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El plagio

Al buscar la palabra «plagio» en el Diccionario de la Real Academia Española, éste nos remite al verbo «plagiar», cuya primera acepción es «(Del lat. plagi?re).  1. tr. Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias».

Al buscar la palabra «plagio» en el Diccionario de la Real Academia Española, éste nos remite al verbo «plagiar», cuya primera acepción es «(Del lat. plagi?re).  1. tr. Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias».
Eduteka, en su sitio web, ofrece la traducción al castellano del documento «publicado en inglés por la biblioteca del Instituto Tecnológico de Massachussets…: «Plagiarism: What it is and how to avoid it» (El plagio: qué es y cómo se evita)» (sic), que ayuda a ampliar la definición del término.
Extractos del documento son: «El plagio ocurre cuando usted toma prestadas palabras o ideas de otros y no reconoce expresamente haberlo hecho… Por lo tanto, cada vez que usted escriba un documento que requiera investigación, debe informar a sus lectores de dónde obtuvo las ideas y aseveraciones o datos que no son propios.
Tanto si usted cita directamente o hace un resumen de la información, debe darle reconocimiento a sus fuentes, citándolas. 
De esta manera obtiene usted «permiso» para utilizar las palabras de otro porque está dándole crédito por el trabajo que él o ella han realizado. Sin embargo, aún cuando haga un resumen usted corre el riesgo de incurrir en plagio.
El plagio ocurre cuando usted presta palabras o ideas, las parafrasea para que no sean como el original, pero no lo logra del todo. Si sus palabras y frases se asemejan mucho a las de la fuente original, esto, también es plagio».
Aunque el documento citado se refiere al plagio que podrían cometer los estudiantes en sus estudios académicos, igualmente aplica para el caso de las «estrategias» o «planes» en general, que ciertos políticos imponen. Desde luego, jamás hablarían de plagio. 
En su lugar, hablan de «adopciones», de «modelos de éxito» en otros países, aunque en Costa Rica, esos modelitos hayan demostrado que no sirven para nada y, más bien, nos tengan peor cada día. Ya después, cuando la investidura temporal se les termina, pero nos dejan daños permanentes por décadas, esos ciertos políticos tendrán la capacidad, de manera cantinflesca, de justificar las tonterías que «fundamentaron» en plagios, y de publicar los maquillados resultados de su «exitosa», «esforzada» y «brillante» gestión.
Tal vez, por ejemplo, algún politólogo o economista pueda explicarnos –para que todos aprendamos– si es o no un plagio, el hecho de que en los planes de desarrollo en América Latina, se sustituya la palabra «pilar» por la palabra «eje», que constituye en sí la base de esos planes a los que, en el mejor de los casos, solo se les cambian nomenclaturas. Léase, a manera de ejemplo, los «pilares estratégicos» de economía y finanzas en Panamá, publicados desde antes del 2006. ¿Pura coincidencia?
Pareciera como que algunos desde algún sitio –eso sí, en secreto– nos diseñan las «estrategias» o «planes» de [sub]desarrollo… y otros, a lo interno, confabulados con los «diseñadores», nos las presentan como productos nacionales, en tanto en el diario vivir seguimos esperando una solución al problema de la inseguridad que nos mantiene en un casi toque de queda, una educación de calidad que solo está en el papel y en la mente de los que creen que van por buen camino, una red vial que refleje los impuestos que nos hacen pagar, y soluciones a una casi infinita lista de asuntos que no se terminan de resolver luego de décadas de «esfuerzos», sustentados en plagios.  Sus razones habrá tenido el distinguido Dr. Rodolfo Cerdas cuando escribió «El mal se agrava si quien dirige no sabe qué hacer, a quién oír e intenta repetir lo que fracasó mil veces… Copiar un modelo hoy –Colombia–, otro mañana –España– y uno nuevo después –Chile–, como se hizo antes con Corea, EE. UU. e Israel, es la confesión de que no se tiene ni idea de qué hacer».
¿Con qué autoridad, por ejemplo, piden a los estudiantes que no copien en un examen, o a ciertos universitarios que no compren sus tesis de grado si, al fin y al cabo, los mismos de siempre nos someten a modelitos foráneos porque no solo «no saben qué hacer», sino que además son ignorantes, junto con sus asesores, en lo que proponen, implementan y administran? Mucho ayudaría a esos «pensantes» leer el artículo «The American Anti-Intellectual Threat» (La amenaza antiintelectual americana) del Dr. Jeffrey Sachs y publicado en el sitio web del Project Syndicate. Pueda ser que esos «expertos» escriban otro artículo intitulado «La amenaza antiintelectual tica».
Pero es difícil. Parafrasear al Dr. Sachs no es fácil, plagiarlo sería muy evidente y, políticamente para unos pocos incapaces con poder temporal, no es conveniente, en especial cuando el renombrado economista argumenta que «Por antiintelectualismo entiendo en particular una perspectiva agresivamente anticientífica, respaldada por el desdén a quienes se atienen a la ciencia y sus pruebas».
Obviamente, esa «perspectiva agresivamente anticientífica» no podría conducir más que a los plagios a los que nos tienen sometidos.

  • Gerardo Barboza (Educador)
  • Opinión
Spain
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