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Recientemente Jacques Sagot escribió un brillante artículo en La Nación que se titula Hipocresía. Creo que el autor se basa en una serie de estudios de rasgos psicológicos hechos en la década de los 70 y de los 80.
Puede ser que dicha psicometría fuese repetida posteriormente, en cuyo caso es muy factible que encontrasen resultados similares.
Se indica en el trabajo, que el costarricense es racista, sexista, homofóbico y xenofóbico. Todo eso es parcialmente correcto. De hecho algunos rasgos se correlacionan con hostilidad alta y de tipo pasivo.
Ciertamente la homofobia es no solamente aprendida, sino que posiblemente refleje un índice muy alto de homosexualidad latente. Lo que se teme en sí mismo, se proyecta con frecuencia en forma condenatoria o sospechosa sobre los demás.
Es la base de las cacerías de brujas. El artículo indica que el costarricense es racista. He ahí un problema pues tiene a su vez el índice más alto de Centroamérica de integración socioeconómica de sus minorías étnicas.
No demuestra tener un alto índice de esclavismo socioeconómico. Al menos que yo esté enterado.
Lo mismo con la homosexualidad. Es el país más tolerante de toda Centroamérica en lo referente a ese rasgo y a esa conducta. O sea, parece que tiene razón el señor Sagot y a la vez no la tiene.
Y es que Costa Rica tiene las características de ser un país muy si/no en casi todo. El costarricense parece que es una persona muy ambivalente. Se le ha dicho (el costarricense criticando al costarricense) que es un “paños tibios”. También se ha indicado que carece de valentía en los combates de la vida.
Para mí, la ausencia de valentía puede ser un rasgo condicionado, más que inherente a la idiosincrasia nacional. Ciertamente en la Costa Rica de hoy, no falta la violencia extrema, ni tampoco la resistencia cívica a esta. Si es correcto decir, que nuestros modelos de imitación del comportamiento, se han forjado en ausencia del factor militar.
Por otra parte nuestras cortes pecan de permisividad respecto del crimen y de sus protagonistas. Respecto de la xenofobia que el Sr. Sagot menciona, me consta que existe desde hace varias décadas. Pero antes se estimaba más al extranjero que ahora.
Ahora se le imita desesperadamente, pero no se le estima. Antes había más honor social y cultural en ser una persona letrada, académica y científica. Ahora el modelo de hacer dinero ha predominado. No el sabio, sino el que anda en un BMW. La importación de la nueva tecnología conlleva una imitación exagerada de lo extranjero. No la sabiduría, sino la cosa.El sexismo es un rasgo muy latinoamericano, no solamente costarricense. Pero existen más grupos feministas en Costa Rica, que en muchos otros países por porcentaje de habitante. También grupos ambientalistas. A pesar de ello se ha talado el país en forma descarada. Y casi han desaparecido, especies enteras de animales y plantas. De nuevo el mismo rasgo de un si/no.
El país ha demostrado tener un seguro social casi universal y una educación primaria, secundaria y universitaria competente. Se ha erradicado para siempre el analfabetismo. Por otra parte, se han convertido los factores de educación en factores de privatización y han surgido las universidades empresariales. Nuestra social democracia y la democracia cristiana han sido casi enteramente destrozadas en sus elementos populares. No basta con decir que el neoliberalismo es el destructor.
Existen distintos tipos de neoliberalismo en Costa Rica. Tenemos que aceptar el hecho que opera en Costa Rica, un sector privado que no es bondadoso ni progresista. Al contrario es letal y extremadamente peligroso. El capitalismo nacional está dividido entre el progresista y el letal. Uno produce dinero en el nivel popular y el otro no lo hace y tiene las características de un depredador. Uno es solidario y el otro es represivo de los ascensos verticales de nuestra sociedad.
Las entrantes elecciones determinarán cuál sale triunfante. Dicho evento será fundamental para el futuro de Costa Rica. Los elementos letales intentarán impedir que los pensadores más liberales y avanzados del país lleguen a tener influencia en los partidos políticos.
Se nos aproxima pues una guerra entre los polos de lo bondadoso y de lo depredador. Si gana el elemento destructivo, podemos anticipar una desfinanciación de las universidades nacionales. Incluso quizás se proponga el financiar las privadas con fondos públicos. O sea repartir el dinero existente entre todas las cincuenta y pico universidades que existen (ni sé ya cuántas son).
Sería destruir la educación superior. Como en la Guerra de las Galaxias (en analogía solamente), se nos aproxima una confrontación entre la democracia y la tiranía socioeconómica. Solo el pueblo puede decidir a través del sufragio, mas se intentará su manipulación psicológica a través de la propaganda política.
Ojalá que los elementos más progresistas del país sepan afrontar este futuro acontecimiento. El artículo de Sagot vale la pena leerlo. Pero hay que añadirle nuevos elementos de juicio.
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