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Recientemente el escritor José León Sánchez publicó un artículo que pretende descubrir la cara oculta del expresidente de la República Juan Rafael Mora, presentándolo como un hombre lleno de ambición y egoísmo, dispuesto a expandir su poder político adueñándose de la vecina Nicaragua; traicionando a Costa Rica al firmar el Tratado Cañas Jerez, lo cual lo llevó finalmente a su fusilamiento.
El presente artículo rebate este punto de vista, poniendo en la dimensión histórica correcta la trascendencia que tuvo la Campaña Nacional de 1856-1857 y la figura gigante e inmortal del Héroe Nacional Juan Rafael Mora.
Después de la rendición de William Walker en Rivas, el 1 de mayo de 1857, luego de año y medio de guerra por la libertad y la soberanía centroamericana, liderada heroica y brillantemente por el Ejército Expedicionario de Costa Rica, los líderes nicaragüenses en lugar de apoyar efectivamente las acciones militares sostenidas por las tropas centroamericanas al mando del general José Joaquín Mora, preferían fortalecer sus posiciones políticas partidistas de cara a disputarse el poder de un futuro gobierno sin la nefasta presencia del poder esclavista sureño de los Estados Unidos.
La situación política de Nicaragua era tan incierta, con los políticos responsables de la llegada de Walker en 1855 regresando a las viejas intrigas y rencillas localistas, que el 21 de mayo de 1857, los representantes de los departamentos de Granada y Rivas le entregaron al general José María Cañas una carta solicitando la anexión de esos territorios a Costa Rica. Cinco días más tarde respondió a los anexionistas que la decisión no dependía de él sino del Supremo Gobierno costarricense, a quien debía de elevarse la inquietud. La oferta fue conocida y rechazada por el Congreso de la República.
Mientras tanto, el Presidente Juan Rafael Mora tomó la decisión de mantener las posiciones militares del Río San Juan y los barcos arrebatados a las fuerzas de Walker, protegiendo muchos meses de exitosa campaña militar; previendo el sabido pronto regreso de otra expedición filibustera.
El Gobierno nicaragüense, conformado por frenéticos ex-socios y después enemigos mortales de Walker, exigió de forma altanera la devolución inmediata del río, olvidando que fue precisamente el ejército costarricense el que luchó y triunfó por liberar la principal vía de abastecimiento de pertrechos militares del filibusterismo, sin contar nunca con el apoyo efectivo de las tropas nicaragüenses. Todo lo contrario, cuando no huían despavoridos al primer disparo de los rifleros americanos, atacaban a cañonazos desde la orilla a las embarcaciones costarricenses que custodiaban la ruta acuática.
Ante la contundencia de los hechos y el imperativo de mantener el control sobre el San Juan, el Presidente Mora se negó a acceder a las pretensiones de los nicaragüenses, cuya violenta reacción no se hizo esperar. El 19 de octubre de 1857 Nicaragua le declara la guerra a Costa Rica, amenazando aliarse con los Estados Unidos (¡vaya ironía!), incluyendo dentro del paquete de sus exigencias el viejo e inconsistente reclamo de recuperación del Guanacaste.
La amenaza de guerra no se materializó gracias a la mediación del general Cañas ante el Presidente Tomás Martínez, accediendo a devolver parcialmente a Nicaragua el control del San Juan. Se ordenó al coronel George Cauty, comandante de operaciones de la zona que traspasase el Fuerte de San Carlos al militar nicaragüense coronel Segundo Cuaresma; quien en diciembre de ese año 1857, abandonó cobardemente el puesto a su cargo al aproximarse las tropas filibusteras provenientes de Punta Castilla.
Como consecuencia de la grave situación creada por la amenaza de guerra de Nicaragua, el Presidente Mora, coaccionado y con un país desgastado por la recién terminada guerra filibustera, no tuvo más alternativa que instruir al general Cañas para que firmase el Tratado Cañas-Jerez, complaciendo así la injusta imposición del antiguo gran amigo y luego gran enemigo de William Walker, autor del documento, el voluble general y abogado leonés Máximo Jerez Tellerías.
De esta forma es que los costarricenses perdimos el derecho soberano sobre el Río San Juan, límite natural respetado y aceptado desde tiempos de la Colonia; hasta que la política exterior de los Estados Unidos hizo que los gobernantes nicaragüenses reclamasen la propiedad absoluta de toda la vía fluvial para construir el ansiado canal interoceánico, sin tener que incluir a la incómoda Costa Rica, que era para entonces un exitoso socio comercial de su rival geopolítico: Inglaterra.
La Campaña Nacional o guerra necesaria para derrotar al enorme poder filibustero que amenazaba la estabilidad política y la libertad de Costa Rica y de los demás pueblos centroamericanos, se ganó gracias a la valentía de un pueblo que creyó en la visión, la honestidad, el liderazgo y la capacidad de un gran gobernante: don Juan Rafael Mora Porras; quien supo anteponer los mejores valores patrios en perjuicio de sus propios intereses empresariales y de clase, ganando un sitio de honor en el altar de la patria, acreedor eterno de la gratitud de su pueblo.
Ante la traición de que fue objeto en agosto de 1859, a manos de los socios locales del filibusterismo, don Juanito pudo recuperar el poder político. Inclusive, pudo haberse constituido en presidente de toda Centroamérica de haber aceptado la oferta hecha por el Presidente esclavista James Buchanan, con quien se reunió en Washington, en septiembre de 1859.
No sin razón, el embajador costarricense en los Estados Unidos, don Luis Molina, escribía en esos días a su relevo en Costa Rica, don Jesús Jiménez Zamora, diciéndole a modo de advertencia que Mora podría llegar a tener un enorme apoyo secreto de los Estados Unidos, refiriéndose sin duda a la reunión de la cual él mismo había sido testigo.
La ceguera de tipo histórico no está en la vista, sino en la conciencia del individuo.
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