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Influenza porcina y pánico social

El pasado 23 de abril el presidente de México convocó a una reunión de emergencia con su gabinete. Esa misma noche, el Secretario de Salud de ese país (José Ángel Córdoba Villalobos) anunciaba en cadena nacional la aparición del virus de la influenza, y las medidas inmediatas como la suspensión de las clases en todos los niveles en el DF y el estado de México.

El pasado 23 de abril el presidente de México convocó a una reunión de emergencia con su gabinete. Esa misma noche, el Secretario de Salud de ese país (José Ángel Córdoba Villalobos) anunciaba en cadena nacional la aparición del virus de la influenza, y las medidas inmediatas como la suspensión de las clases en todos los niveles en el DF y el estado de México.
Desde ese día a la fecha (30 de abril) se reportan “casos” en diversas partes del mundo. Lo primero para tener en cuenta, es que como otras influencias, catarros y resfríos, existe un tiempo de incubación donde el portador o portadora no manifiesta síntomas, así que este elemento potencia ansiogemamente su propagación.
El origen, ruta y posible control de esta pandemia por ahora no tiene límites claros. Pero más preocupante es que, además, de ser una patología individual, sea a la vez, y en esto es donde radica su mayor fuerza ansiógena, pánico social.
Este pánico social se puede definir como una reacción colectiva (mundial, regional, nacional, local) basada en la percepción exagerada en este caso hacia la influenza porcina. Se pueden identificar tres fases.
Primero, ocurre un evento trágico o preocupante (influenza porcina), luego, los medios de comunicación le brindan una importante cobertura. Este evento se describe como inquietante, cuasi mítico, con alcances apocalípticos. A ello, se suman nuevas tecnologías como Internet y telefonías móviles, en especial mensajes de texto, que difunden percepciones, preocupaciones e informaciones de todo tipo (reales, falsas, exageradas). La cotidianidad se ve sobre-expuesta al evento.
Tras el suceso, las autoridades toman medidas protocolarias para enfrentar la crisis, además los medios buscan “expertos” cuyas palabras influencian en la opinión pública, en algunos casos se menciona que el hecho sólo es la punta del iceberg. La atención del público se centra en este asunto. Otros asuntos son mermados u obviados. Es decir, se alimenta el pánico del creciente interés de la población por estar informado. Por lo que, circulan datos verídicos, falsos y exagerados que se entremezclan y sobreponen. Para completar el cuadro diversos medios de comunicación, remembrarán sucesos parecidos, transmitirán documentales y programarán películas ejemplificantes como Doce Monos (Terri Guilliam, 1995)
Finalmente, ante este pánico por la influenza se buscan formas de enfrentarse a esta “amenaza”, con medidas extremas temporales de carácter radical, las cuales independiente de su carácter y efectividad ante la crisis son tamizadas por la opinión pública.  
No podemos obviar, que efectivamente hay casos, pero, motivados por los medios se presentan ciertos comportamientos ansiógenos que exageran las medidas preventivas: compra y portación de mascarillas, auto medicación, no contacto, pánico hacia cualquier tipo de foco infeccioso, etc.
Estimado lector, lectora, en estos días  como los pecadores de Maesltröm (Allan Poe) es inminente tratar de controlar nuestra ansiedad ante la “pandemia”, e intentar, colectivamente buscar las soluciones y leer entre líneas que tipo de asuntos se están gestando dentro de esta crisis: ¿Guerra farmacéutica? ¿Desviar la atención frente a la crisis económica?, etc.
Lo importante es que la medida preventiva de aislamiento para no el contagio no se instale como normalidad. Hoy, es necesario, con las previsiones del caso no aislarnos, y estar informados, pero sin caer en cuadros de pánico que nos impidan controlar nuestras acciones y decisiones.

  • Javier Antonio Torres Vindas (Estudiante Sociología, UCR)
  • Opinión
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