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Dos funcionarios de la CCSS lamentan ahora haber confiado en las supuestas bondades de las vacunas contra la influenza.
Patricia Segura Abarca y Giovanni Barquero Gutiérrez nunca pensaron que la vacuna que en teoría les iba a proteger contra los resfríos, más bien terminaría por desgraciarles una vida hasta ese momento saludable, al desarrollar a partir de ese fatídico pinchonazo una enfermedad dolorosa y degenerativa del sistema nervioso central: esclerosis múltiple.
La vacuna que desencadenó este mal para ambos era contra la influenza y se les aplicó a mediados del 2006. Lo paradójico de la situación es que los dos eran trabajadores del sector salud con la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), la cual pretendía proteger de la gripe a su personal, mediante una campaña de vacunación.
Barquero y Segura ahora lamentan el fatídico momento en que aceptaron inocularse con la vacuna de marca Fluzone –de la fábrica Aventis Pasteur, hoy Sanofi Pasteur- y que nunca se les informara de los eventuales riesgos a que se exponían, procedimiento conocido como consentimiento informado del paciente.
Dado que la CCSS no aceptó indemnizarles, el próximo 28 y 29 de julio se celebrará un juicio en el Tribunal Procesal Contencioso Administrativo, en el segundo circuito judicial de Guadalupe, Goicoechea.
En la argumentación legal de la parte demandante, se reclama que antes de aplicárseles la vacuna, a estas personas se les debió realizar “las pruebas de alergia para saber si no eran alérgicas a la proteína del huevo y a los metales pesados para diagnosticar si estaban en condiciones óptimas para suministrarles la vacuna”.
Lo anterior se refiere a los elementos que los fabricantes de vacunas les incorporan y que para algunos sectores opuestos a este tipo de medicamentos, son dañinos para la salud de quienes son vacunados, ya que son sustancias tóxicas.
En las ediciones 1807 y 1808, este Semanario publicó amplia información sobre cuestionamientos a la universalización de la vacuna contra la bacteria del neumococo, a las eventuales vinculaciones de la Ministra de Salud –María Luisa Ávila- con empresas farmacéuticas, y a la producción comercial de vacunas de dudoso beneficio sanitario.
Los problemas de salud que la mencionada vacuna desencadenó en Barquero Gutiérrez y Segura Abarca, plantean la duda de si tienen razón aquellas personas que desconfían de las bondades de las vacunas y si por el riesgo que acarrean se debe exigir el consentimiento informado al paciente cuando se aplican.
En este sentido, la opinión de la afectada Patricia Segura Abarca cobra mayor relevancia, en vista de que al momento de ver quebrantada su salud se desempeñaba como médica general, en uno de los Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (EBAIS) en Cartago, donde vive. Ahora ella ya no cree que las vacunas sean sinónimo de salud y difícilmente se pondrá otra en su vida.
Se intentó desde el jueves 2 de julio conocer la posición de la CCSS, pero no fue posible coordinar una cita con su oficina de prensa, debido a dificultades para acceder vía telefónica. Una secretaria detalló que desde hace varios días el sistema de telefonía tiene fallas y cuando se logró que contestaran no había un periodista que atendiera; tampoco devolvieron las llamadas.
MOMENTO FATÍDICO
Al remontarse al día en que le pusieron la vacuna, Giovanni Barquero Gutiérrez recordó que aquel 25 de mayo del 2006 se encontraba en su centro de trabajo: el Hospital Max Peralta de Cartago, en el que se desempeñaba como asistente de pacientes. Cerca de la medianoche le pusieron la vacuna Fluzone, dentro de la campaña de vacunación que la CCSS tenía con sus empleados. “Sentí como un escalofrío donde entró el líquido, pero lo dejé pasar porque pensé que era normal esa sensación”.
Salió de laborar a la mañana siguiente y al llegar a la casa sentía escalofríos y los tradicionales síntomas de cuando las personas están a punto de resfriarse. Era un viernes y al llamar al EBAIS el médico no se encontraba, por lo que en la noche se fue de nuevo a trabajar, a pesar de que sentía mal.
Durante el sábado los escalofríos se hicieron más intensos, lo cual lo obligó a ir a emergencias del hospital, en donde un médico le dijo que su estado se debía a la vacuna. Le recetaron algunos medicamentos, pero el domingo amaneció con problemas de respiración -como si tuviera asma- y de nuevo lo medicaron.
“En la madrugada del lunes, empecé a sentir la pierna izquierda pesada, con la sensación de no poder moverla. Fui al EBAIS y el doctor dijo que estaba perdiendo los reflejos. Me incapacitó por dos días.
Para el miércoles ya estaba arrastrando el pie izquierdo y sentía más avanzado el problema; el médico del EBAIS me envió de inmediato a medicina interna del hospital, en donde me dejaron internado por 20 días”.
Durante este lapso le hicieron dos punciones lumbares, una resonancia magnética, le pusieron 65 frascos de gammaglobulina. Tras la resonancia magnética le informaron que en el cerebro tenía una serie de pequeñas inflamaciones desmielinizantes. A ello se sumaron dolores constantes de cabeza y una subida de la presión arterial que se mantiene hasta la actualidad.
