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Los cementerios son un testimonio claro de las mentalidades de sus respectivas sociedades en las distintas épocas de la historia; las cuales se traslucen claramente en la iconografía, en las historias, leyendas y anécdotas que tienen como trasfondo los monumentos funerarios.
De tal suerte, estos lugares constituyen un verdadero »libro abierto» de sus respectivas localidades. Nombres, fechas, acontecimientos y sentimientos, inscritos –real y simbólicamente- en sus tumbas y mausoleos, dan cuenta de la última voluntad de quien dejó la vida; y en cierta manera, del devenir social y cultural.
En el caso particular del Cementerio General de la ciudad de Cartago, sus tumbas y monumentos, ubicados en los cuadrantes que dan a la entrada principal, constituyen valiosos testimonios históricos y estéticos del devenir social de la antañona ciudad.
Ciertamente, las tumbas y mausoleos de fino mármol manejan muchos símbolos en su iconografía. Retratos de los seres queridos, en relieve o en busto, ángeles, figuras alegóricas o dolientes, cristos crucificados y en su advocación de sagrado corazón.
En ocasiones, los conjuntos escultóricos incluyen representaciones de vegetales u otros objetos que simbolizan la volatilidad del alma, la brevedad de la vida, el triunfo y la trascendencia sobre el pecado. Particular interés adquieren los epitafios, que consignan el nombre del finado, fecha de nacimiento y muerte, y en ocasiones los logros y virtudes del fenecido.
Un recorrido pausado por sus senderos y pasajes nos interna en un peculiar «museo al aire libre». Conocer y descubrir el Cementerio General de Cartago, depende simplemente de una caminata atenta y calma.
El aporte más importante en el rescate y revitalización del Cementerio General de Cartago, es la contribución a su propia transformación de espacio funerario a espacio cultural.
Por lo anterior, es necesario protegerlo de una manera integral, conservando su traza, calles, nomenclatura, vegetación y todos los elementos que lo conforman, sobre todo, sus monumentos funerarios.
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