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La frase en francés Le Roi Est Mort, Vive Le Roi! («El Rey ha muerto, ¡viva el Rey!») hace alusión al hecho efectivo sucesorio de la monarquía, institución o inclusive del Papa, donde se cambia de persona pero no de título, una persona sucede a la anterior cuando ésta muere.
Con el fracaso constatado de las estrategias del modelo neoliberal que se implementaron en América Latina a partir de la década de los ochenta es pertinente analizar si realmente el neoliberalismo como discurso y sensibilidad social en Costa Rica se extingue, o si más bien la receta para solucionar la debacle de la ortodoxia económica de la Escuela de Chicago es aplicar más ortodoxia económica.
Esta ortodoxia se ve hoy instrumentalizada en uno de los pilares del Plan Escudo de la administración Arias Sánchez y en la iniciativa de la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones de la Empresa Privada (UCCAEP), donde sin el menor desparpajo anuncian “una modernización de la legislación laboral”, un eufemismo para no decir la altisonante flexibilización laboral, la cual no es más que la precarización de los mercados laborales y que contribuye directamente a vigorizar y extender los ya existentes circuitos de pobreza.
Mientras la propaganda oficial anuncia que el objetivo es sobrellevar la crisis y proteger el empleo, los sectores sociales olfatean un nuevo embuste del Ejecutivo y se han organizado en la lucha contra el rebautizado “Plan Látigo”, el cual sin la menor duda pretende obviar las luchas sociales y derogar las conquistas laborales plasmadas en el Código de Trabajo y tuteladas en el Título V de la Constitución Política.
En la práctica existen tres tipos de flexibilización laboral que nos ayudan a comprender el alcance de las medidas anunciadas por los halcones locales. La flexibilidad legal consiste en la aprobación de leyes que modifican las existentes en deterioro de los derechos laborales.
La flexibilidad jurisprudencial se da cuando las autoridades administrativas y judiciales realizan una interpretación restrictiva de las normas laborales a favor del empresario, mientras que la flexibilidad de hecho es la aplicación “flexible” de lo regulado en la ley. Es una violación permanente y sistemática de los derechos laborales reconocidos legalmente.
Un ejemplo fehaciente de la flexibilidad de hecho son las condiciones de las personas que laboran en las industrias maquiladoras y empresas agroindustriales orientadas a la exportación. Para favorecer los buenos negocios y la acumulación privada se torna forzosa una creciente pérdida de derechos y vulnerabilidad laboral expresados en bajos salarios, largas jornadas, trabajos intensivos y repetitivos y la inexistencia del derecho a la sindicalización. Este esquema neoliberal persigue mayor libertad para la contratación y disponibilidad de la fuerza de trabajo según las necesidades y requerimientos de la empresa. Lo anunciado por la UCCAEP entonces no es mera coincidencia.
Esta flexibilización también convive con trabajadores profesionales que son contratados bajo la figura de servicios profesionales, donde se deroga en la práctica uno de los principios rectores del Derecho Laboral, la Irrenunciabilidad, al violarse diversos derechos como el pago de cuotas obrero patronales, ausencia de contrato de trabajo, privación de plazas y la inexistencia de aumentos salariales, donde la necesidad lleva a los trabajadores a una suerte de callejón sin salida y sin alternativa; se escoge entre el trabajo-salario o los derechos. El Ministerio de Trabajo mientras tanto vuelve la mirada hacia otro lado.
Todos estos elementos de flexibilidad laboral anunciados en el Plan Escudo y en la iniciativa de la UCCAEP es una tendencia que persigue eliminar todas las regulaciones del mercado laboral, observadas por el sector empresarial (y el Gobierno) como obstáculos para su competitividad y desarrollo. Lo que las empresas ven como obstáculos son precisamente los derechos y regulaciones del mercado laboral adquiridos por las luchas sociales y concebidas en el Código de Trabajo, la Carta Magna y las Convenciones Internacionales de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), firmadas y ratificadas por la Asamblea Legislativa.
Sin más, el fracaso local y global del modelo neoliberal, los embates de la crisis económica derivados de la ausencia de controles promulgados por los discípulos de Hayek y Friedman, corrobora la aspiración del gobierno bicéfalo y de la poliarquía local al anunciar el Plan Escudo, que debo tomar de slogan la frase utilizada en Francia para proclamar el nuevo rey, pero adaptándola a la globalización con cola neoliberal: «El neoliberalismo ha muerto, ¡viva el neoliberalismo!».
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