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Me parece sumamente interesante el acoso de análisis que intenta plasmar el señor Víctor J. Flury (Página Quince, 11/3/09) cuando quiere esbozar un susurro al aire sobre el tema del abstencionismo.
Tema, que además, ha sido poco tratado con la seriedad política que merece y ha sido condenado a la tiranía de los números: encuestas.
Empecemos por desglosar algunos puntos del señor Flury.
El por qué y el cómo no encuentra cabida al reducir su actuar como simple espectador de los hechos suponiendo que quienes se abstuvieron se encontraban con taza de café o lata de cerveza en mano contemplando el jolgorio. No. Menos podríamos atribuir que los y las abstencionistas sufrieron únicamente un desamor por culpa de los desmanes del poder; es un causa, si, pero no la que determina su actuar en contra del sufragio.
Ciertamente el hígado popular se alimenta de factores burocráticos, estatales que antagónicamente parecieran promovidos por el mismo sistema a favor de una privatización que vaticina tiempos mejores, pero, el asunto no es tan fácil, mi amigo.
Algo que nunca tomaron en cuenta quienes se opusieron al TLC, era que el pueblo (la panacea de cierta izquierda) no se medía por discursos populistas, sino que la masa-objeto actúa según beneficios económicos que plasma el sistema y sus aparatos ideológicos.
En ese sentido, bien podría hablarse del ascenso del PAC o el asenso del abstencionismo, pero su forma no nos compete, sino su fondo. Curioso que el PAC no vea más allá del reflejo en el espejo y suponga que puede obtener una victoria sin preguntarse en realidad si la mayoría que obtuvo fue por sus sólidos argumentos, su composición de clase media o disidencia del PLN o, porque tuvo de contrincante a quien tuvo.
Una gran parte de quienes desistieron de emplear la única herramienta que nos ofrece el sistema para garantizar la hegemonía, bien fueron ociosos, pero existe un aumento de quienes sostienen bases sólidas no sólo para no ir a votar, sino para proponer sistemas de organización socio-económica donde se prescinde del Estado y el capitalismo, no precisamente se definiría a grosso modo como utopía.
En ese sentido, averiguar las razones que determinan el actuar de una minoría en ascenso, bien podrían definirse como un proceso de evolución por permutación donde, y por suerte, no se gasta o no se debería gastar ni un minuto en la preparación del abstencionismo. La viabilidad de alternativas no es pensar en la trasnochada y aburrida revolución pseudo-sindical, que con ahínco francamente pasmoso, los grupos de izquierda tratan de ofrecer.
Los y las abstencionistas ofrecemos algo más que repensar un proyecto cada cuatro años, debido a que no sólo es el factor de decisión lo que nos compete, sino una cultura integral sería la propicia para salir del subdesarrollo y barbarie económica. Pensar que un grupo está capacitado para convocar a los y las abstencionistas, es pensar que las obras de Wagner son apreciadas en Israel. No se trata de formar grupos o partidos, se trata de formar una conciencia responsable socialmente ética sobre el por qué y cómo del abstencionismo.
Ciertamente no es una propuesta de cada cuatro años.
Una vez más, el hígado popular resulta tener a veces la última palabra, pero los y las abstencionistas no siempre procedemos del hígado, sino del rescate de la viabilidad ética en sociedad, el dialogo y el rescate de lo que bien planteó Sebreli que hemos olvidado: la razón. Yo añadiría razón y sujeto contra esperpento y objeto.
Quizá el ‘‘éxito’’ no resida en que los y las abstencionistas acudan a decir su punto de vista, algo absurdo, sino en prescindir de los mecanismos de control en su totalidad: una negación donde está una afirmación-convicción. Estamos en otros tiempos y no todo es estático, los planteamientos de organización florecen, pero hay que valorar quién los plantea y cómo se plantean. Me parece que quienes critican podrían bien estudiar propuestas contemporáneas para sustentar sus ‘‘hipótesis’’ y no ser parte del hígado popular que por buen camino lleva las cosas. Bien podría dejar de plantearse el cómo guiar de la mejor manera las decisiones de los y las demás, dejar el mesiánico apostólico empeño por el objeto y valorar al sujeto.
Unidos y unidas, señor Flury, en el abstencionismo, no creo que estemos condenados y condenadas al éxito, pero la valoración que Ud. plantea carece de visión y el hígado popular parece que suplió allá adonde la razón no encontró o no buscó cabida.
Por otro lado, hacer una campaña anti-electoral implica muchos frentes pero, en cualquier instancia, resultaría desastroso el hacer una campaña anti-campaña adonde lo que se beneficia es siempre el aparato electoral donde la defensa o el ataque sirven sólo para evidenciar un mecanismo de dominio.
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