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En su desarrollo cada pueblo va construyendo su forma de vida y en el tanto que se va dando, se van creando diferentes necesidades, las cuales llegarán a ser parte de la cultura de un pueblo.
Es ahí en donde la carreta se convirtió en el instrumento de trabajo y símbolo de lucha de los ticos, y no de una lucha violenta o de armas sino una lucha de surgimiento y prosperidad, con el afán de surcar límites internos, de explorar y de comerciar con otras regiones locales los productos básicos como la caña de azúcar inicialmente y posteriormente el café que fuera el producto que tomaría mayor fuerza en el desarrollo del país para mediados del siglo XIX.
Por ello, uno de los símbolos nacionales es la carreta, símbolo del trabajo costarricense y es aquí donde podemos decir que este emblema representa el espíritu esforzado del pueblo costarricense, pacífico, amante de la paz y la democracia. El conocimiento de las tradiciones permiten conocer las raíces de lo nacional, pero la vivencia de ellas, nos identifica como miembros de una comunidad o de un pueblo. Hasta el siglo pasado no se daba especial importancia, a la forma como los pueblos vivían la existencia cotidiana, mejor dicho la de todos los días. Es ahí en donde una gran cantidad de libros nos hablan de política, de economía, de golpes de estado, pero muy pocos nos dicen como eran nuestras tradiciones, nuestras costumbres. La carreta conquistó el corazón de nuestro pueblo, y simboliza con fundamento la cultura, la paz y el trabajo, es decir humildad, paciencia, sacrificio, constancia en el afán por alcanzar los fines.
* Desde mediados del siglo XIX, con la extensión de los cultivos de café, con terrenos en extremo pendientes y llenos de barro, durante los meses de acarreo, se empezó a dar preferencia por carretas de rueda maciza, para evitar la acumulación de barro entre los radios que poseían las antiguas carretas, es ahí donde me atrevo a utilizar las palabras de Constantino Lascaris, en su libro “La Carreta Costarricense” en donde decía:
“… lo más típico de la carreta no quedó simplemente en la rueda maciza; esto no ofrecería especial interés. Lo que la caracteriza, y la hecho probablemente única en el mundo, es su decoración en vivos colores”…
La técnica de su fabricación evolucionó rápidamente, los colores y los diseños han constituido una nota peculiar del país. Durante cien años, hasta la entrada de los vehículos, las carretas pintadas fueron el eje del desenvolvimiento económico del país. La carreta costarricense se diseñó para superar las dificultades que presentaban nuestros viejos caminos como: lodazales, cuestas, curvas cerradas, duros pedregales, hondas quebradas y otros.
Con el fortalecimiento de la actividad cafetalera, se intensifica el uso de la carreta, que pasó a ser el mejor instrumento en el esfuerzo del país por producir y exportar el grano de oro. El camino a Puntarenas exigía la multiplicación de carretas. El café y la carreta garantizó el empeño de Costa Rica por desarrollarse y por generar riqueza pública. La edad de oro de las carretas puede ubicarse entre 1850 a 1935. Por este significativo aporte que dio la carreta al desarrollo del país, el Gobierno de la República decide nombrar a: La carreta Símbolo Nacional, el 22 de marzo de 1988, mediante Decreto No. 18197-C, publicado en La Gaceta No. 131 el 11 de Julio de 1988; en la Primera Administración del presidente Dr. Oscar Arias Sánchez.
Por todo lo anterior, para cualquier costarricense, amante de la patria y de los valores culturales y de los principios fundamentales del desarrollo de un pueblo, al mencionar la palabra carreta, se piensa en una Costa Rica apacible, estable, paciente y efectiva en el trabajo. Asociada al devenir nacional por más de una centuria. De ahí que es emblema del espíritu esforzado del pueblo. En que la decoración incluido el yugo, es una de las genuinas manifestaciones folclóricas de los ticos. La carreta, pintada con sus típicos dibujos constituye un fenómeno único en la historia de América. Así como también los adornos de los costados, compuertas y ruedas, en colores vivos y brillantes, constituyen una expresión artística popular, autóctona y espontánea.
Aunque los motivos ornamentales presentan evidentes semejanzas, puede afirmarse que no hay dos carretas pintadas exactamente iguales, siempre se dan cambios en los detalles y el acomodo de los dibujos, porque así lo exige la propia dignidad del artista. La carreta proclama la sencillez y aspiraciones de una Costa Rica rural y artesana, que ha buscado el surgir de su pueblo, que en muchos momentos se ha visto amenazado con la influencia de culturas extranjeras que vienen a quebrantar nuestros valores y principios fundamentales de la sociedad, de ahí depende de que el sentir nacionalista, se convierta en un arma no violenta sino más bien inteligente, que nos permita discernir de lo que realmente le conviene al pueblo costarricense, para defender la cultura y sus legados, en donde las aulas de nuestras escuelas y colegios sean nuestros “campos de entrenamientos”, con el fin de formar “un ejercito” de jóvenes amantes de la paz y la cultura costarricense.
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