Un neurólogo de quien prefiere no acordarse por el mal trato que daba, le comunicó sin mayores detalles que su padecimiento era una esclerosis múltiple. Antes de la vacuna “yo era sano, no padecía de nada, y mucho menos tenía antecedentes neurológicos”.
El calvario de Giovanni apenas comenzaba, pues le recetaron una serie de exámenes para precisar sus padecimientos y los diagnósticos daban resultados muy diversos -según le informaban los médicos-, todos tendientes a no aceptar que el origen era la vacuna Fluzone.
“Yo ahora voy a las citas cansado. Uno dice todo lo que siente y es como decírselo a la pared, porque ni apuntan, es lo que ellos digan, uno es como si fuera nada y más que ya se han dado cuenta de que tenemos la demanda puesta (…). Ya uno nada más le pide a Dios que no le avance esto más”, expresó.
Recordó que cuando lo vacunaron, las enfermeras a cargo se lo plantearon como algo obligatorio. No se opuso porque lo vio como un reforzamiento de la salud, pues en ese entonces se hablaba del peligro de la gripe aviar. “Que yo me acuerde, nunca firmé un consentimiento informado”.
Debido a que puso una denuncia posterior en la Defensoría de los Habitantes y esta intervino, ahora en el Hospital Max Peralta se le informa al paciente antes de poner las vacunas y debe firmar su consentimiento, puntualizó.
Con resignación, Barquero comentó que a raíz de esta vacuna su vida dio un giro radical; ahora “camino mucho rato y renqueo, los dolores son como corrientes eléctricas, la vista se me nubla, veo doble, borroso, me dan mareos, la debilidad y el calor lo ponen a uno como si hubiera estado trabajando sin parar”.
Aunque apenas tiene 34 años, está pensionado por invalidez desde hace un par de años, en razón de su enfermedad. (Ver definición de la esclerosis en el recuadro)
DE MÉDICA A PACIENTE
El caso de Patricia Segura Abarca no es muy diferente al de Barquero y quizás la diferencia estuvo en que los síntomas de ella no se presentaron de inmediato.
Al quebrantarse su salud tras la vacunación contra la influenza, pasó de médica general en un EBAIS de Cartago, a paciente permanente en el sistema hospitalario de la CCSS.
Recordó que había un memorando de la Caja que planteaba una campaña de vacunación para prevenir la gripe aviar y con el fin de que su hija de tres años viera que no dolía al ponérsela, coordinó para que su esposo la llevara al momento de ser inoculada, un viernes 8 de abril del 2006. Se acuerda perfectamente de la fecha, porque al día siguiente festejaba el cumpleaños de su hija.
Para el lunes comenzó con dolor de cabeza muy fuerte e incluso tuvo problemas de equilibrio y tos; “cuando tosía sentía que los ojos se me salían”. Pensó que le iba a dar gripe. No obstante, se fue a trabajar así y tuvo serios dificultades para enfocar la vista.
Con el pasar de los días Patricia comenzó a sentir además vértigo, debilidad y temblor de manos que le impedían a veces hasta comer, por lo que a finales de mayo consiguió una cita para ser atendida por un neurólogo en el Max Peralta, en donde la incapacitaron por ese día y le mandaron a hacer una tomografía.
En un hospital privado se hizo exámenes de resonancia magnética y le indicaron que tenía lesiones de esclerosis múltiple. Otro médico le dijo que podría ser migraña y desde entonces los exámenes y medicamentos de un tipo y de otro han estado a la orden del día.
Al igual que Barquero, los diagnósticos sobre los males de Patricia dados por los distintos médicos que la han atendido, son tan variados que a veces coinciden o se contradicen, y apuntan a no especificar que la causa es la vacuna.
La médica padece de frecuentes dolores de cabeza, de episodios de incontinencia urinaria, debilidad corporal que ni siquiera le permite hacer tareas en la casa o movilizarse, mareos, y dolor ocular que le imposibilita leer.
Patricia, de 44 años de edad, también está pensionada por invalidez y lo que recibe es tan solo un 33% del último salario que devengaba como médica de la Caja, monto que tiene que estirar al máximo, ya que al momento de enfermarse recién había contraído un préstamo para comprar una casa.
Respecto de su opinión acerca los beneficios de las vacunas, la médica expresó que ya no cree en sus bondades e incluso dudó de ponerle a su hijas las previstas para los cuatro años; después de mucho dudarlo se las puso porque son las del cuadro básico de vacunación.
“Siento que las vacunas no benefician a nadie y mucho menos las que se traen sin siquiera estar comprobado de que producen más beneficios que perjuicios”, acotó.
Vacunas riesgosas
De acuerdo con el expediente de la parte demandante contra la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), al aplicar esta institución la vacuna Fluzone, se hizo efectivo un riesgo para la salud de las personas inoculadas.
