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Para justificar los fallos de las encuestas desde hace más de una década a la fecha, se dice continuamente que esos desaciertos se presentan porque las encuestas son el retrato de una situación al momento específico, especifico en que se toma la muestra y… diay, luego la opinión de la ciudadanía cambia.
Pero no debemos dejar en el olvido un gran detalle: que tanto para la campaña política de 1998, como para la del 2006, las encuestas fallaron aún durante el propio día de las votaciones o «Día E». Tomando en cuenta ese gran detalle, analicemos un poco este tema del desacierto de las encuestas, quedándonos, para eso, con lo acontecido durante la contienda entre don Óscar Arias y don Ottón Solís en el 2006.
En este caso, absolutamente nada extraordinario o de peso sucedió en el acontecer nacional o específicamente en el electoral, como para que el ciudadano cambiase de opinión ¡tan drásticamente!, al punto de hacer que la gran cantidad de puntos porcentuales -arriba de diez, rondando los quince- que separaban a don Óscar de don Ottón durante toda la campaña, e incluso justo antes del 5 de febrero según el decir de las encuestas, desapareciera como por arte de magia; y así poder sacar, en conclusión, que el desacierto de las encuestas al fin y al cabo de la campaña se dio porque el electorado cambió de opinión y punto. Y debemos tomar en cuenta que en nuestro país, dicho sea con todo cariño: somos muchos los que somos o muy cuadrados o muy rígidos o muy obstinados o muy… somos de no dar el brazo a torcer, digamos, y es muy difícil que cambiemos de opinión, tanto en política como respecto de cualquier otro tema.
A una inmensa mayoría de ticas y ticos se nos puede esgrimir una serie de argumentos contundentes sobre determinado asunto, y aún así: ¡no hay marcha atrás! ¡Qué va! No somos dados a escuchar, a prestar la debida atención; empecemos por eso.
El “no oigo, soy de palo”, siendo adultos y hasta bastante mayores, lo andamos metido en la cabeza como si fuésemos niñas y niños, aún. Ahora, insisto: aunque fuésemos cambiantes con relativa facilidad, más blandos, más suaves… nada, ni levemente pesado o crítico sucedió en el 2006 –ni en 1998-, como para que se hubiese dado un cambio de opinión en el electorado, ¡tan radical!, como el que, según lo que se ha venido insinuando, debió ocurrir. Sin embargo, lo principal que debemos recordar, según lo anoté al inicio de este texto, es que aún durante el mismísimo «Día E» o día de las votaciones, las encuestas fallaron rotundamente.
Durante ese día las encuestas de rutina que persistían y sobre todo las “encuestas a la salida de las urnas” anunciaban aquella misma ventaja a favor de Arias. A las 6 p.m. ellas anunciaban esa ventaja, aún.
Y también a las 7 p.m., aproximadamente. Al punto de que un medio de comunicación de sobra reconocido, se lanzó, con mucha confianza, a proclamar a don Óscar Arias como presidente, basándose en ese resultado; resultado de lo que ahora llamamos: “retrato de una situación en un momento específico”; tomado a la salida de las urnas, incluso, ¡después de que la gente votó! Por consiguiente, creo acertado decir que no es válido justificar el desacierto de esas encuestas apoyándonos en supuestos cambios dramáticos de opinión del electorado.
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