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El comunicador chileno afirma que América Latina es homogénea sólo por el idioma, porque nunca había estado tan dividida como hoy, lo cual tiende a la polarización social.
José Zepeda Varas, periodista chileno radicado en Holanda desde 1976 donde dirige el departamento Latinoamericano de Radio Nederland vino presentar, junto al especialista en derecho y profesor paraguayo, radicado en México, Benjamín Fernández, el libro La radio, entre la comunicación y el poder, que ese instituto holandés y Radio Libre de Paraguay editaron.
El volumen reúne textos de diversos autores acerca de temas no sólo de radio, sino de periodismo en general, derecho a la información y la relación de los medios con el poder.
En una muy breve entrevista con UNIVERSIDAD, Zepeda se refiere a algunos aspectos concernientes al tema y al golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya, cuyo período finalizaría en enero de 2010.
El comunicador nos atendió luego de realizar la exposición La radio: Entre la comunicación y el poder en el auditorio de la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica el pasado viernes 3 de julio.
Como alguien que ha vivido muchos años fuera de la región pero al mismo tiempo con la posibilidad de haber entrevistado a muchos de sus líderes y gobernantes actuales, ¿cómo ve la Latinoamérica contemporánea?
-Hay dos conceptos que me gustaría destacar respecto de América Latina. Pienso, en primer lugar, que América Latina es homogénea sólo por un aspecto, que es el idioma. Nuestros escritores, poetas y en alguna medida los medios de comunicación, son los únicos que han sido capaces de lograr una integración y darle sentido a una realidad regional; y creo que este es el capital más importante que hay en la región.
Por eso creo que el idioma hay que cuidarlo y hay que exigirle, y exigirnos, a los medios, la buena utilización del idioma, porque la gente nos imita y nos copia nuestra forma de hablar y cuando mal empleamos el idioma, cuando transgredimos el idioma, cuando cometemos barbaridades con él, la gente va y lo repite. Creo que tendríamos que hacernos una autocrítica sobre el tema.
El segundo aspecto es que América Latina quizás nunca había estado tan dividida como hoy. Hemos vuelto a las andadas ideológicas, y no estoy aquí juzgando a gobiernos de uno y otro signo, pero creo que la división se da fundamentalmente dentro de espectros políticos que tienden a la polarización social. Hay países divididos profundamente, hay familias divididas, y esto es muy malo para la democracia. No se construye democracia, ni se construye unidad regional en tan demasiada medida en los aspectos ideológicos.
Deberíamos buscar a través de líderes políticos una mayor integración. Tal vez una de las claves, para explotar en el presente y en el inmediato futuro, sea el aspecto económico.
Así como la Unión Europea pudo iniciar su proceso de integración en los años 50 a través del tema del acero, así tal vez, en América Latina el, entre otros, de la energía podría ser un excelente catalizador, desde unir voluntades que hoy están desunidas.
¿Y una moneda única, como el proyecto del SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional)?
-Claro. Pero se trata de proyecto a más largo plazo. Creo que necesitamos sentar las bases sólidas para poder pasar a estadios superiores. No te olvides que el Euro surgió hace poquitos años, después de casi medio siglo de intentos de integración, primero en la Comunidad Europea y luego en la Unión Europea.
Entonces, yo creo que paso por paso, con seriedad y con responsabilidad y con menos discurso, tenemos que ser capaces de que las cosas a las cuales nos comprometemos las cumplamos.
Pero no saquemos grandes arengas y grandes discursos unitarios, no reivindiquemos la figura de Bolívar, para luego lo único que hacer es cada uno por su lado y a defender sus intereses particulares, sectoriales y nacionales. Creo que en ese sentido no es el mejor momento para la región. Aunque, paradójicamente, existen las condiciones objetivas para que hoy logremos la integración.
Tenemos enormes riquezas naturales, como la energía, que hoy día es tan caro para todo el mundo, que podría ser un perfecto aliciente y no lo es.
Eso es una gran pena. Y podemos buscar la diversificación, creo que en América Latina algunos países ya lo están haciendo con gran éxito, lo que hace Brasil es digno de ser imitado. Diversificar las relaciones internacionales, no sólo conformarse con la Unión Europea, ni Estados Unidos, sino buscar en Asia, en otras latitudes, aliados para el futuro.
¿Considera que está mejor o peor Latinoamérica que en los últimos veinte años del siglo pasado?
-Lo que pasa es que ahora, mientras hablamos estamos todavía montados en la ola de la crisis económica, pero en varios países se ha combatido la pobreza, hemos tenido crecimiento sostenido desde el punto de vista económico de la región, en ese sentido digo que las condiciones objetivas están dadas. Hemos funcionado bien, hemos hecho muy bien la tarea al respecto del saneamiento de las administraciones públicas y del Estado. Todo eso lo hemos hecho bien, hemos creado y nos hemos abierto al mundo, pero el mundo se nos ha cerrado a nosotros.
El proteccionismo sigue siendo un drama para América Latina, que no puede competir en pie de igualdad con el proteccionismo de Estados Unidos y de la Unión Europea. Los europeos, y yo vengo de allá, son muy proteccionistas.
Estos son los grandes obstáculos, pero a América Latina no debería atemorizarla los obstáculos, hemos tenido los últimos quinientos años y los últimos doscientos de vida independiente, somos expertos en desgracias, en grandes tragedias y hemos tenido, y eso sí que hay que destacarlo, una voluntad infinita de persistir en nuestro esfuerzo por tratar de conquistar sociedad mejores.
Quisiera una visión suya sobre lo ocurrido recientemente en Honduras en relación con el tema del libro de Comunicación y poder.
-Tengo una opinión aparentemente contradictoria respecto del tema de Honduras. Lo primero que hay que decir, y por todo lo alto, es que nada, ni nadie tiene el derecho de romper el orden constitucional. Se trata de una medida extraordinariamente peligrosa no sólo para Honduras sino para América Latina.
Aquí todavía persiste la cultura del golpista, no son muchos, pero los hay que hoy día deben estar refregándose las manos y pensando que si fue posible en Honduras porqué no va a ser posible en sus países. Creo que eso hay que detenerlo inmediatamente.
Por eso ha sido muy halagador para los demócratas latinoamericanos que, por primera vez en mucho tiempo, se levante toda la región como una sola voz a decir: esto no lo vamos a aceptar y vamos a aplicar la Carta Democrática la Organización de Estados Americanos. ¿Desde cuándo la OEA no jugaba un papel preponderante en una crisis así? Si había sido insultada precisamente por mantener una indiferencia frente a los grandes problemas que había tenido la región.
La recuperación de un valor protagónico de un instrumento internacional y regional me parece muy importante; y el apoyo que ha recibido de todo el mundo, tanto del gobierno de los Estados Unidos, con el señor Obama a la cabeza, como de la Unión Europea que en su conjunto condena desde el primer momento, desde Grecia, este golpe militar.
Ahora, eso no exime la responsabilidad que tiene el periodismo de mirar los aspectos críticos de la cuestión.
Insisto, nada justifica el golpe, de manera que lo que voy a decir no es para matizar la realidad, sino para dejar constancia de que la actuación política del presidente (Manuel) Zelaya estuvo en muchos momentos reñida con la realidad del país.
Entonces, ojalá que este momento amargo que ha tenido que vivir injustamente su gobierno sirva también como un proceso de reflexión de que es fundamental preservar las instituciones democráticas y respetar la legalidad y la ley.
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