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Hace unos días, se publicó una buena/gran noticia: fuentes costarricenses indicaron que entre el 2007-08 la tasa de mortalidad infantil del país fue de 8.9 por mil nacidos.
La cifra lo pone undécimo en el mundo y segundo en América Latina. En el subcontinente el primer lugar es para Cuba con 6.0 por mil. La sociedad cubana se ubica octava en el mundo.
En editorial posterior a la noticia, La Nación S.A., esta vez con datos de UNICEF, pone a Chile antes de Costa Rica (8.0 por mil) y a Cuba con solo 4.0 por mil, cifra excelente. Todos son bellos números. Y alegran porque revelan políticas básicas eficaces y una activa atención a las madres durante su embarazo y parto.
La Nación elogia así el logro costarricense: “Se trata de la mejora creciente en uno de los índices de bienestar más importantes de cualquier sociedad”. Antes, exaltó el valor de la cifra por “su significado humano” (LN: 8/03/09). Lo que afirma para Costa Rica podría extenderlo a Cuba. Pero el editorial cuestiona las cifras cubanas (UNICEF las legitima): “Sus estadísticas”, enuncia, “son poco confiables y no toman en cuenta el impacto de los abortos, que son libres”. Otros países tienen aborto voluntario (Bélgica, Camboya, Bahrein, por ejemplo) y de ellos solo el primero alcanza números inferiores o semejantes a los cubanos. Además, si se juzga al aborto voluntario como factor ligado a esta tasa, en los países donde el aborto es ilegal pero se practica, también debería afectarla. Aquí ni Unimer daría cifras porque se trata de un delito. Con todo, no parece existir una relación directa entre estos factores.
Dejando la buena noticia, meses atrás a los mexicanos se les ocurrió valorar el desempeño de estudiantes (creo de Liceo) latinoamericanos. Costa Rica no lo hizo peor, pero Cuba ocupó el primer sitio en todas las pruebas. El aborto legal no parece jugar aquí ningún papel. Pero, en fin, tal vez sí. Lo curioso es que en el país caribeño, donde según un escribidor recurrente en La Nación, a la población se le ha arrebatado hasta el rasgo antropológico de “ser bueno”, y donde reinan exclusivamente miseria y terror, los estudiantes (al menos los elegidos) rinden bien y las embarazadas reciben universalmente atención eficaz. Eso dicen las cifras. No las calcula el régimen. Algo no cuadra. Los liceanos debieron fracasar y desertar. Los bebés suicidarse con el cordón umbilical. Las madres estrecharse para impedir su acceso al Infierno. Quizás en Cuba pocos niños mueren porque nadie nace (en verdad, su tasa de natalidad es superior al 11 por cada mil habitantes; la de Costa Rica, casi 18/1000; EUA, 14; Bélgica 10.91).
Los réditos de Cuba en salud y educación, son buenos. En desarrollo humano, según Naciones Unidas, tampoco lo hace mal. Está 51, tres puestos atrás de Costa Rica. Y delante de México. Brasil es 70. Quizás alguien miente para agradar a los dictadores. PNUD, UNICEF y universidades mexicanas: ¡mentirosos! Ahora, es seguro que el proceso cubano ha cometido y mantiene errores. ¿Qué país no los ha cometido y sigue cometiendo? ¿Israel, el elegido por Dios?
A los cubanos, no elegidos por Dios pero sí por EE.UU., hay que desearles fuerza para superar desde sí mismos sus errores. Pero de aquí a motejar a Cuba como infierno sobre la tierra, hay distancia. No lo explica la ignorancia. Hay que preguntarle al odio.
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