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Nos quejamos muchas veces de que el dinero salarial no alcanza. La canasta básica ha subido espantosamente. Las medicinas en farmacias privadas no las puede ya comprar la clase media.
A veces el seguro social, no tiene los más modernos medicamentos y a veces estas se necesitan desesperadamente. La carne es casi imposible de comprar y estamos existiendo con dietas de arroz, frijoles y plátano maduro.
Los gobiernos siguen insistiendo en aliarse electoralmente con los elementos solamente empresariales y con los estratos de lumpen/pequeña burguesía para recaudar votos. La vieja alianza de burguesía/clase media que definió la democracia costarricense solamente se invoca sobre el papel y no en la praxis. La clase empresarial se ha comportado de forma poco responsable, al elevar los precios más allá de la capacidad de la mayoría ciudadana de existir como un elemento de burguesía/clase media. No todo es debido a la crisis mundial de granos o al encarecimiento en los precios de la gasolina.
Es también un hurto de la hacienda ciudadana. La caída en prestigio de la Iglesia Católica deja un orificio muy grande en materia de doctrina social. Nadie quiere ya casi escuchar una teología del pobre, si se continúa jugando de empresario pastoral sin un buen pastor o mensaje evangélico correspondiente. Ya hay movimientos cismáticos en América Latina. En fin, un panorama algo tétrico parece presentarse en el país.
Quizás los veinte años desde 1989 al presente, que parecen estar caracterizados por una decidida decadencia, en que el Estado patriarcal y benévolo fue sistemáticamente diezmado y sustituido por ridiculeces como el desarrollo sostenible y la privatización, dejaron huellas profundas en el país. Ciertamente la diáfana Costa Rica anterior, elogio de toda América Latina, fue descendiendo hasta lograr un estatus de nación con un paraíso fiscal, con una fuerte inversión de lavado de dólares, refugio de criminales internacionales e incapaces de proponer nada significativo al concierto de naciones, como solía hacer.
Imagínese lo que ocurrió con nuestro prestigio mundial, cuando al Secretario de la OEA, hubo que traerlo a Costa Rica. Dios mío, llegamos al fondo del barril en reputación internacional. Durante esos 20 años, los pensionados del magisterio fueron aplastados con impuestos y prohibiciones de enseñar en las instituciones públicas y todo para desprestigiar al Estado patriarcal aduciendo pensiones millonarias de profesores universitarios.
Figúrense estimados lectores, que cuando yo me pensioné, el monto era de ¢33.000. Muy lejos de la pensión millonaria que proclamaban una parte de los medios noticiosos de aquel entonces. A pesar de esfuerzos muy valientes de la rectoría, los sueldos de los profesores están muy debajo de los de la clase gerencial.
Algunas universidades privadas quieren dar títulos de PhD sin tener laboratorios de investigación. Recuerdo que en los años 70 y 80 había comunidad universitaria. Hoy cuesta encontrar un profesor en el campus. Casi todos han buscado empleos extramuros para complementar sus sueldos poco competitivos. Nos solíamos reunir en aquel entonces en la Soda Guevara para tomar café y discutir en tertulia. Había mucha vida intelectual, mucho entusiasmo y carisma. Ser profesor universitario era considerado una posición de prestigio en todo el país.
Ahora tenemos que jóvenes con un bachillerato en administración de negocios llegan a ser subgerentes con un sueldo superior a la de un sabio académico con años de estudios, investigación y docencia. Lacrimae rerum (las cosas que dan llanto). El descenso de la sabiduría y la alianza de los gobiernos de la decadencia con el lumpen y pequeña burguesía, en el nivel electorero, le ha restando a los intelectuales el liderazgo que solían tener en los partidos políticos anteriormente. Refugiados en las universidades o mal pagados en otras partes, los intelectuales se han convertido en minorías salarialmente castigadas.
Por otra parte, predomina el neoliberal gerencial y su alianza con elementos de pensamiento poco avanzado, a la hora de elegir presidentes. Y Costa Rica yace rendida a los pies de una economía que considera que el hombre vale por cuanto produce dinero, no por cuanto produce sabiduría,virtud o patria. Aun menos, si produce un buen hombre o un santo.
En 20 años han destruido aquella Atenas, orgullo de las Américas que era nuestro amado país. Duele mucho hablar de todo esto, pues algunos de nosotros recordamos tiempos mejores. La brecha científica, intelectual y tecnológica, ha aumentado ya tanto en el nivel internacional, que se plantea como una ridiculez, el tratar de alcanzar niveles significativos de producción mundial competitiva.
Hay valientes esfuerzos en nuestra universidad y en el país, por financiar la investigación científica y la producción intelectual, más la diferencia con el desarrollo se ha vuelto gigantesca. Nos despojaron de todo y lo llamaron progreso. Aun la barca de San Pedro ha sido asaltada en alta mar por los piratas económicos. Aguardamos el cumplimiento de las palabras de Cristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
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