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En enero pasado una nueva directora se hizo cargo del INISA. Un cambio de mando es una nueva primavera, un momento para considerar nuevos rumbos y capitalizar oportunidades.
Desde mi perspectiva, lejos de los intereses de los investigadores y docentes involucrados, es una tentacióna para ofrecer una opinión –digo que imparcial– sobre el desempeño institucional.
No cuento con más información que la que proveen los portales de Internet de la Vicerrectoría de Investigación (http://www.vinv.ucr.ac.cr) y el INISA (http://www.inisa.ucr.ac.cr/sitio/ ). Como tampoco en estos se encuentra los informes periódicos sobre los proyectos, existe el riesgo de que los puntos de vista que manifiesto resulten extemporáneos y sesgados.
La mera existencia de centros, institutos, fincas y unidades especiales es reflejo de la manera caótica y circunstancial en que tales esfuerzos de investigación se han organizado. En algunos casos, el oportunismo quizá obedece menos a los intereses del investigador –que con frecuencia vuelve de realizar estudios en el exterior y trae fondos así como conexiones. Quizá refleja más los chances de obtener fondos externos que suplementen los magros recursos de que puede disponer la Universidad para llevar a cabo investigaciones cada vez más caras y exigentes. Popular es el dicho “quien paga la fiesta, manda el baile” y por analogía, no siempre las investigaciones reflejan las prioridades nacionales sino las del donante.
Así, teniendo en cuenta la definición de salud de la OMS –que en ningún lugar menciona “medicina”– mi punto de vista es que el INISA debería ser un macro instituto, jerárquicamente organizado, que tuviera el concurso de toda una constelación de áreas del conocimiento desde las ciencias médicas hasta la economía, desde la psicología hasta las ciencias del deporte, nutrición, tecnología de alimentos, matemáticas, estadística, etc. Por supuesto que no existe ningún esfuerzo en este sentido y parecen prosperar otros centros como el Centro de Investigación en Enfermedades Tropicales, Centro de Investigación en Hematología y Trastornos Afines, etc. que deberían responder mejor a una conciencia de escasez de recursos.
Tal estado de cosas en el nivel general se refleja en el INISA. Organizacionalmente hablando, esa unidad muestra carencias muy significativas. Una de ellas es que, siguiendo un esfuerzo típicamente biologista –o clínico– se olvida de que la salud es un producto social. No existe sección o programa identificable con un esfuerzo orientado a investigar tal problemática, omisión que ignora la copiosa literatura existente sobre equidad y salud.
También, de todos es conocido el creciente desafío que constituye la epidemia del sida, tema igualmente ausente en las actividades del INISA. Un análisis detenido de la estructura epidemiológica –digamos causas de consulta e internamiento así como a las causas de muerte, operacionalmente hablando, es esencial para identificar los factores de los que dependen las ganancias futuras en esperanza y calidad de vida.
Tal vez esto podría dar origen a otra sección que –antojadizamente– llamaría “Enfermedades crónicas”, dentro de la cual se ubiquen los proyectos como el de Epidemiología del Cáncer –que actualmente se circunscribe al cáncer gástrico. ¡Pero los árboles no dejan ver el bosque!
Resulta paradójico que estando el sistema nacional de salud en manos de la Caja y manejando esta más del 90% de las consultas y egresos hospitalarios, esté ausente en las actividades del INISA una vinculación en gran escala orientada a optimizar desde muchos puntos de vista los servicios de salud que se verán muy presionados por el envejecimiento demográfico a largo plazo y circunstancialmente, por la crisis que nos afecta. Carpe diem.
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