Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
El fracaso de la mal llamada “mediación” entre el presidente Manuel Zelaya y los golpistas hondureños representa una victoria moral para el pueblo hondureño y una derrota moral contra el gobierno de Washington.
La tal mediación fue una maniobra política para extender la agonía del gobierno golpista y ganarle tiempo, usando al útil peón Oscar Arias, quien una vez más, usando su título de Nobel de la Paz busca sacar las castañas del fuego a los EEUU a cambio de figurar mundialmente como un demócrata y humanista. Por cierto, de esta justa también salió mal librado el propio Arias, puesto que sirvió para que quedara en evidencia ante la opinión pública, pues se convirtió en el objeto de decenas de denuncias por parte de diferentes sectores como un neoliberal con antecedentes antidemocráticos en su propio país.
Ahora bien, la intransigencia y la soberbia ciegan a los golpistas, quienes se creen intocables por contar con el respaldo de la Embajada de los EEUU (recordemos que el embajador Llorens sigue en funciones en Tegucigalpa cumpliendo papel de pro-golpista tal y como lo hizo en Venezuela en el 2002). Mientras que el presidente constitucional Manuel Zelaya aceptó la mediación e inclusive los siete puntos postulados por Arias el 20 de julio, los golpistas, a pesar de contar con la asesoría de onerosos abogados estadounidenses, no quisieron dar su peludo brazo a torcer y rechazaron de plano la propuesta. Independientemente de cuán cuestionable fuera la propuesta en sus términos de fondo: el retiro de la cuarta urna, la conformación de un gobierno “de coalición” e inclusive una amnistía para Micheletti y su pandilla, Zelaya aceptó con tal de mostrar su buena voluntad para encontrar la solución pacífica al amargo trance del pueblo hondureño. Del otro lado, los golpistas se negaron a continuar conversando y echaron por la borda lo que Hillary Clinton les ofreció como salida “digna” a su precaria situación política y económica como gobierno de facto.
El pueblo de Honduras no quiere al aterrado Micheletti y aclama a Zelaya, el país se encuentra paralizado económica, social y políticamente, sometido a un toque de queda y constantes violaciones de los derechos humanos de su población. La ONU y la OEA entre otras organizaciones internacionales condenaron el golpe por unanimidad. La Unión Europea canceló los préstamos y cooperación comercial con el gobierno golpista. Los golpistas están aislados interna y externamente. Y sin embargo, rechazan la mediación y la orden de Clinton. La reacción no se hizo esperar: la patrona Clinton llama al monigote Micheletti y lo reprende por su estúpida actitud (llamada calificada como “muy dura” por el vocero del Departamento de Estado).
El 24 de julio Zelaya cruza la frontera y entra a Honduras valiente y pacíficamente. El golpismo responde con sinnúmero de retenes, acosamiento de la población que acude al encuentro de Zelaya y le dispara al pueblo una vez más. Zelaya no puede continuar hacia el interior del país y se devuelve a Nicaragua no sin antes haberse reunido con cientos de hondureños que a pesar de la represión, evadieron a los soldados y policías arriesgando sus propias vidas con tal de saludar y manifestarle su cariño y fe al mandatario que escogieron en las pasadas elecciones.
Luego de dispararle al pueblo nuevamente, el títere Micheletti apela a gobiernos de naciones desarrolladas para que actúen como “observadores” al “proceso de negociaciones”, felicita a los gorilas que lo mantienen en el poder y cita a un presidente de los EEUU para demostrar a quién obedece y a quién le guarda fidelidad. Una vacía apelación más al imperialismo internacional y a una opinión pública que lo sigue repudiando y mirando como un dictador anacrónico cuyas horas en el poder están contadas.
El ejemplar gesto de Zelaya y su constante llamado al diálogo y a la resistencia no violenta evidencian un hombre a la altura de las circunstancias: un mandatario “honesto” (tal y como lo describió Fidel) dispuesto a sacrificarse a manos de sus enemigos antes que transigir en sus principios democráticos y pacíficos. Su entrada a Honduras, aunque breve, representa la primera victoria moral del pueblo hondureño: le da mayor sentido y le infunde nuevos bríos a su patriótica lucha de resistencia contra el gobierno de facto. El paso de las palabras a la acción por parte de Zelaya pone fin a la mal llamada mediación y se trae al suelo la maniobra de Washington descubriéndola como tal. ¿Cuánto tiempo más sostendrá el gobierno de Washington a los golpistas hondureños? ¿Cuánto tiempo más podrá el gobierno de Obama (con su consentimiento o sin él) mantener el oxígeno a los golpistas? ¿Cuánto tiempo más podrá ganarle el gobierno de los EEUU al gobierno de facto con la burda esperanza de desgastar la resistencia civil?
Queda desnudo el Imperio como gestor y alcahueta del golpe de Estado. Queda desnudo el gobierno de Obama como el progenitor del primer golpe de Estado del siglo XXI. Esta victoria moral engrandece el espíritu del pueblo hondureño y del presidente Zelaya: la lucha seguirá hasta la victoria popular y la restitución del presidente para que termine su periodo constitucional en enero del 2010. La frágil democracia de Honduras y de toda Latinoamérica depende de esta gesta.
Este documento no posee notas.