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Ya sea en la Liga de Campeones de Europa o en la Liga Premier inglesa de fútbol, mire detenidamente las presentaciones del Manchester United y en el pecho de Tevez o Ronaldo encontrará las siglas AIG.
Hasta hace poco AIG significaba “American International Group” y era una reconocida empresa con presencia en 130 países de servicios financieros y seguros.
Pero pronto AIG se puso a la vanguardia de la crisis mundial y entre incompetencia, irregularidades e irresponsabilidad logró tener pérdidas récords y estar a algunos instantes de la quiebra de no haber sido por la intervención estatal (¿no que era terrible?) de $170.000 millones. Miles de millones de dólares salidos de los contribuyentes gringos claro está con el fin de estabilizar a la empresa y salvarla, a la vez salvando otro pedazo del sistema financiero internacional que se tambalea desde hace meses ya.
Hondo respiro debió haber tomado la directiva del Manchester United cuando se enteró de que su principal patrocinador permaneció a flote. A flote, pero como activo estatal. Con el dinero de los contribuyentes gringos pasó entonces el Estado a ser el dueño de AIG (controla el 80% de las acciones del grupo financiero). Y es aquí, estimado lector, donde viene la parte escalofriante porque además de quebrar la entidad y cooperar con esta crisis que nos afecta a todos, los directivos de AIG tenían un último as bajo la manga.
No más recibida la ayuda, esos directivos, los culpables, los incompetentes, los avaros, algunos de los muchos villanos de Wall Street, decidieron pagarse sus bonos y primas y antes de estabilizar algo o intentar poner a la compañía en la senda de la recuperación se distribuyeron entre ellos 173 millones de dólares de dineros de ayuda. Inclusive algunos tomaron sus primas y se fueron de la empresa. Dicen que cuando el barco se hunde las ratas son las primera en huir, pues estas ratas de saco y corbata hundieron el barco y esperaron a cobrar el seguro para luego huir.
Si no sabe cómo termina la historia solo busque noticias y encontrará cómo ante el estupor popular algunos directivos devolvieron el dinero, otros defendieron las primas e inclusive se pasó en Estados Unidos una “ley anti-codicia” para evitar situaciones semejantes con otras compañías que recibieron dineros del Estado.
Paul Hodes congresista del país del norte fue quien acuñó la frase que titula este breve escrito: “AIG stands for arrogance, incompetence and greed (ahora AIG significa arrogancia, incompetencia y avaricia)”.
Fuera de la obvia incompetencia e irresponsabilidad con la que se actuó en esta compañía (y en muchas otras de los grandes países industrializados del mundo) lo más rescatable aquí es que la avaricia de estos directivos es más que palpable y peor aún la arrogancia se puede hasta oler con estas acciones con las que parece que estos tipos por sus lujosas casas y aviones privados creen estar más allá de la ley.
Y viene entonces la moral. Moral que desde hace años en este salvaje sistema capitalista se ha enviado al ostracismo. Según la ONG internacional OXFAM con las primas y bonos de los ejecutivos de AIG (173 millones de dólares) se pudieron haber pagado profesores de primaria y secundaria para 7000 niños en África y esos inmorales en yates, casi el 9% de los yankis están desocupados y estos delincuentes de saco y corbata en mansiones, poco más que decir.
Si de algo debe servir esta crisis es para mirar a todos lados y no permitir estos desfalcos, revisar los valores y la moral que nos gobiernan y condenar a los villanos y especuladores que juegan en las bolsas.
El salvaje capitalismo neoliberal por si solo se desangró (¿alguien había dicho algo parecido hace años, no?), ahora es trabajo nuestro construir la sociedad basada en la moral y solidaridad y no en codicia y avaricia para evitar que hombres como los directivos de AIG sean los que gobiernes nuestros países y el mundo.
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