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¿Fuma?

Seduce desde edad temprana. Es un signo de distinción; con él marcas la diferencia. Cantantes, artistas de cine y vaqueros famosos no lo apartan de sus labios.

Seduce desde edad temprana. Es un signo de distinción; con él marcas la diferencia. Cantantes, artistas de cine y vaqueros famosos no lo apartan de sus labios.
El humo les da un carácter de distinción inigualable: el artista parece verse mejor en cada escena y el vaquero con un cargador de seis tiros mata a doce forajidos de una sola vez.
¿Quién dice eso? Los anuncios comerciales, las vallas publicitarias, Hollywood, las amigas y amigos que fuman y nunca se han enfermado… ¡Además, eso no me va a pasar a mí!
En los cafés o en los bares, mientras el humo se eleva lentamente desde tu boca, le pones un dejo de distinción a tus conversaciones. Dicen que calma los nervios y algunas personas lo usan hasta para controlar el peso: cuánto más fumas, menos hambre te da. Algunos no se van a dormir, si antes no se fuman dos o tres cigarrillos.
Por si acaso no te has informado – porque eso suele sucederle a otras personas – el fumado te pone el aliento insoportable, las uñas adquieren un tono amarillento, tus dientes y encías empiezan a sufrir graves problemas, algunos irreversibles si no se tratan a tiempo. Una carrera corta, o subir unas cuantas gradas, aumenta tu agitación. También, el pulso tembloroso o una tos persistente te acompañan durante todo el día. Esto desde la parte externa, de lo que otros podemos percibir a simple vista y que tú no te percatas a tiempo. No te percatas porque no aceptas que el hábito te va consumiendo poco a poco, porque lo primero que hace es consumir tu propia voluntad.
Tampoco te interesa saber de estadísticas de enfermedad. El cáncer de boca, de laringe, de pulmón o estómago que mata a millones de personas en el mundo no es tu problema. Tampoco te interesa saber cuántos mueren de infartos o enfermedades cardiovasculares, asociadas con el tabaquismo. Mucho menos te interesa saber sobre las secuelas de los que quedan vivos y de su pobre calidad de vida: problemas neurológicos que paralizan las actividades básicas de la vida, vida que depende de una máquina para sobrevivir. Los datos de invalidez lo demuestran: gente en la plenitud de vida pierde sus facultades.
¡Sí, del algo hay que morirse!, contradices a quien te trata de dar un consejo para que dejes el cigarro. Claro, de algo se tiene uno que morir, pero nadie está dispuesto a sufrir una muerte lenta, atroz, en donde debes someter toda tu voluntad para atrapar un poco de oxígeno. De esas muertes que primero te despedazan en vida a ti y a tus seres más queridos.
De esas que primero hacen que tu calidad de vida toque fondo, sin importar la edad, la etnia o la condición social y económica.
¿Fuma? No lo siga haciendo. El cigarro mata irremediablemente. Si no lo cree, visite uno o varios servicios hospitalarios para que se convenza. Para que palpe el dolor de las personas que sufren de enfermedades causadas por el cigarrillo, para que sienta la impotencia de quienes dependen de una máquina, para que se entere de lo que es vivir con un pulmón artificial… Para que conozca lo que el personal de salud lucha para combatir ese problema de salud pública. 
En fin, para que se reconozca en el sufrimiento humano.

  • Carlos Fuentes Bolaños (Profesor Tecnologías en Salud y Salud Pública)
  • Opinión
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