Lo anterior, por cuanto según lo indica el inserto (prospecto) de la mencionada vacuna, “además de contener varios minerales pesados que son venenos y dañan el sistema inmune y neurológico, contiene entre ellos como preservante, la sustancia tóxica (Thimerosal) y, en forma clara advierte acerca de las complicaciones neurológicas; una de ellas, la esclerosis múltiple”. En vista de que los medicamentos en general -y en especial las vacunas contra la influenza- contienen sustancias que pueden provocar enfermedades neurológicas, es un deber y una obligación de la administración encargada, velar por la vida y la salud de los administrados. Esta omisión de investigar engendra responsabilidad. Y si se investigó y no se actuó en consecuencia, la responsabilidad es mayor”, sostiene el abogado Jorge Bermúdez en el documento judicial.
Argumentó que la CCSS está en la obligación de tomar medidas de seguridad y el Comité de Farmacovigilancia de esta entidad tiene la obligación de prevenir los efectos secundarios de los medicamentos. Además, agregó que los funcionarios de salud “estaban en la obligación de preguntarle a la paciente e indagar en su expediente clínico si ella o algún familiar había tenido los síntomas de la alergia a la proteína del huevo”, contenida en las vacunas.
En criterio del abogado, en el caso de Patricia Segura “se colocó a la paciente en una situación de abandono y desamparo; se permitió que sucediera un evento dañoso que ella no contribuyó a crear y que puso en peligro su vida. No actuó la Caja con la reserva, recaudo y cuidado indispensables, en vista de las consecuencias neurológicas de la vacuna contra la influenza”.
Acerca de la aplicación de las vacunas sin que se informe a los pacientes, Bermúdez enfatiza en la necesidad de que este procedimiento realmente se lleve a cabo.
“El consentimiento informado del paciente es el proceso de diálogo que se establece entre el servidor de la salud y el paciente o usuario del servicio de salud, en un ambiente apropiado, mediante el cual éste, después de recibir la información adecuada y veraz acerca de un determinado tratamiento, decide si lo acepta, lo rechaza o después de aceptarlo, resuelve revocarlo; mediando siempre un lapso de tiempo entre la información recibida y su determinación”, recalca en el expediente.
También se cita un pronunciamiento de la Sala Constitucional, en el que se aclara que “el carácter voluntario del consentimiento puede resultar vulnerado cuando es solicitado por personas en posición de autoridad o de gran influencia sobre el sujeto de la investigación o cuando no se da un tiempo suficiente para que el sujeto pueda reflexionar, consultar y decidir”.
De acuerdo con indagaciones de la parte acusadora, la vacuna Fluzone no se encontraba registrada al 27 de febrero del 2007 en la Dirección de Registros y Controles del Ministerio de Salud, indica un informe con esta fecha.
Más tarde, el 26 de febrero del 2008, la gerenta de la CCSS –Rosa Climent- explica en un oficio que la vacuna para la influenza (en general) está incluida en la Lista Oficial de Medicamentos, y “existe en la Ley General de Salud, el artículo 117 que permite la importación de medicamentos que no se encuentren inscritos en el Ministerio de Salud.
Esta vacuna se adquiere por medio del fondo rotatorio de vacunas de la Organización Panamericana de la Salud”.
Una enfermedad degenerativa
“La esclerosis múltiple es causada por el daño a la vaina de mielina, la cubierta protectora que rodea las neuronas. Cuando esta cubierta de los nervios se daña, los impulsos nerviosos disminuyen o se detienen”, explica la dirección en Internet de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos y los institutos nacional de la salud.
Esta enfermedad es progresiva, lo que significa que el daño a los nervios (neurodegeneración) empeora con el tiempo. La rapidez varía de una persona a otra.
Mientras tanto, el daño al nervio causa inflamación, la cual ocurre cuando las células inmunitarias del propio cuerpo atacan el sistema nervioso. Se pueden presentar episodios repetitivos de inflamación a lo largo de cualquier área del cerebro o de la médula espinal.
Los investigadores no están seguros sobre qué desencadena la inflamación. Las teorías más frecuentes apuntan hacia un virus o un defecto genético, o una combinación de ambos.
Las personas con antecedentes familiares de esta enfermedad y las que viven en un área geográfica con una incidencia más alta, tienen un riesgo mayor de padecerla.
En cuanto a los síntomas, estos varían, porque la localización y magnitud de cada ataque puede ser diferente. Los episodios pueden durar días, semanas o meses, y se alternan con períodos de reducción o ausencia de los síntomas.
Debido a que los nervios en cualquier parte del cerebro o la médula espinal pueden resultar dañados, los pacientes con esclerosis múltiple pueden tener síntomas en muchas partes del cuerpo.
Entre los síntomas musculares se encuentran, pérdida del equilibrio, entumecimiento de cualquier área, problemas motores y dolores musculares, dificultad para hablar y entender, y espasmos incontrolables de algunos músculos.
De igual manera, se sufre de visión doble, movimientos oculares rápidos e incontrolables, y pérdida de visión. Mientras tanto, como síntomas cerebrales y neurológicos se presentan: disminuciones de la memoria, de la capacidad de atención y de discernir, depresiones, mareos, dolor facial y fatiga, al igual que estreñimiento, e incontinencias urinaria y fecal.
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