Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
En estos tiempos de tribulaciones financieras recuerdo lo que pintorescamente exponía mi profesor de macroeconomía allá por el 68 en el aula 213 de Ciencias Económicas.
Afirmaba don Jenaro Valverde que cuando un limpiabotas del Parque Central recibe de un turista un dólar a cambio de sus servicios, en verdad es una transacción en la que el primero da crédito al segundo y el billete involucrado constituye “el pagaré”.
Como las de otros profesores, entre ellos Constantino Láscaris, tal afirmación sonó entonces en los iconódulos oídos cartagos, como todo una herejía. Pero eran los tiempos de la píldora, del pelo largo, el transistor y … ¡el despertar! Pero aún bien entrado el siglo XXI, muchos no han oído esa clase introductoria de comercio internacional. Un artículo publicado en el Christian Science Monitor, se afirmaba que los «americanos» enviarán al exterior $10 trillones de su riqueza en los próximos 10 años para importar petróleo.
Esta es solo una pseudo verdad, pues como el limpiabotas, los países productores enviarán a los Estados Unidos riqueza real a cambio de… ¡papel moneda, dólares, pagarés sin fecha cierta de vencimiento!
En el pasado, las potencias coloniales lograban la acumulación de riqueza de las naciones que dominaban mediante la fuerza o con una legislación proteccionista y antojadiza como fue en el caso de la sal durante el dominio del imperio inglés en la India. Hoy en día, de una manera más sutil, el dinero cumple esa misma función. Así, inundándonos con papel moneda, los países avanzados aumentan su ventaja apropiándose de los recursos que les permiten mantener y acrecentar su ventaja. ¿… y nosotros? Pues, ¡seducidos por los tratados de libre comercio!
Siendo la potencia dominante y una de las pocas facultada para imprimir billetes que todo el mundo fiducialmente acepta, Estados Unidos tiene esa gran capacidad para llevarse el estaño boliviano, el cobre chileno, el petróleo venezolano y muchos bienes más. ¿Pero a cuánto llega el saldo en la libreta de “los fiados”? ¿Se puede vivir “de fiado” para siempre?
De acuerdo con los cálculos del Profesor Frank Shostak del Instituto Von Mises, como resultado de los descontrolados déficits, los Estados Unidos debían al mundo hasta el 2005 la suma de 5.1 trillones (en nomenclatura inglesa), o con todos los ceros, 5.100.000.000.000 de dólares. Tal vez, en forma más intelegible, cada “ciudadano americano” le debía “al mundo” algo así como $17.000 y –para consolar a los que viven con un dólar al día– a cada persona del resto del mundo, cada gringo le debía $821.
Eso fue cuatro años atrás, con seguridad el gobierno de Bush y los fondos que Obama pide aprobar solo abultarán más la deuda. En verdad, los acreedores deben tomar en serio la frase que se lee en el papel moneda americano: “In God We Trust”.
¿Pero por qué no pierden el sueño los americanos debiendo tanta plata? Tal vez algunas indicaciones pueden obtenerse de las declaraciones de Daniel T. Griswold, director asociado del Instituto Cato ante el Comité Financiero del Senado quien entre otras cosas afirma que como resultado del desequilibrio en la balanza de pagos, y la percepción de una economía libre y estable, los Estados Unidos son el destino preferido de los dólares que los países obtienen enviando bienes y servicios a ese mercado.
Como los americanos no ahorran lo suficiente para financiar las oportunidades de inversión, los demás países proveen el financiamiento necesario.
En verdad, ¡la crisis clama por una reestructuración del sistema financiero internacional! Carpe diem.
Este documento no posee notas.