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El problema mas importante que ha emergido del escenario de crisis estructural capitalista es su efecto sobre los sentidos de ser o identidades particulares existentes dentro de esta sociedad.
Al distorsionarse esta rápidamente tiende ha hacer incomprensibles las identidades que se articularon como poseedores de significado dentro de ella, como consecuencia se coloca al ser humano en una situación dispersión de sentidos que no nos permite reorganizar esperanzadoramente nuestra existencia, se trata así de una desarticulación superestructural que tiende a agravar la situación material humana al restarle sentido asignable a la existencia concreta y situacional.
Las superestructuras son las regiones de sentido de la realidad histórica, surgidas como artificialidad administrativa institucional conforman un régimen sólido de sentidos de ser; la desarticulación progresiva del capitalismo provoca que esta región se enrarezca en sentidos incoherentes, produciendo una diversificación de los significados que se asignan a los sentidos existentes, por ello es que hoy ni la responsabilidad, la libertad, la felicidad significan lo mismo que hace un par de años.
Al producirse una desarticulación superestructural la conciencia se pervierte a tal grado que la posibilidad de gestar un rango mínimo de coherencia entre lo conductual y lo intelectual se torna imposible, con ello la realidad histórica no se logra como región comprensible, pues es en el ámbito coherencia conductual e intelectual donde el sujeto cobra conciencia de su identidad.
El ser humano no puede comprometerse con una realidad si esta se torna incompresible, y sin el compromiso humano ninguna realidad perdura por mucho tiempo. La antigua realidad histórica, tan segura como comprensible, sin alternativas que la rivalicen, ha muerto, la crisis del capitalismo se extiende con rapidez mas allá de lo económico.
Hoy las identidades se dispersan en significados fragmentados, provocando que la cohesión social configurada superestructuralmente por medio de inducción conductas institucionalizadas, desaparezca, así los valores que dignifican al ser humano se hacen imposibles. Las fronteras de delimitacion estricta de vicios y virtudes se volatilizan, los imperativos morales se tornan frágiles, la responsabilidad no es ya una exigencia personal; sino una exigencia de otros que ha de ser vehemente, o de lo contrario el individuo se refugia en la impostura de un simple: “no me acuerdo haber dicho eso”.
En la dialéctica actual de la historia el efecto desarticulador de la crisis sobre el individuo potencia la desarticulación de la sociedad, la crisis estructural se transforma en superestructural y se visibiliza como institucional, volviéndose entonces crisis integral de la sociedad capitalista. La institución no puede institucionalizar la conciencia, la conducta se torna incoherente y finalmente pervierte al individuo que conductualmente articula su existencia dentro de una practica indiferenciadora de vicios y virtudes, el ser humano renuncia entonces a la planificación de su futuro para vivir tan solo el presente, la felicidad se torna situacional y transitoria, pues es incapaz de reconocerse como satisfecho con la realidad que vive.
La podredumbre del cadáver capitalista ha contaminado la dignidad del ser humano.
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