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La hondura democrática

Hoy la unidad de medida de la democracia en América tiene un solo nombre: Honduras.

Hoy la unidad de medida de la democracia en América tiene un solo nombre: Honduras.
En momentos en que las declaraciones de buena voluntad abundan y la vista del observador común se sacia con el discurso diplomático trillado que invoca conceptos tan manidos como indeterminados, bien viene trascender al análisis periodístico de agencia, anotando algunas consideraciones que no por ignoradas carecen de asiento.
La salida dialogada, por más que conveniente que parezca, no es viable si se repara en los hechos y no en las cartas vacías de los organismos multilaterales que, cual elefantes blancos, han dado muestras de sus carencias y la vigencia inaudita del problema fundamental del derecho internacional: la incoactividad.¿Qué falta para entender que el dictador Micheletti y sus ad láteres no pueden ceder el poder fáctico voluntariamente sin sufrir las consecuencias históricas que jalona el reconocimiento tácito que tal marcha supone?¿Ni qué decir de los militares que desde el momento en que devuelvan el poder a los civiles dejarían de contar con la adarga oligárquica que tradicionalmente los ha protegido como estamento y utilizado como regimiento? ¿Duda acaso alguien todavía de que al tiempo que los milicos devuelven el poder estarían firmando su epitafio al haber facilitado la mejor excusa para la inevitable abolición del ejército? ¿Quién trabaja para perder su trabajo en lugar de luchar por conservarlo?Con el diálogo de Arias, que indirectamente ha sido el mejor tanque de oxígeno para los michelados, ha quedado supuesto el dilema: permitir a los facciosos continuar con su régimen garantizándoles la tranquilidad del diálogo diplomático, que ya de por sí supone su reconocimiento como sujetos políticos legitimados para convenir civilizadamente, o tomar acciones contundentes que apaguen cualquier amague faccioso y resuenen ejemplarizantemente de cara al futuro en una clara afirmación de que con la democracia no se juega.Pretender disuadir argumentativamente a un matón en media refriega, esperando que este ceda a sus ímpetus agresivos, es tan absurdo como terciar en un pleito de pachucos invocando la ley.  Los cálculos de fuerza ya están hechos, por lo que si alguien intenta, pero en serio, afectar el estado de las cosas actual, es obvio que no basta lo hecho hasta ahora. Dialogar es un buen comienzo, pero no es más que eso si las acciones conjuntas no prosiguen a la palabra.Mientras todo esto, Obama no aparece por ningún lado. Incluso en su alocución ante la Asamblea General de la ONU, omitió mencionar siquiera la crisis hondureña. Ese silencio dice más que mil palabras.Israel acaba de vender al régimen de facto armas de dispersión de masas, incluido un cañon sónico inventado por los israelitas que, sin embargo, no se habían atrevido a estrenar ni siquiera contra los palestinos por sus terribles efectos: sordera, vómitos, convulsiones y desmayos. Israel no se atrevería a vender ni un patín a un país tan cercano a Estados Unidos sin su consentimiento expreso. Los periódicos más conservadores de Honduras han celebrado el “éxito” del nuevo juguetico, estrenado en las marchas de la última semana.Los muertos que ya se guinda en la chaqueta Micheletti y sus amigos, compañeros de andadura de Zelaya hasta hace poco, porque no decirlo, las inocultables violaciones a los derechos humanos, en cuenta detenciones masivas que han obligado al régimen dictatorial a habilitar el Estadio Nacional como centro de detención – cualquier similitud con el Chile de Pinochet es pura coincidencia- y el irrespeto grave perpetrado contra la sede diplomática de Brasil, el país más poderoso de América Latina, y uno de los más progresistas por cierto, obligan a la OEA a abandonar tanta pose, hacerse a un lado y exigir a las Naciones Unidas que envíe los cascos azules, eso antes de que la hondura de la democracia en América Latina empiece a ser medida también en otros países para los que Honduras podría estar siendo vista como un pintoresco cuarto de ensayo.   Finalmente, no debe olvidarse que una de las causales que según el propio derecho internacional público habilita a la comunidad internacional o en su defecto a Estados concretos a intervenir en los asuntos internos de otras Naciones es la solicitud de auxilio de su propio gobierno, en este caso el de Zelaya, cuál más si no. Porque como se sabe desde Bodin, la soberanía es indivisible.

  • Pablo Barahona Krüger (Profesor de Derecho, UCR.)
  • Opinión
Democracy
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