Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
La entrega de los premios dados por el Ministerio de Cultura, y no Nacionales considero, porque la palabra Nacional ya de por sí trae cola, pone en el tapete de nuevo el tema de ¿qué premian los premios? Y no solo en este país la discusión se mantiene válida, sino que en cualquiera.
A continuación escribí este artículo hace algunos meses y considero muy oportuno el compartirlo de nuevo en estos días.
Ha salido en el periódico español de El País un artículo analizando los criterios de los jurados, tanto públicos como privados, a la hora de premiar las artes nacionales españolas. Tomo de la mano el artículo de Guelbenzu para hacer extensiva la pregunta: ¿qué premian los premios en la sociedad costarricense? En Costa Rica, cada año se premian diferentes facetas del arte y la cultura, y cada vez más nos preguntamos sobre la solvencia que tenga un jurado estatal, cuyos criterios se centran en lo funcional (las instituciones están representadas por funcionarios nombrados muchas veces de prisa) y político, a dedo, y que no parecieran valorar objetivamente, o autónomamente una obra. De la misma manera y aunque en Costa Rica no sucede o casi nunca ganamos fuera, los premios concedidos por el sector privado nos dejan el sabor del retorno del capital tanto si son de la industria editorial como de la musical, visual o plástica. La legitimación intencionada está en el menú de la ceremonia de premiación de cualquier premio. El asunto es saber qué legitimamos para conducir esa legitimación social por la mejor de las rutas culturales posibles. Me pregunto entonces: ¿Por qué hemos dejado que el Estado y o la empresa privada premie lo que la sociedad en definitiva legitima? ¿O es que nosotros los ciudadanos no leemos, oímos, disfrutamos o valoramos el arte nacional? y digo al propio “valorar” en vez de “consumir”.Pienso que este puede ser un buen momento para instaurar el premio del público o de alguna fundación independiente dedicada al arte, o al igual que el Ministerio de Cultura español plantear lo que denominan “códigos de buenas prácticas” o fundaciones de solvencia que pretenden acabar con la mancuerna de que el hábito hace al monje, de que tanto un puesto de funcionario público o de empleado privado, no representan capacidad para enjuiciar el trabajo del artista y de la vida cultural. De esta forma, incorporando a la sociedad civil a la gestión de la cultura, se empuja la coherencia y calidad de los premios. Dando poder de decisión a personas realmente capacitadas para juzgar, independientes y preparadas en sus prácticas creadoras abaladas por sus propias hojas de vida profesionales. ¿Invitando a civiles capacitados tendríamos premios más representativos, más endogámicos o más amplios de criterio?Los premios, en todo caso, hoy en Costa Rica, son reflejo de la representación “democrática” y no de género (gran contradicción), legitimada institucionalmente por las universidades y los ministerios y que dejan por fuera cada día a más esferas ciudadanas necesitadas de visibilización y legitimación. Ya que la sociedad democrática no da conocimiento, sino que más bien elimina los obstáculos para que todos lleguen a este, por medio de la libre información, es hora de que en nuestro país el “apreciador” y no el “consumidor” de arte valide la ruta de su propia sociedad. Es de esta manera que se conserva la identidad, que se transmiten los valores positivos y se validan los logros históricos que generan el verdadero pensamiento progresivo y plural, en vez de ir para atrás como el cangrejo, validando valores trasnochados, rústicos, éticos y estéticos, de un lugar que dejó hace mucho tiempo atrás los autoritarios años 70 .
Este documento no posee notas.