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Resulta hasta cierto punto comprensible que el presidente Obama no se refiera a que durante la administración de su antecesor, el presidente Bush, se encarceló y torturó (se sigue torturando, por lo demás) niños que van desde 8 a 13 ó 15 años de edad.
La cifra podría alcanzar los 6.000 niños y la tortura comprende cárceles al menos en Irak, Pakistán y Guantánamo (Cuba). La denuncia la han realizado muchos periodistas y organizaciones y ha sido suscrita por el expresidente J. Carter (“Nuestros valores en peligro de extinción”, Simon&Schuster).
El silencio de Obama resulta explicable porque la tortura, y en particular la de niños, es un delito internacional de lesa humanidad, no prescribe y debería llevar a prisión a sus actores y arquitectos políticos, en este caso a militares estadounidenses y al expresidente Bush y su corte. La estatura moral de Obama (en la que muchos depositaron alguna vez esperanzas) no da para eso. El no es una ‘buena persona’ sino un presidente de Estados Unidos. Encarna el poder imperial. Y como tal no enfrenta ni los crímenes de los emperadores anteriores ni los derivados de la acumulación global de capital. Carece de fuerzas para eso. Y de ánimo para intentar producirlas.
En cambio, Obama habla de otras cosas, aunque también lo hace mirando sin querer ver. Casi promediando el segundo mes desde que un golpe de Estado sacudió a Honduras recurrió a su “ingenio” para señalar que le parecía irónico que quienes han criticado “la injerencia de Estados Unidos en América Latina, se quejen ahora de que no está interfiriendo lo suficiente”. Sin duda, o tiene la mirada turbia o está observando Groenlandia mientras habla de América Latina. En primer lugar, no todos en este subcontinente se ha quejado del intervencionismo armado y no armado de Estados Unidos en la (“su”) región. Muchos con poder lo han pedido, utilizado, exaltado y agradecido. Este agradecido intervencionismo casi siempre favoreció a lo peor de la caverna latinoamericana (oligarcas, fuerzas armadas, tecnócratas místicos, aparatos clericales). Quienes lo han resentido han sido sectores nacionalistas, agrupaciones políticas de centro-izquierda e izquierda y, por supuesto, las víctimas populares. Ninguno de estos frentes exige a Obama que “presione un botón y reinstale a Zelaya”.
Lo que se le pide es que haga la parte que le corresponde en su decisión de “trabajar en alianza con otros países” para terminar con el régimen golpista y no dejar impunes a sus actores políticos y militares (y, si es posible, también a los empresariales y clericales). Por si sus asesores no se lo han dicho, bastaría con que Estados Unidos públicamente retirase a sus militares de la base ‘hondureña’ de Soto Cano, declarase que no dará más “formación” militar ni cederá o venderá armamento de guerra a Honduras y, al mismo tiempo, se reúna secretamente con militares hondureños para acordar cuántos dólares y cuánta impunidad se requieren para que éstos resuelvan “salvar a la patria” retirando su apoyo a Micheletti y devolviendo a Honduras a la ‘normalidad’ constitucional. Alguno de sus asesores de seguro sabrá que en Honduras no existe ningún problema constitucional ni democrático. Se trata de una pugna entre intereses oligárquicos, transnacionales y personalidades. Una riña en una “banana republic”. Pero que tiene significación hemisférica. Y cuyos costos siempre los pagarán los sectores populares. Cuando calla, por impotencia o desinterés, Obama lo hace mal. Y cuando habla tratando de ‘pasarse de listo’, peor. El gobierno de Estados Unidos está apoyando a los golpistas porque no hace lo que está en su mano para restituir a Zelaya y castigarlos. El último punto es el más importante. Zelaya es ya cadáver político. Pero la impunidad golpista tiene el potencial para generar muchos más cadáveres efectivos en América Latina. Allá él si al mirarse al espejo Obama se encuentra talentoso y decente. Pero lo que el espejo le muestra, si él quisiera verlo, es un gran letrero que reza OBAMAL. Respalda la tortura y los golpes militares. Es como pegarle a negros. Y los blancos de Estados Unidos no van agradecérselo.2-Set-09
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