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Los cambios y transformaciones políticas, ideológicas, económicas y sociales que vive América Latina nos llenan de regocijo y satisfacción.
Claro, para quienes durante muchos años han usufructuado del poder político, este momento histórico los asusta y desespera.
Cuando durante muchos años el robo y el saqueo de los dineros del pueblo han sido la constante entre los políticos y partidos tradicionales, el pensar que su “gallina de los huevos de oro” se desplaza hacia los sectores sociales, la mezquindad y la envidia se apodera de su perversidad mental. Les asusta a las clases políticas tradicionales latinoamericana ver a gente honesta dispuesta a trabajar a favor de los que menos tienen.
Decía un pensador latinoamericano que durante muchos años “hemos guardado un silencio muy semejante a la cobardía”. Es decir, ante nuestros ojos se saquean las riquezas del país y los dineros del pueblo y muy pocos hacen algo. La sublime ingenuidad ideológica y política de una masa amorfa y desorientada le sigue dando el voto a quienes hoy tienen a nuestra sociedad al borde del colapso.
Condenando irremediablemente a las futuras generaciones, a sus hijos y a los hijos de sus hijos, a una desventurada e infeliz existencia. Obligándoseles a sobrevivir en medio de la droga, la prostitución, la violencia, el crimen organizado, la agresión y la corrupción política.
Pero lo que está sucediendo en América Latina parece introducirnos en otra historia. En el continente latinoamericano ha empezado a sobrevolar un hálito ético y antropológico muy fácil de entender y de explicar. Simplemente las clases desposeídas han dejado de guardar ese silencio cobarde que tanto daño nos ha causado. La gran mayoría de los sectores excluidos se han dado cuenta de que somos más culpables por lo que dejamos de hacer que por lo que hacemos. Las grandes mayorías sociales, saqueadas y excluidas por el gran capital, se han empoderado. Se han dado cuenta de que por sí solitas pueden salir adelante. Los humildes, los trabajadores, los excluidos, los que menos tienen, las amas de casa, las madres solteras, las y los profesionales, los y las jornaleras, los y las negras, las y los indios, los y las jóvenes ya se han enterado como han utilizado los y las políticas tradicionales las mentiras y la infamia. Por eso hoy quienes han vivido del engaño y el saqueo para impulsar su opulencia y su riqueza, palidecen y se asustan cuando nuevas concepciones de persona, de sociedad y de mundo recorren nuestro querido continente latinoamericano. El Socialismo del siglo XXI ha venido para quedarse y hoy por hoy se está convirtiendo en la mano justiciera que quiere demostrar que otro mundo es posible. El dinero que anteriormente los capitalistas de la opulencia mandaban a guardar a los grandes bancos del extranjero, hoy se queda en nuestros países solucionando las necesidades de los que menos tienen. El nuevo socialismo irrumpe contra los tiranos del poder y la política. La ley de la oferta y la demanda, la mano invisible del mercado, la ley natural de la propiedad privada, las leyes del individualismo y la acumulación, palidecen y se retuercen al enfrentarse con una nueva forma de hacer política. Las clases poderosas exhalan sus últimos suspiros y se niegan a abandonar su opulento modo de vida. Ejemplo de esto último son las clases oligarcas bolivianas asentadas en los departamentos con mayor riqueza. Contratan a mercenarios, terroristas y delincuentes para atenten incluso contra sus supuestos valores democráticos. La misma situación se vive en Venezuela y Ecuador, únicos países en donde verdaderamente se está aplicando el Socialismo del siglo XXI.
La Nueva Izquierda en América Latina está haciendo lo que hace muchas décadas tenía que haber hecho. Ya no se importan modelos provenientes de otros continentes para imponerlos en nuestros países. El Socialismo del siglo XXI propone el modelo, lo somete a la voluntad popular y una vez aprobado democráticamente por la mayoría lo lleva a la práctica. Este nuevo socialismo ha sido construido y adaptado ética y antropológicamente siguiendo las necesidades de los que menos tienen. Parafraseando al Maestro Jesús de Nazaret: protegiendo a las ovejas más débiles del rebaño.
Por eso la victoria del FMLN en El Salvador a quienes únicamente sorprendió fue a la extrema derecha salvadoreña. Los impostores de la democracia, quienes recurren a la ingenuidad de la población para salvaguardar sus intereses, quienes quieren reelegirse aún cuando han saqueado las arcas del Estado, todos ellos siguen creyendo en que la masa amorfa y desorientada es una manada fácil de engañar. Pero ya los sectores pobres no comen tanto cuento. Por eso en El Salvador a los oligarcas de la derecha no les dio resultado la campaña del miedo. El pueblo salvadoreño percibió de qué lado podía estar la verdad.
Aún no sabemos si en el país de las pupusas se va a aplicar el Socialismo del siglo XXI. Esperamos que así sea. Pero tenemos nuestras reservas. Mauricio Funes es una persona crítica, pero no ha sido formado en los más altos principios y valores éticos y humanos de la izquierda. Pero esto no es un problema. El amor al prójimo, la sensibilidad social, la honestidad, el compromiso y el respeto humano por los que menos tienen nunca han sido valores político-ideológicos.
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