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Doble discurso

Costa Rica se ha distinguido por sus esfuerzos en la creación de las áreas protegidas y por la conservación de los recursos naturales en los últimos 40 años.

Costa Rica se ha distinguido por sus esfuerzos en la creación de las áreas protegidas y por la conservación de los recursos naturales en los últimos 40 años.
Cuando este gobierno anunció su programa “Paz con la Naturaleza”, muchos de los que trabajamos en el campo de la conservación y manejo de recursos naturales nos regocijamos y pensamos que el gobierno de Don Oscar comenzaba con una gran visión.
Costa Rica, un país pequeño en el mundo, pero con una alta biodiversidad, estaba volviendo la mirada a la conservación de los recursos naturales.
Lo vimos como la oportunidad de tomar nuevamente un liderazgo internacional en ese campo predicando con el ejemplo de lo que se debería hacer para mitigar los efectos negativos que el desarrollo salvaje ha infringido en el planeta que habitamos.Esta idea era congruente con el hecho de que nuestro país había venido utilizando los recursos naturales como la principal atracción para turistas e inversionistas de todo el mundo.
Desde finales de la década de los 80 al visitante se le comenzó a vender la idea de que éramos un país verde, cuya prioridad era la conservación de la flora y la fauna.
De nuevo, este gobierno comenzaba bien apuntando a la conservación y manejo de los recursos naturales a través de su programa de “Paz con la Naturaleza”. Lamentablemente, con el tiempo nos hemos dado cuenta de que el gobierno no es consecuente con lo que predica. Los que hemos trabajado por muchos años en investigación y conservación de los recursos naturales en este país hemos notado la falta de concordancia entre lo que se dice y lo que se hace.
¿No les da vergüenza a los políticos que dirigen este país hablar de paz con la naturaleza o hacer propaganda en el nivel internacional sobre los recursos naturales y como los protegemos, si por otro lado se hace todo lo contrario?.  Ejemplos sobran,  sin embargo, la más reciente muestra de estas contradicciones fue la declaración de utilidad pública del proyecto minero en Las Crucitas en la zona norte del país.
Una operación de minería a cielo abierto nunca puede ser una actividad ambientalmente sostenible. Para realizar este tipo de operación minera se debe cortar todo el bosque, arrasando con la flora y de paso con la fauna asociada en el lugar. El área que se destina a la minería de cielo abierto, se convierte prácticamente en un desierto biológico.
Se argumenta que se sembrarán miles de nuevos árboles, pero no son sólo los árboles; estamos hablando de un ecosistema muy complejo, que involucra miles de especies de plantas y animales que nunca podrán ser recuperados de nuevo y que están desapareciendo del planeta rápidamente y que además son la base de la vida del Ser Humano como especie.
Si lo ponemos en la balanza de la vida, una explotación como la de Las Crucitas jamás será más importante que la necesidad de cuidar los escasos y frágiles ecosistemas que aún nos quedan. La señal que estamos enviando al mundo es que decimos una cosa y hacemos otra, tenemos que dejar la visión cortoplacista y comenzar a pensar hacia el futuro.
¿No sería mejor si de verdad fuéramos consecuentes con el discurso de que somos un país verde y que respeta los recursos naturales y nos convertimos realmente en un ejemplo para el mundo sobre lo que se debe hacer para mitigar el efecto de cambio climático global y mejorar la calidad de vida del ser humano en este planeta? Nuestra riqueza no está en el oro, petróleo o cualquier bien material pasajero. Nuestra riqueza está en los recursos naturales que hemos cuidado a medias en los últimos años.
Costa Rica ha sido un país que ha hecho un gran esfuerzo en la conservación de los recursos naturales. Pedimos a nuestros gobernantes que dejen de lado el doble discurso y sean firmes en la conservación de los recursos naturales. Debemos ser consecuentes y tomar de nuevo un liderazgo en este campo, haciendo conciencia de que lo estamos haciendo por nosotros, nuestros hijos y por la vida en el planeta.

  • Eduardo Carrillo, PhD
  • Opinión
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