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La derecha intentó mantenerse en el poder mediante una campaña del miedo.
El triunfo electoral de la izquierda en El Salvador significa un cambio en la orientación de las políticas públicas de las últimas dos décadas después de cuatro gobiernos de la derecha. Se trata de una nueva etapa en la vida política de este país centroamericano, tras 17 años de la firma de los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil de la década de los 80, que cobró la vida de unas 30.000 personas.
Especial para Universidad
Con mayor organización institucional y fogueo en el juego político electoral, la llegada de la izquierda no significa ninguna transformación en el sistema de gobierno democrático como lo predicó el partido gobernante durante una campaña de ataques que tardó más de un año. El arribo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), antiguo movimiento guerrillero, tampoco significa un cambio radical en el modelo económico que ha sustentado el crecimiento de las últimas décadas.
En palabras del presidente electo, el periodista Mauricio Funes, no se trata de la izquierda chavista de Venezuela ni de la de Lula en Brasil, sino de una nueva historia que empezará a escribirse y desde ya se denomina la “izquierda salvadoreña”. Eso sí, Funes reconoció su admiración por Lula. Incluso su esposa, la brasileña Wanda Pignato – nacionalizada salvadoreña – es una activista del Partido de los Trabajadores, la agrupación gobernante en Brasil (Véase recuadro: “Periodista y Presidente”).
Después de cuatro gobiernos consecutivos del partido derechista Alianza Republicana Nacionalista ARENA, el FMLN se convertirá en gobierno a partir del primero de junio próximo. Lo hace dentro de un margen ajustado de negociación política, pues en enero pasado a pesar de que logró la mayor cantidad de diputados y diputadas, no alcanzó el número mágico de los 43 votos para tener asegurada la mayoría simple en la Asamblea Legislativa. El presidente electo está obligado a concertar y a superar las heridas de la campaña electoral para sus metas legislativas. El FMLN tan solo cuenta con tres diputados más que ARENA.
Funes, reconocido comentarista de la televisión local y excorresponsal de la cadena estadounidense de noticias CNN en Español, obtuvo más votos que el ingeniero industrial Rodrigo Ávila quien había sido director de la policía nacional en dos gobiernos de ARENA, un cargo cuyos frutos fueron motivo de críticas pues El Salvador enfrenta altos índices de criminalidad en relación con sus pares latinoamericanos. Inclusive, el día de la elección una partidaria del oficialismo murió asesinada, según los observadores europeos el hecho fue consecuencia de la delincuencia común y no respondió a ninguna manifestación de violencia política.
La tarea está por delante. Deben superarse los golpes bajos de una campaña donde buena parte de la prensa realizó una cobertura favorable al oficialismo, la pauta publicitaria del FMLN fue más limitada que la de ARENA y el gobierno del Presidente Antonio Saca hizo campaña a favor del candidato oficialista. El domingo 15, luego de emitir el sufragio en el Instituto Nacional Francisco Morazán, el mandatario Saca incluso hablaba de “encuestas” favorables y pedía el voto porque “está en juego el futuro del país”. A media mañana, Saca, un empresario dueño de una decena de frecuencias radiofónicas, prometió que en los días siguientes se reunirá con el mandatario electo para iniciar la transición. Lo hizo en medio de gritos de los partidarios de ARENA que coreaban la frase de su himno: “Patria sí, comunismo no”.
DESBALANCES DE CAMPAÑA
Tal como ocurrió en Costa Rica en tiempos del referendo del TLC, hubo pronunciamientos de última hora de diversas fuentes del Congreso de Estados Unidos. Primero, un par de republicanos ponía en duda la calidad de relaciones entre ambos pueblos si ganaba la izquierda. Segundo, horas después un grupo más numeroso de congresistas le pedía al presidente Barack Obama que no permitiera intervenciones en el proceso electoral salvadoreño. Buena parte de la prensa local repicó lo primero, pero le bajó el tono a lo segundo.
En una de las radioemisoras de su Grupo Samix, propiedad del Presidente Saca, el sábado 14 se escuchaban “noticias” que se intercalaban con la programación musical y hablaban del peligro que corrían los permisos de trabajo temporal de los salvadoreños en Estados Unidos, si ganaba el FMLN.
Vallas en la capital mostraban un montaje fotográfico de Funes abrazado con Hugo Chávez y rodeado por Fidel Castro y Daniel Ortega. Durante los meses de campaña, el oficialismo enmarcó a Funes como una persona cercana a ese grupo de latinoamericanos de izquierda.
