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Hablando de números

Las universidades públicas están a punto de sufrir un recorte de ¢7500 millones en su financiamiento. Un nuevo golpe a la educación costarricense.

Las universidades públicas están a punto de sufrir un recorte de ¢7500 millones en su financiamiento. Un nuevo golpe a la educación costarricense.
Los políticos hablan de medidas desesperadas para contener la crisis económica pero, curiosamente, esos recursos últimos solo se emplean para maltratar a la población.
Costa Rica a partir de la década de 1950 hizo enormes esfuerzos por forjar un destino igualitario para los ticos, así la educación y la salud de la mayoría fueron concebidas como las vías de acceso a ese propósito. El dinero que no gastábamos en ejércitos era invertido en el cultivo de la juventud y en la preparación de médicos.
Aún hoy podemos ver la huella de la labor a la que se entregara la voluntad política de entonces y todos los intentos por borrarla resienten el corazón de los costarricenses.
La crisis económica no toca sin embargo a la clase política y el financiamiento de sus ansias de poder siempre está a la mano, una mano muy desprendida y generosa, sin lugar a dudas.
Como muestra tenemos el despilfarro en campañas políticas, cuya factura tarde o temprano llegará a la población. Solo en su precampaña Liberación Nacional gastó la suma de 800 millones de colones y la próxima campaña lectoral nacional está presupuestada en la “bicoca” de 35.000 millones de colones.
Los números no pueden estar más claros. La clase política receta contención, ahorro y mesura a toda la nación, mientras se trata a sí misma con despilfarro y glotonería (que me perdone doña Clara Zomer).
La clase política no está dispuesta a ceder ni un ápice cuando eso toca sus intereses, que podríamos separar en dos tipos (de antes y después): primero los electoreros y luego el sangrado del país desde sus puestos públicos.
El costarricense medio (la “media clase” dirían algunos) no debe engañarse más y debe exigir el cumplimiento de las promesas de campaña y la integridad en la gestión pública.
Que no nos traicione nuestra mala fe, hace tiempo ya sabemos dónde está la falla. 

  • Liliana Ureña (Profesora de Filosofía)
  • Opinión
National Liberation
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