han abarcado y descrito muchos estados y niveles distintos de consciencia, muchos de los cuales se alcanzan mediante prácticas contemplativas, rituales y místicas.
Con base en lo anterior, podemos observar que nuestra ciencia psicológica ha sido históricamente muy limitada. Los sistemas más comunes de esta disciplina no han explorado muchos fenómenos que surgen en estados y niveles alternos de conciencia, con lo que nuestro abordaje es, cuando menos, insuficiente. Incluso un autor, Charles Tart, plantea que cada estado de conciencia tiene un conocimiento específico que solamente puede ser inducido mediante la experiencia directa, por lo que existen fenómenos que posiblemente nunca han sido detallados en la psicología occidental.
En ese sentido, el aporte de las tradiciones antiguas es fundamental. Precisamente, estos sistemas poseen grupos de personas (místicos, sacerdotes, médicos o chamanes) que han entrado en estos niveles de consciencia, y han realizado minuciosas observaciones sobre los fenómenos que surgen allí. Estas observaciones son sistematizadas en los rituales y mitos y transmitidas en cada generación, por lo que contienen información preciosa que puede enriquecer en gran forma a la psicología actual.
Por eso, la cosmovisión bribri presenta elementos de enorme riqueza. Por ejemplo, es llamativa la gran cantidad de profesiones dedicadas a las labores enfocadas en la espiritualidad (por lo menos cinco), y cada una de ellas tiene asignaciones específicas. Si tomamos en cuenta que en la mayor parte de las culturas mundiales todo la labor ritual, espiritual y religiosa solía recaer en solamente un tipo de persona (el sacerdote o chamán), es fácil entender que los bribris alcanzaron un conocimiento muy especializado en los fenómenos derivados de los estados de consciencia chamánicos y contemplativos, gracias a su importante variedad de “profesionales en la espiritualidad”. Este conocimiento está allí, esperando que la investigación psicológica lo rescate para mejorar profundamente la ciencia.
Pero no solamente la psicología puede beneficiarse del conocimiento bribri. Ámbitos como la literatura, la mitología y la antropología, entre otros, tienen mucho que aprender de nuestros aborígenes. Por ejemplo, en su sistema de creencias hay un relato que llama especialmente la atención.
Ellos plantean que cuando el principio creador, Sibu, colocó a la humanidad en este planeta, tuvo que derrotar a unos seres muy antiguos que se oponían al surgimiento de nuestra especie. Estos seres eran llamados Aknama y eran muy poderosos pues tenían el control sobre enfermedades y desastres naturales.
Cuando Sibu finalmente los pudo vencer, los petrificó y selló sus cuerpos en las montañas de Talamanca. Allí, cuenta la tradición bribri, son vigilados por las personas que ostentan el mayor rango entre las profesiones espirituales, los usékar, de quienes se afirman que poseen grandes poderes para cuidar esas rocas.
Es llamativo que este tipo de historias, acerca de seres antiguos que fueron sellados para que la humanidad pudiera vivir, son muy comunes en muchas tradiciones mitológicas de diversas partes del mundo. Evidentemente, sean historias reales o no, presentan temáticas psicológicas y religiosas muy importantes para nuestra ciencia moderna. En ese sentido, Talamanca sería una tumba para esas criaturas, y la misma no debe ser profanada por actividades económicas invasivas, como la minería. Aunque sea por respeto a las creencias bribris.
En medio de la crisis ecológica causada por la contaminación y el desgaste de recursos, es interesante notar que los bribris históricamente han asumido un compromiso muy profundo con la naturaleza. Se dice que todos los seres vivos del planeta se opusieron a que Sibu plantara la semilla humana en el mundo; por lo que, para compensar esta queja, los seres humanos se convirtieron en guardianes de toda la creación. Y esto es representado en una danza ritual, el Sorbón, que los bribris ejecutan constantemente como una forma de asegurar que el equilibrio natural se mantenga.
Conforme la tradición aborigen se fue desgastando por la invasión de la cultura occidental, este baile corría el riesgo de desaparecer.
Sin embargo, recientemente ha surgido un grupo de jóvenes indígenas que asumieron la responsabilidad de preservar este ritual, y están entrenando arduamente con sus mayores para aprenderlo. Quizás este es un signo de que, por más crítica que sea la situación cultural y ambiental del mundo, siempre habrá personas que se esfuerzan para preservar el bienestar común.
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