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De Gorbachev a Obama

Con un libreto y una puesta en escena de la mejor película épica de Hollywood, asumió Barack Obama la presidencia de los Estados Unidos.

Con un libreto y una puesta en escena de la mejor película épica de Hollywood, asumió Barack Obama la presidencia de los Estados Unidos.
Celebrado por millones de personas alrededor del mundo desde Selma, Montgomery –como en muchos otros escenarios de la lucha por los derechos civiles– hasta La Habana, tal cambio de mando representa una oportunidad de salir de los problemas que encara la Humanidad en general y ese país en particular. Sin embargo, las razones para el optimismo deberían ser modestas.
A pesar de la abrumadora victoria electoral en delegados, en voto popular Obama solo pudo acumular cuatro puntos porcentuales más que McCain lo que significa que, lejos del consenso, se mantiene la división en la sociedad estadounidense, tal vez mejor representada en la conformación del  Senado, con tantos miembros  republicanos como demócratas. No es de esperar entonces que los “halcones” conservadores hayan renunciado al creacionismo, al KKK, a la política del garrote ni al dominio económico.
Innecesario es mencionar el impacto social que tiene la elección de un negro –mulato para ser exacto– como presidente ni las dificultades que su gobierno encara para recuperar algo de la credibilidad perdida por los traspiés y tergiversaciones del “desgobierno” de Bush Jr. Obama habla de reestructuración y transparencia pero ¡estos son casi los términos que popularizó Mikhail Gorbachev con los nombres de “perestroika” y “glasnost” hace quince años! Durante su meteórica carrera política, no pareciera inverosímil imaginarse el libro en la mesa de noche de Obama haya sido las  “Memorias” del último gobernante de la extinta Unión Soviética y el único nacido después de la Revolución de Octubre de 1917.
Tareas impostergables para el nuevo gobernante son: cerrar la vergonzosa prisión de Guantánamo –territorio que es improbable que se devuelva a Cuba– y otros centros de detención secretos,  un retiro honorable (¿existe?) de Irak –donde nunca hubo armas de destrucción masiva pero sí petróleo que con seguridad pagará los costos de la intervención de los “aliados”– y también salir de Afganistán, de donde los rusos tienen pésimos recuerdos.  Igualmente agobiante es el interminable conflicto en el Medio Oriente entre palestinos e israelíes así como atender otros focos de conflicto entre ellos Corea del Norte e Irán.
Pero el nudo gordiano que urge a la administración de Obama desatar lo constituye la crisis financiera, incubada en los Estados Unidos, con repercusiones mundiales. Después de resolver esos “asuntos” inmediatos aun quedan problemas trascendentales como el cambio climático, cuya mera existencia fue puesta en entredicho por el gobierno de Bush.  America Latina, que no aparece en ningún lugar en la agenda del nuevo gobierno norteamericano, lo que invita a una actitud proactiva de nuestra parte.
Pero muchas cosas han cambiado desde que los Estados Unidos creyera haber sofocado todas las voces de disención. Ya no es posible seguir con el principio de “divide y vencerás” y tratar individualmente con los países mientras los demás eran mudos testigos de su castigo, como fue con la invasión de Granada, Panamá o la contrarrevolución en Nicaragua. Tal vez un lado positivo del actuar de Chávez es que ha podido alinear  varias naciones, entre ellas Bolivia, Eduador, Nicaragua y hasta Argentina, que le debe favores.
Pocos gobernantes tienen credenciales para ser un adecuado interlocutor de regional. ¡Puede ser que se requiera el concurso de varios! Los desplantes de Chávez –o alguno de su grupo– o de la frivolidad de Cristina Kirchner ponen en entredicho su idoneidad. Tampoco califica Alvaro Uribe, quien estuvo demasiado cerca de Bush. México –una nación cuya cultura tiene una inmensa fuerza gravitacional en toda Mesoamérica y la cuenca del Caribe, así como su vecindad con los Estados Unidos, obliga a tomar a Felipe Calderón como uno de los interlocutores.
Nadie podría ignorar la legitimidad de la potencial participación de Lula –con sobrados méritos en su administración de un país inmenso como Brasil. Tal vez se debería considerar a Michelle Bachelet pero su mandato termina pronto. ¿Pero qué tal Tabaré Vázquez, sin desplantes y sin delirio por figurar en la opinión pública?
Con ellos tal vez llegue a su fin el bloqueo a Cuba. Este muro virtual que se hizo para evitar entrar en vez de evitar salir, quizá tenga un significado equivalente al derrumbe del muro de Berlín; este como hito del fin de la Unión Soviética; con el fin del bloqueo, el ocaso de la supremacía geopolítica norteamericana. Entonces tal vez Obama se encuentre que en algún lugar –o en todo su cuerpo– tiene también el “naevus flammeus“ característico de Gorbachev. Carpe diem.

  • Víctor M. Gómez A.(Catedrático Universidad de Costa Rica)
  • Opinión
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