La noche antes a la elección hubo manifestaciones ciudadanas ante el arribo de autobuses a edificios públicos donde se hospedaban partidarios para madrugar e iniciar la jornada del día siguiente a las 5 a.m. La gente temía el arribo de personas extranjeras pagadas para interferir en el proceso. Por ejemplo, en Antiguo Cuscatlán, contiguo a San Salvador, al menos 16 personas, trabajadores de la Alcaldía llegaron a dormir al mercado municipal para prestar sus servicios a ARENA, confirmó Gilberto Pérez, presidente de la junta electoral municipal. El presidente Saca dijo que esos casos debían investigarse, pues también tenía reportes de uso de instalaciones públicas a favor del FMLN.
Para la misión de observadores de la Unión Europea la elección del domingo 15 transcurrió en “normalidad, paz y con un buen fluir”, según palabras del jefe Luis Yánez. Casi siete de cada diez personas acudieron a las urnas, según estimaciones del Tribunal Supremo Electoral.
“CAMBIO SEGURO”
“Cambio seguro” fue el eslogan publicitario de Funes, similar al que utilizó el uruguayo Tabaré Vásquez en su campaña triunfadora del 2001 tras 200 años de bipartidismo uruguayo. Ahora en El Salvador, Funes pone fin a 20 años de ARENA. ¿Qué significa eso?
Para Álvaro Artiga, director de la Maestría de Ciencias Políticas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, la elección solo define quien será el próximo presidente. Niega que esté en juego un cambio de modelo político. Dice que la vía institucional y la realidad legislativa obliga a negociar pues “ninguno de los dos, llega sin el otro” para lograr consensos en el primer poder de la República.
En el ámbito económico, el economista William Pleitez, coordinador del Informe de Desarrollo Humano de El Salvador dice que los eventuales cambios en el modelo económico salvadoreño responderán más bien a la crisis mundial y no al cambio de mando. Dice que el modelo productivo ofrece resultados diversos.
Por un lado, lento crecimiento, débil generador de empleo de calidad y sin mejoras salariales. Por el otro, han incrementado los servicios sociales básicos, el consumo ha aumentado y la pobreza en términos generales ha disminuido. Explicó que las remesas que envían los salvadoreños desde el exterior – el 18% del PIB – han comenzado a decrecer debido a la contracción de la economía estadounidense. A nivel local, también hay una contracción del crédito y un deterioro de las carteras, explicó Pleitez. Según este economista ambos contendientes asumieron compromisos pero no concretaron. Ahora esa concreción empezará a vislumbrase en dos meses y medio cuando el FMLN muestre su cara de Gobierno y deje atrás su pasado reciente de oposición y su pasado lejano de guerrilla (ver recuadro: “Un Frente con historia”).
Gente de aquí y de allá
Dos mujeres salvadoreñas se conocen en el Santamaría. Hablan de las empresas extranjeras en las que sus trabajan sus maridos en Costa Rica. Adentro en las salas de abordaje cuatro jóvenes se enfilan para abordar. Van vestidos con camisetas del emblemático Monseñor Romero, el arzobispo asesinado al inicio de la represión oficial que dio pie a la guerra civil de la década de los ochentas. Todos, salvadoreñas y salvadoreños, van a votar a su país durante el histórico 15 de marzo.
Ya en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, la emblemática UCA donde en 1989 un batallón militar asesinó a los padres jesuitas en la ofensiva final, una estudiante de ingeniería industrial cuenta que no es fácil decir en esa universidad que votará por el partido oficialista. Lleva una pulsera tricolor. Ella irá a las urnas por primera vez. “Tengo la libertad de decirlo”, asegura.
En el taxi tampoco se callan la boca. “El fraude ya lo hicieron con una difamación lo más sucia”, dice el taxista en referencia a la cobertura periodística a favor del oficialismo y en contra de la oposición. Asegura que la población ha estado expuesta a un ensayo psicológico “hasta en lo de las remesas”. El sábado 14, un día antes de la elección, en plena tregua electoral, todavía sonaban propagandas oficialistas encubiertas de noticias que hablaban del peligro de que se acabaran los permisos temporales de trabajo de los salvadoreños en Estados Unidos… si gana la oposición.
Frente a la catedral, cuya cripta es un centro de peregrinación porque ahí reposa el cuerpo de Monseñor, una mujer vendedora de frescos se estira su delantal rojo con el nombre del partido por el que votó el domingo. “Tome las fotos que quiera”. “Me llamo Noemí Martínez” .
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