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Una pequeña llamada de atención

En tiempos recientes hemos observado como tanto el Pbro. Mora Mesén (La Nación, 31 de mayo) así  como el Pbro. Chávez (La Nación, 19 de mayo) han logrado proponer conjuntamente, un modelo más espiritual del ser humano, que difiere mucho del paradigma actualmente en práctica.

En tiempos recientes hemos observado como tanto el Pbro. Mora Mesén (La Nación, 31 de mayo) así  como el Pbro. Chávez (La Nación, 19 de mayo) han logrado proponer conjuntamente, un modelo más espiritual del ser humano, que difiere mucho del paradigma actualmente en práctica.
Se trata pues de ensalzar o al menos defender un modelo y un paradigma de vida, que mantenga que la necesidad protectiva de la sociedad,  es más importante que un comercio libre que lo privatice. Parece que este último conlleva daños colaterales bastante altos. Daños que se estiman en mortalidad y en enfermedades relacionadas con el distrés y la desnutrición. También se pueden estimar índices de daño en cuanto a  la ciudadanía de tercera edad. 
En estos  modelos de libre competencia, la expansión del capital parece ir en paralelo con la contracción de la riqueza popular. También de una disminución en los valores humanistas de la sociedad. Por ende el humano puede ser reducido a las premisas del trabajo y del consumo con gran facilidad. Se le pueden prometer paraísos falsos y mundos felices en vías de fracaso, para estimular tanto su tasa de trabajo así como su consumismo  (y facilitar por ende su adquisición de crédito).
El problema es  como, indica McEwen en uno de sus trabajos del año  2000, el que  dicho paradigma favorece la exclusión de una parte de la población del total de la sociedad que goza de beneficios protectivos. Kopp et al. en una investigación realizada en Hungría, en el 2007, indica que el nivel de mortalidad aumentó en dicho país al pasar de un paradigma socialista a uno de libre competencia. Yu en una investigación llevada a cabo en el 2008 ofrece datos similares en la China. Según parece, el paradigma de libre competencia y en particular el de tipo no regulado, tiene un índice muy alto de no protectividad ciudadana. El daño colateral es el ciudadano excluido de la marcha centralizada de su sociedad. Niños y viejos principalmente y en algunas sociedades las mujeres también.
El ser humano como cosa cotizable es una de las características de dicho sistema. Lo sacro no se considera fundamental al eje de la marcha de la sociedad, así como tampoco lo santo o lo mítico.  Esta característica resulta fatal y establece una división entre la vocación hacia el progreso humanista  y lo que se considera el progreso pragmático.
Dicha brecha, a su vez, puede que sea la causa de los elementos contradictorios que producen estados de pugna entre lo mediático y lo religioso. Se le acusa a lo mediático de intentar resimbolizar al hombre, en vez de trasmitir un mensaje transformativo. Se le acusa de inventar un ser humano que yace feliz con solamente el hecho del consumo y no de una trascendencia significativa. Ser importante es disponer de suficiente crédito para obtener tarjetas de oro o de platino. Ser importante ya no es producir el hecho de una victoria espiritual, científica, filosófica o artística.  ¡Quizás una generación futura se ha de preguntar si la Madre Teresa  tenía una tarjeta de máximo crédito o no! ¿Cuál pues, ha de ser la medida del hombre? 
La vulgaridad que causa  el paradigma y el modelo de un capitalismo tipo salvaje,  no protectivo y no regulado, lleva a una libre competencia contra una parte de la ciudadanía. El subciudadano del Tercer Mundo se encuentra similarmente obligado, a trabajar con  condiciones infrasalariales, con respecto a los países industrializados (una de las contradicciones de la globalización). El sentido de justicia al respecto de la estadía humana de estos ciudadanos, debe ser cuidadosamente estudiado de manera teológica. También lo debe ser a manera filosófica, pues se está partiendo del supuesto, que todas las premisas humanas pueden ser generalizadas en términos de una sola naturaleza humana. Pero esta no existe a manera de reciprocidad salarial, ni tampoco en materia de trato social o demográfico. ¿Será que el Tercer Mundo necesita una filosofía propia para sus condiciones humanas? Las premisas de los derechos humanos no pueden coexistir con la presencia de facto de  una infrahumanidad. No existe democracia posible en medio de la miseria. No se puede mentir y luego tapar lo falso en oleadas de propaganda que lo niegan.
En realidad, las democracias de apertura comercial de tipo bochorno, (no hablamos del capitalismo solidario o benevolente) terminan cotizando al hombre y con ello le niegan su destino espiritual.  El libre mercado de hace treinta años formó parte del engranaje de una guerra fría que competía contra el socialismo soviético. Al desaparecer la Unión Soviética, desapareció el rival de dicha forma de vida económica y militar. El triunfo del capitalismo no regulado llegó a ser total. En la actualidad parece que muchos de estos sueños han desaparecido pues, el intento de crear una sociedad en base a la mercantilización del ser, conllevó la destrucción de parte de la heredad espiritual del hombre. En realidad, el futuro demanda la reconstrucción de una humanidad averiada, más que otra promesa de paraísos y mundos que ya han fracasado.

  • Carlos Ml. Quirce Balma (Catedrático e investigador UCR)
  • Opinión
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