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Para el Estado siempre ha sido compleja la relación con el ámbito de la cultura y el arte. La fiscalización y el control generalmente riñen con la vocación de entusiasmo y espíritu voluntarista, del trabajador del arte.
Un buen gobierno sabe que todo exceso de control paraliza y debe corregir los mecanismos rápidamente. De hecho, los argumentos para evitar dar pensiones a quienes dedican su vida al arte, sin marcar tarjetas de entrada y salida, sin cotizar para ningún régimen que no sea la necesidad de comunicar y hacer arte, son los mismos que, del otro lado de la barrera, se tienen, para señalar la parálisis que genera el control y el exceso de fiscalización, en actividades que no cuentan con un método predecible al cien por ciento, en cuanto a oportunidades, coincidencias y aproximaciones se refiere. Por eso, la autonomía es fundamental entre disciplinas tan diversas. ¿Si se requiere del Estado para tener una pensión, y el Estado así lo reclama,cómo relacionarse con el Estado si la utilización del concepto de trabajo es arcaico en su definición, excluyente de quienes alientan y generan la vida cultural que lo nutre? Exclusión tanto para los beneficios como para los criterios con los que dirigen, señalan y controlan sus funciones, exigiendo una extraña mezcla de moral y servilismo, a los funcionarios, cuando no libertad de decisión, credibilidad y legitimación de sus operaciones. La lógica de la incongruencia es esta:Si trabajan para el Estado, no trabajen el arte, trabajen para el Estado, fiscalizando maniacamente las solicitudes de quienes quieren trabajar el arte sin construir relación alguna con ellos y sin educar a los fiscalizadores en el tema artístico. Si no trabajan para el Estado, trabajen el arte, pero no pidan garantías ni beneficios que no merecen por no ser parte de la burocracia.¿Cómo conciliar las diferencias conceptuales de quienes trabajan con el entusiasmo creativo y de quienes trabajan con los imperativos categóricos de los requisitos perpetuos? Diferencias que dan paso, a su vez, a otras.O bien se contrata a un equipo que se dedique solo a esa parte de la historia, o bien, se define quién manda a quien, delegando con respeto, para que el resultado, en cuanto a la calidad y al número de manifestaciones culturales que tenga Costa Rica sea el reflejo de un Estado vivo, y no de un Estado permisivo para unos y prohibitivo para otros.
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