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Las expresiones artísticas podrían ser una de las mejores maneras de que las personas adolescentes expresen sus sentimientos y aprendan a sobrellevar las situaciones difíciles de una manera sana, entendiendo el sufrimiento como algo normal del ser humano.
Así lo confirmó la psicóloga Laura Fernández, quien elaboró un estudio sobre el sufrimiento en la adolescencia para el VI Informe del Estado de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia en Costa Rica (EDNA), publicado por la Universidad de Costa Rica (UCR) en conjunto con la Organización de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Fernández propone la apertura de espacios en los programas educativos para que las personas jóvenes puedan expresar sus emociones a través del arte, la literatura y la música, bajo la orientación de profesionales preparados.
Según lo plantea la investigadora, es importante construir espacios en los centros educativos donde se les enseñe a ver al dolor como algo natural e inherente a todo ser humano, a externar sus miedos, inquietudes y conflictos afectivos y a pedir ayuda cuando sea necesaria.
“Está cada vez menos permitida la expresión del malestar, pues la presión social exige mostrarnos siempre bien”, explicó Fernández. Además, debería existir una mejor formación para el personal docente, con el propósito de fomentar una mayor capacidad de escucha.
El Estado de la Niñez y la Adolescencia anterior arrojó datos que demuestran que para la juventud es más importante una buena relación con los docentes que los vacíos en infraestructura de los colegios.
Agregó que el sufrimiento en esta etapa de la vida es un tema que se ha silenciado y prueba de ello es la escasez de estudios y estadísticas que traten la subjetividad y la afectividad de las personas jóvenes.
Fernández conceptúa la adolescencia como un tiempo y espacio de construcción de la propia subjetividad; de transformación en las relaciones con la autoridad y con los ideales; y un tránsito desde la infancia hasta la etapa adulta caracterizado por afectos muy extremos, aunque también muy cambiantes y contradictorios.
Esta serie de transformaciones suelen producir angustia en las personas. Sin embargo, Fernández recalcó que el sufrimiento es algo particular de cada persona y que por lo tanto, no se pueden establecer generalidades.
ENTRE PADRES E HIJOS
“La adolescencia implica una ruptura del joven o la chica con sus padres e implica una búsqueda y una construcción de su propia subjetividad, muchas veces necesariamente distinta a la de sus padres”, manifestó.
Debido a la transformación respecto de los lazos familiares, surgen conflictos en esta relación, ya que los padres y las madres notan cambios en sus hijos e hijas y le achacan la culpa a la música que escuchan, o a sus amigos.
Fernández indicó que en la mayoría de los casos, la comunicación entre padres e hijos se dificulta debido a que las personas adolescentes tienden a confiar más en su grupo de amistades, porque no encuentran una escucha respetuosa de parte de su familia o se muestran angustiados ante sus preguntas y dificultades.
Agregó que cuando hijos e hijas llegan a la adolescencia, en los padres y las madres se generan procesos inconscientes en los que se reactivan puntos problemáticos que ellos vivieron en esa fase, lo cual también dificulta la relación con las personas jóvenes.
Explicó que hay ciertos aspectos en los que los padres sí deberían intervenir y no lo hacen porque no saben si ciertas actitudes son parte del desarrollo normal de la adolescencia o si están sobrepasando los límites. En general existe una gran falta de información por parte de los padres.
Si los progenitores detectan algo en sus hijos que no se sienten capaces de abordar o de entender, la investigadora recomienda la búsqueda de ayuda con profesionales preparados, como psicólogos o profesores, de modo que se abra un espacio para trabajar con la conducta del adolescente.
“Es importante que los padres puedan al menos acercarse, hablar, preguntar, ofrecer ayuda, pero no silenciarse, porque de esta forma fortalecen el silencio del sufrimiento. Y ese sufrimiento, porque esté silenciado, no desaparece”, comentó.
Una de las recomendaciones del estudio es la necesidad de que las instituciones educativas ofrezcan espacios para la formación con padres y madres de familia y que no solamente se involucren en los aspectos económicos y académicos.
“En términos generales hay una tendencia a que los padres deleguen en la institución tal vez más de lo que les correspondería delegar. Es como si los docentes tuvieran que encargarse de todo y lo que pasa en el colegio no fuera asunto de ellos. Eso ha hecho que la relación de padres con jóvenes se vaya haciendo cada vez menos frecuente, e interactúan poco”, indicó.
PRESIÓN SOCIAL Y AFECTIVA
“Las razones del sufrimiento casi siempre se encuentran en la dinámica familiar y social que constituye su estructura psíquica con la que hacen frente a los avatares de la vida”, manifestó Fernández.
Otras de las causas del sufrimiento podrían ser la falta de herramientas psíquicas para enfrentarse a la presión de los otros, el lugar que la persona joven ocupa dentro de su familia, el divorcio de los padres, situaciones de violencia, enamoramientos que toman dimensiones catastróficas, exigencias sobre los atributos físicos que impone la sociedad o imposibilidad de comprar artículos de marca. Sin embargo, no todos los adolescentes se ven afectados por estas variables.
La investigadora afirma que la sociedad exige que la persona busque ser exitosa y ello provoca que la persona joven se preocupe en exceso por completar una carrera universitaria o bien sea excluida si no tiene este tipo de intereses.
Fernández asevera que se da una creciente sustitución de las formas de relación con los otros, especialmente entre los sectores más jóvenes de la población, debido al uso de tecnologías como los mensajes de texto a través de los celulares, el chat y los sitios de redes sociales como Facebook.
“Cada vez hay menos espacio para la conversación, la creación, para mirarse y para escucharse. Hay una serie de fenómenos en nuestra sociedad a los que hay que prestarles atención para ver cuáles efectos tienen en la psique y en la salud de la gente”, apuntó.
CONSECUENCIAS
Para Fernández, las demandas sociales y el malestar personal generan en las personas estrés, ansiedad y depresión. “Muchos problemas de salud en la población joven tienen como fondo las cuestiones afectivas. Lo interesante es que el abordaje de los sistemas de salud es meramente médico. No hay una mirada abierta a qué es lo que puede haber detrás de ese síntoma”, explicó.
Este mismo panorama se repite en el sistema educativo, pues ante las dificultades escolares o de aprendizaje, la posición de los docentes es agrupar a los jóvenes en determinados síndromes o trastornos como déficit atencional, hiperactividad y rebeldía.
Fernández agrega que el sufrimiento que pasan los adolescentes muchas veces desemboca en abusos de sustancias, adicciones diversas, relaciones sexuales prematuras, desórdenes alimenticios y suicidio. En su estudio, ella explica que el suicidio es la manifestación más extrema del dolor y que se da cada día más a edades más tempranas.
Las estadísticas reportan que en Estados Unidos es la tercera causa de muerte en personas entre los 15 y los 24 años y la sexta entre los 5 y los 14 años de edad. En los últimos cinco años, en Costa Rica se han duplicado los suicidios entre menores de 19 años. En el 2006, 43 de estos jóvenes optaron por quitarse la vida y dos de ellos eran menores de nueve años.
“La pregunta entonces es ¿qué es lo que está ocurriendo en la sociedad? ¿Qué es lo que pasa a nivel de familia, de escuela, en el sistema económico actual y en el lazo social entre las personas?”, insistió Fernández.
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