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Estimado Camilo Rodríguez: usted tiene toda la razón en su artículo publicado en el periódico El Guapileño en diciembre pasado, cuando afirma que Costa Rica es el mayor productor de piña en el mundo.
De hecho, la producción piñera generó, en el 2007, $485 millones y es en la actualidad el segundo producto de exportación.
Estas cifras macroeconómicas demuestran que la piña -producto estrella del modelo agroexportador- produce enormes ganancias ¡claro!, pero que se quedan en pocas manos, ya que este monocultivo no asegura la distribución de la riqueza ni el bienestar de las comunidades.
Usted habla con orgullo de quienes impulsaron la piña en Buenos Aires de Puntarenas, ignorando tal vez que ese cantón es uno de los cinco más pobres del país, según el Índice de Desarrollo Humano y el Índice de Pobreza Humana de 2005, a pesar de que PINDECO, la única empresa piñera de la zona, tiene más de 30 años de producir piña en esa localidad.
Cualquier persona con dos dedos de frente puede observar la dependencia económica que vive Buenos Aires: PINDECO, subsidiaria de Del Monte, concentra enormes extensiones de tierra (incluso terrenos del IDA que deberían estar en manos de pequeños agricultores), ofreciendo empleos precarios y decidiendo a su antojo el rumbo de la zona.
Un buen periodista, señor Camilo, no oculta una realidad tan evidente y tan dura como la que viven los habitantes de Buenos Aires. Los ríos de la zona están contaminados, las quebradas han desaparecido o han sido desviadas en beneficio de la piñera (la quebrada Maura y La Seca, por ejemplo, o el río Ceibo), la cobertura boscosa ha sido talada para dar campo a las gigantescas extensiones de cultivo, que cada vez más se expanden sin el menor resguardo para el ambiente o las poblaciones vecinas.
¿A eso llama usted “estabilidad”, “oportunidad de crecimiento”? ¿Son acaso los graves problemas sociales y ambientales que las piñeras han causado en nuestro país señales de desarrollo o de bienestar social? ¿No está usted al tanto de la contaminación por plaguicidas altamente tóxicos en los pozos y acueductos de comunidades como Cairo, Francia, Luisiana y Milano, como lo demuestran los estudios del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET) de la UNA? Usted que dice conocer y visitar a muchas de las comunidades que producen piña: ¿se ha detenido acaso a conversar con los vecinos y vecinas sobre los problemas de salud que están padeciendo, como alergias, desmayos, irritaciones en la piel y los ojos, intoxicaciones, problemas gástricos y respiratorios, malformaciones genéticas, abortos e incluso cáncer? ¿Sabía usted que existen casas, centros educativos y acueductos totalmente rodeados por plantaciones piñeras, y por ende vulnerables a la constante fumigación con químicos peligrosos? ¿Sabía usted que las piñeras están produciendo plagas de moscas que atacan al ganado, los animales domésticos y las personas, creando un serio problema de salud pública?
Pero eso a usted no parece importarle, cuando afirma que “quienes han realizado alguna denuncia ambiental no han medido las consecuencias sociales que tendría el hecho de afectar esta producción”. En otras palabras, las y los ciudadanos de este país deben abstenerse de realizar alguna denuncia o queja cuando ven amenazado o destruido su medio de vida o afectada su salud y la de su familia, todo para proteger a los grandes empresarios piñeros.
Usted prefiere ocultar la realidad, muy cómodo desde la luz de las cámaras, y dejarse decir que “la piña es fundamental para la zona rural costarricense”, cuando han sido miles los campesinos desplazados, forzados a vender sus tierras y a emigrar o convertirse en peones de las grandes compañías piñeras. ¿O va a salir usted con el cuento tan cacareado de los “pequeños productores”? Usted debe saber que los 1200 pequeños productores de piña que existen en Costa Rica solamente participan de un 4% de la producción total. Esos pequeños productores, que deben asumir los riesgos del clima, las plagas o la caída de los precios, están “amarrados” a las grandes compañías que compran, comercializan el producto y por ende se dejan el grueso de las ganancias.
Las denuncias por violaciones a los derechos laborales y por daños al medio ambiente son numerosas y provienen de comunidades tanto de la zona sur como del Caribe y la zona norte. Los trabajadores han denunciado el irrespeto de sus derechos y garantías laborales: largas jornadas, trabajos pesados, malos salarios, recontratación cada tres meses para evadir obligaciones patronales, ausencia de seguridad social, vacaciones, horas extras o aguinaldos.
La exposición a los químicos, que es probablemente lo más grave, amenaza la salud de los trabajadores así como lo sucedió con el nemagón para los trabajadores bananeros de los años 70 y 80.
Y Guácimo, Siquirres, Pococí, Buenos Aires, San Carlos, Guatuso, Upala, Sarapiquí, siguen siendo de los cantones más pobres del país, muchos de los cuales han perdido posiciones en los índices de pobreza y desarrollo humano en los últimos 15 años.
Si ese es el camino que usted quiere para Costa Rica debería informarse un poco más, para sostener su “desarrollo” con algo más que sonrisas y bailes en la pantalla chica.
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