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La ladrona de libros, de Markus Zusak

Los libros son buenos cuando te hacen reír y llorar, cuando se meten en tu alma y la mueven violentamente causando un recio terremoto. 

Los libros son buenos cuando te hacen reír y llorar, cuando se meten en tu alma y la mueven violentamente causando un recio terremoto. 
Esto fue lo que hice y sentí al leer “La ladrona de libros” de Markus Zusak. Hasta el momento no me imaginaba a la Muerte contando historias de los humanos, pero comprendí que alguien que conoce estrechamente la condición humana, no somos precisamente los humanos, sino la Muerte, aun cuando al final del libro, se intuye, tras bambalinas, que aun la parca pueda sentirse sorprendida por lo dantesco del momento y quede sin palabras al último momento de la novela.
Un ambiente cargado: el Tercer Reich de Hitler y una niña, que supo paladear las palabras, a sentirles el gusto, a verlas como un cuchillo de doble filo, cuando son vehículos para las ideas, algunas tenebrosas, otras felices, porque las palabras están cargadas de esa condición humana. Liesel, la niña, el personaje principal, ve y siente el ambiente que la rodea a partir de las palabras. Otea su pasado e intuye su presente en un ambiente de donde las palabras juegan en el aire mediante discursos vibrantes de un nacionalismo radical, los cuales anidan en muchos oídos pero son rechazados por otros. Estos otros sienten el miedo cuando se intuyen punzados por las palabras hechas discurso de lo irreal y que los encajona a aceptar, porque sí, la situación creada por el hombre del bigotito cuadrado y sostenida por el mecanismo de convencimiento ideológico empleado por los nazis, y que usa la represión y la censura como medios para nutrirse y propagarse.  Es una historia que, pese al ambiente de guerra, mezcla vivencias agradables dentro de lo desagradable del momento, tal como las aventuras de Liesel con su amigo del alma Rudy Steiner, cuando roban libros de la biblioteca del Alcalde, o cuando realizan los juegos de futbol en medio de la Himmerlstrasse (Calle del Cielo), o cuando oye a su papá tocar el acordeón. También, cuando sueña palabras junto con su amigo judío Max.Markus Zusak no buscó escribir una desabrida moraleja, sino que jugó con la parte psicológica de sus personajes, en donde el miedo se mezcla con la esperanza, el dolor, el silencio, la negación, la alegría, para formar una amalgama que nutrirá las vidas de sus personajes durante el rígido régimen hitleriano. Todo lo anterior en un marco donde se diluyen entre sí las ideas del bien y del mal, cuando una buena acción que un personaje creyó hacer a otro, se trocó en mala para otro personaje gracias a la férrea influencia de la radical Alemania hitleriana. Es una obra escrita con sencillez y que desnuda el escenario de las guerras y enfrenta al ser humano con su propia realidad, compleja, terriblemente difícil de descifrar y de entender.  En esto último, la lectura nos pone contra la pared porque aun cuando se hayan realizado miles de estudios para entender al ser humano y a la sociedad como tal, nunca lograremos entendernos, pues somos parte de lo que estudiamos; no podemos ser juez y parte. Un punto negativo, en mi opinión, son las “pistas” o adelantos dados a lo largo de la novela sobre lo que acontecerá, lo que hace perder un tanto la emoción de la lectura. Tal vez sea una enseñanza de por qué no sería prudente saber sobre lo que nos deparará el futuro, pues le restaría emoción al acto de vivir.  Sin embargo,  la novela de Marcus Zusak llenó mis expectativas y me satisfizo.
 

  • Giovanni Peraldo Huertas (Geólogo)
  • Opinión
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