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Centro de intervención pedagógica comunitaria

La educación es una herramienta de cambio y de mejoramiento socio-individual. No podemos ir por la vida sin forjar nuestros proyectos, porque cada quien tiene, tanto la capacidad como el compromiso de elegir las potencialidades que le permitan alcanzar sus objetivos.

La educación es una herramienta de cambio y de mejoramiento socio-individual. No podemos ir por la vida sin forjar nuestros proyectos, porque cada quien tiene, tanto la capacidad como el compromiso de elegir las potencialidades que le permitan alcanzar sus objetivos.
En ese sentido, las comunidades  engrandecen cuando sus habitantes se superan. Por ello, destaco el trabajo que viene realizando el Centro de Intervención Pedagógica Comunitaria, dirigido por  Ana Lorena Camacho y Nuria Mairena.
Con el respaldo de CONARE, las sedes regionales guanacastecas de la Universidad Nacional y la Universidad de Costa Rica desarrollan, conjuntamente, el proyecto “Dejando huellas”, cuyo objetivo es acompañar a los estudiantes rezagados en el proceso de bachillerato, con el apoyo académico, mediante clases gratuitas, en cómodos horarios, distribuidos durante los fines de semana; el  crecimiento integral, por medio de encuentros culturales y deportivos, así como  la atención psicológica.
Durante la primera fase de dicho proyecto de extensión universitaria, se matricularon decenas de estudiantes, quienes por diversas razones habían dejado sus estudios.  Hubo singular respuesta de alumnos de lugares distantes de Liberia, tales como  Tronadora, Santa Cruz, Birmania, Santa Cecilia y Upala.
La misión del Centro de Intervención Pedagógica Comunitaria es ofrecer un acompañamiento integral, con el propósito de motivar y orientar a los jóvenes rezagados y reinsertarlos en una oferta educativa, donde retomen sus estudios, los que, en muchos casos, habían abandonado por varios años. 
El objetivo es que puedan obtener su anhelado título de bachillerato.En muchas ocasiones, los alumnos rezagados de los sistemas formales relegan su actitud de estudio, porque les falta una motivación para continuar en la lucha por la superación personal, o bien, porque carecen de recursos para pagar las clases.  Hay alumnos que presentan sus pruebas en diversas ocasiones y no obtienen su aprobación, por lo cual arrastran recurrentes desilusiones, traumas, temores, angustias y frustraciones.
Muchos de los estudiantes matriculados en este proyecto  estudiaban, únicamente, con el apoyo de los libros del ICER; por eso, el hecho de que ahora se les apoye académicamente, con profesores competentes, que seleccionan dichas universidades estatales, es un acompañamiento muy valioso.
Confucio señalaba que: “Donde hay buena educación no hay distinción de clases”. Los sistemas educativos, en todos sus niveles, son hogares espirituales, donde debemos compartir, con vocación y ética, para hacer valer uno de los más inalienables derechos del individuo: ser mejores, para promover un mejor proyecto de vida.
Los educadores debemos re-encantar la educación, sobre la base de un componente con responsabilidad social y cultural, en un compromiso de   respeto a la dignidad de los otros, servicio a los demás, tolerancia, y una adecuada preparación académica, para el fortalecimiento integral de las diversas comunidades estudiantiles, sin exclusiones odiosas.
Y ese es el espíritu del Proyecto “Dejando huellas” que, en otra fase, pretende establecer Centros comunales de atención pedagógica, dirigido a madres, padres y adultos mayores, con el propósito de capacitarlos para la obtención de su bachillerato, injustamente postergado por un sinnúmero de condiciones adversas.              
¡Enhorabuena esa inversión educativa!
* Premio Nacional de Educación Mauro Fernández, 2008

  • Miguel Fajardo K.
  • Opinión
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