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La escritura literaria de Blavatsky

Hace algunos meses tuve la oportunidad de asistir a un coloquio sobre literatura costarricense en la Universidad de Costa Rica.

Hace algunos meses tuve la oportunidad de asistir a un coloquio sobre literatura costarricense en la Universidad de Costa Rica.
En una de las ponencias, en la que se aludía a la literatura gótica, se mencionó a Helena Petrovna Blavatsky, una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica.
Si bien es cierto es poco lo que sé sobre ella y el movimiento que fundó, me sorprendió enormemente que hubiera escrito literatura.
Me di entonces a la tarea de encontrar el texto mencionado (Narraciones ocultistas y cuentos macabros), el cual ubiqué en la internet. El libro consta de varios relatos, con títulos que evocan mundos mágicos: “La cueva de los ecos”, “Un Matusalén ártico”, “El campo luminoso”, “Una vida encantada”, “La hazaña de un Gossain hindú”, “Demonología y magia eclesiástica”, “Asesinato a distancia”, “La mano misteriosa”, “El alma de un violín”, “Los espíritus vampiros”, “La resurrección de los muertos” y “La imaginación, la magia y el ocultismo”. Sin embargo, a medida que avanzaba en la lectura, me llamó la atención el estilo de la autora, quien utiliza como mecanismo para dar mayor verosimilitud a sus textos, las citas de diversos autores y de fuentes autorizadas de la época; incluso algunos relatos fueron tomados de publicaciones hechas en revistas o son narrados de primera o segunda mano.
Lo que sí es claro es el hecho de que en todos los relatos se descubre una reflexión, directa o indirecta, sobre los misterios que día a día marcan la vida de las personas. En ese sentido, es interesante que muchas de las historias narradas ocurran en países orientales, en los que la lógica del discurso cartesiano, que minimiza aquello que no puede explicar, no ha logrado vencer la sabiduría eterna, imposible de descifrar con la aplicación del método científico.
Aclaro que los relatos de Blavatsky no son relatos de terror (aunque sí podrían producirnos algunas pesadillas, ante la posibilidad de vernos como protagonistas de las historias), sino que se trata solamente de la narración de situaciones que en algún momento de la vida del narrador (o narradora), le produjeron una impresión o le marcaron. La narración se convierte en un medio de exculpación (como en el caso del protagonista de “Una vida encantada”, quien es víctima de su escepticismo) o una forma de compartir esos “cabos sueltos” que imposibilitan una explicación lógica (única forma de apoderarse de ese saber).
Más allá del placer que por sí misma tiene la lectura, leer estos relatos de madame Blavatsky nos da la oportunidad de acercarnos someramente a ese conocimiento ancestral que el ser humano ha perdido con el pasar de los años y con su ferviente deseo de aferrarse a la vida y a los placeres cotidianos (esas “cien mentiras” de las que nos habla Sabina en su canción).
Pero también se convierte en una invitación para leer otros textos de la fundadora de la Sociedad Teosófica, textos que podrían acercarnos un poco más a ese ser humano original, a ese saber que hemos perdido, a esa trascendencia por la que hemos perdido todo interés.

  • Rebeca Ramírez Hernández (Filóloga)
  • Opinión
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