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“As sea levels rise, sea turtle nesting beaches will be flooded and the turtles will have to find nesting sites further inland from today’s shoreline” (“Al aumentar el nivel del mar, las playas de anidación de las tortugas marinas se inundarán y las tortugas tendrán que encontrar sitios de anidación tierra adentro a partir de la ribera actual”) dice míster Todd Steiner en carta publicada en el Tico Times del 2 de octubre, 2009.
Carta en que reitera el controvertido “argumento” de que se inundarán las zonas costeras en general a consecuencia del cambio climático.
Ahora bien, aunque tal presagio podría cumplirse en unos cien años, también es cierto que de presentarse tal catástrofe cientos de miles de habitantes se verán enfrentados a situaciones terribles jamás imaginadas. Habría que movilizar grandes poblaciones hacia zonas indeterminadas a un costo humano y financiero igualmente inimaginable. En Costa Rica, no solo la ciudad-puerto de Puntarenas, sino todas las poblaciones situadas a lo largo de los 1200 km del litoral Pacífico y los 212 km del Caribe, se verían inundadas, sus pobladores se verían desposeídos de todas sus pertenencias, transformándose en parias, en emigrantes, en desplazados. Una verdadera tragedia nacional, regional, mundial, sin duda alguna. Sin embargo, cual si ese escenario no tuviere consecuencias sobre niños, jóvenes, ancianos, en fin, sobre todos los seres humanos, Steiner hace gala de una aparente insensibilidad cuando plantea el dilema exclusivo de las tortugas baula que (como las 27 que llegaron a los 6 km de playa del Parque Nacional Marino las Baulas en la última temporada) no tendrían hábitat arenoso donde anidar. Y además se une al coro de los que dicen que el gobierno de Costa Rica debería gastar unos $700 millones de dólares para comprar tierras (no playas) más allá del límite de los 50 m de las playas de anidación, sin importarle el inútil e imposible sacrificio financiero que tendría que hacer el pueblo costarricense para satisfacer la obsesión de algunos comerciantes de la conservación ambiental. Mismos que se oponen a un proyecto de ley tendiente a rectificar los límites difusos y confusos del Parque Marino, al tiempo que crea un Refugio de Vida Silvestre en una franja de 150 m de ancho que corre colindante a lo largo de las playas que constituyen el área de conservación. Compra que, dicen, habría que hacer con la esperanza de que las baulas demuestren una capacidad extraordinaria de adaptación a nuevos hábitats, y así puedan hacer eventualmente sus nidos en suelos de características muy diferentes a las arenosas playas, cubiertos más bien con hierbas, lastre, piedras y hasta con cemento, al lado de decenas de casas existentes a ambos lados de vías pavimentadas. Si no fuera porque el asunto tiene que ver con seres humanos, provocaría la burla general y en la de menos podría verse como el chiste cruel del año; pero no es así y por eso esta reacción a tan descabellado “argumento”.
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