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Un hermoso legado

Hace dos años cambió radicalmente mi vida y visión de lo político, cuando aquel estudio sobre la participación ciudadana que desarrollaba en el DEI se tornó, por la fuerza de las circunstancias, acompañamiento del Movimiento del No.

Hace dos años cambió radicalmente mi vida y visión de lo político, cuando aquel estudio sobre la participación ciudadana que desarrollaba en el DEI se tornó, por la fuerza de las circunstancias, acompañamiento del Movimiento del No.
La situación de octubre de 2007 tenía antecedentes. Costa Rica vivió entre 1950 a 1980 la época dorada de su “Estilo nacional de desarrollo”, con una modernización incluyente, movilidad y equidad social apreciable, democracia liberal institucionalizada, altos niveles de educación pública y una cultura política capaz de gestionar las tensiones sociales. Pero la ola neoliberal, con sus ataques al Estado y sus políticas sociales, desencadenó protestas populares, como el fracasado movimiento magisterial de 1995 y la exitosa derrota de la lucha contra la tentativa privatizadora del ICE, en marzo-abril del 2000. La paulatina  politización (y articulación) de las organizaciones estudiantiles, sectoriales (ambientalistas, feministas) y comunitarias, lo que unido al decisivo apoyo de las universidades públicas (en especial la Universidad de Costa Rica), constituyó un hito para las luchas sucesivas. La coyuntura del 2007 enfrentó a dos proyectos antagónicos de país. El bloque del Sí, neoliberal, aglutinó al gran empresariado nacional transnacionalizado, sectores medios afines, el gobierno y la maquinaria de los partidos (con excepción de vacilante Partido Acción Ciudadana y los exiguos Frente Amplio y Accesibilidad sin Exclusión). Aunque contó con escasas estructuras voluntarias de base (los invisibles Comités Cívicos) y acudió al pago de activistas, dispuso de la maquinaria propagandística de los medios masivos, especialmente las páginas del diario La Nación. Y desplegó un vasto bombardeo de clientelismo y terror mediático, realizado por  periodistas, funcionarios y patronos,  sobre sectores populares a los que el presidente Arias prometió  “los que hoy vienen a trabajar en bici vendrán en moto BMW y los que vienen en Hyundai vendrán en Mercedes Benz” 1Por su parte, el comando del NO unió a sindicatos combativos, segmentos del cooperativismo, movimientos campesinos, representantes radicales del ecologismo y el feminismo, algunas figuras del empresariado nacional, colectivos de intelectuales y empleados del amplio sector público. Financiada con recursos propios (mediante colectas, venta de camisetas, etc.) y organizado comunalmente en los Comités Patrióticos barriales, el movimiento hizo campaña personalizada y se involucro en la fiscalización del Referéndum. La sorprendente fortaleza del NO se basó en el compromiso de su plural membrecía, en una alianza frágilmente articulada pero pletórica de activismo. Ello incidió en que, pese a la manifiesta asimetría entre las partes, los resultados mostraran un estrecho margen a favor del SI (51.7 %) frente al NO (48.3 %), con una participación de 59.4 % del total empadronado. En los meses siguientes, el movimiento enfrentó los reproches de aquellas regiones pobres ganadas por el No, dirigidos al electorado clasemediero que sucumbió, decisivamente, a la guerra psicológica. El efecto combinado de la precariedad material, las tendencias atomizadoras y localistas,  los liderazgos unipersonales y la cooptación partidista hizo estragos. Y de 100 Comités Patrióticos quedaron algunos colectivos empecinados en seguir la batalla frente a la amañada telaraña de la agenda legislativa.Sin embargo, pese a la derrota del 7/10/07 el movimiento del NO dejó un legado. Contribuyó al fortalecimiento del activismo y cultura ciudadanos de cara a los procesos electorales. Evidenció la importancia de acotar legalmente la asimetría financiera y mediática para detener la ola derechizadora y expuso tanto los vicios del partidismo tradicional como los nuevos rostros y propuestas del movimiento popular.  Haber conocido y acompañado a los protagonistas de esta lucha (en los mítines del Comité de Sabanilla, en la marcha del paseo Colón, en el volanteo en Talamanca, en la alegre prédica de los artistas de La Casadora) me hizo un mejor intelectual, militante y ser humano. Y hoy me permite soñar esperanzado que, aún frente a reveses coyunturales, seguirá existiendo un lugar de Centroamérica donde los ciudadanos defienden su decisión de “ser libres, no siervos menguados”, como les convoca su himno patrio.
 

  • Armando Chaguaceda (Profesor, politólogo y colaborador de CLACSO)
  • Opinión
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