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Cuando el silencio huye…

A propósito del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia y la Explotación de la mujer, surge un gemido que estaba contenido en nuestro interior,  debido al incremento de la violencia psicológica contra las mujeres en nuestro país, específicamente la que llamaremos “violencia visual”.

A propósito del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia y la Explotación de la mujer, surge un gemido que estaba contenido en nuestro interior,  debido al incremento de la violencia psicológica contra las mujeres en nuestro país, específicamente la que llamaremos “violencia visual”.
Entendiendo  por esta, toda imposición de imágenes que explotan la figura femenina con fines eróticos para su comercialización. 
¿Quién no ha visto las imágenes erotizadas de mujeres que a diario periodicos como La Teja o La Extra lanzan a las calles? ¿Quién no se ha topado en los estantes de revistas del supermercado la Revista Soho que entre sus páginas siempre receta imágenes de mujeres explotadas sexualmente? O ¿Cuántas veces  una imagen de un Nigth Club o de un cine de pornografía, hace emerger una sensación que mezcla sabores a ira, impotencia, vergüenza, rechazo …?El Patriarcalismo, que en su modus operandi, otorga mayor poder y privilegios a los hombres respecto a las mujeres, cobija este tipo de violencia, la cual funciona como una cadena que entrelaza industrias de producción, comercialización y consumo del “producto” en que convierten el ser femenino.  La demanda es un elemento que merece especial atención, pues mientras haya quien compre habrá quien produzca. Entonces ¡paremos la demanda!No queremos más ser cómplices de un silencio que nos desgasta diariamente y que además tiene efectos nocivos en el desarrollo humano.  A nosotras las mujeres nos lesiona en nuestra construcción de imagen, por un lado la comercialización de nuestro cuerpo femenino dentro de la lógica de consumo, y por otro, cuando este imaginario colectivo se circunscribe dentro de características físicas muy particulares como delgadez, altura, piel blanca, cabello claro; se venden nociones de   belleza que excluyen a una gran cantidad de mujeres reales. Esta agresión atañe también a los hombres, quienes reciben literalmente un “bombardeo” de imágenes de provocación que concentran su atención sobre la dimensión física femenina, dejando de lado las otras dimensiones que integran a una mujer: emocional, intelectual y espiritual, las cuales son indispensables para construir relaciones satisfactorias entre hombres y mujeres. Demanda nuestra atención también las niñas y los niños que están creciendo en este sistema que ve la explotación femenina como algo normal.  Las mujeres que hoy criamos tenemos muchas veces un concepto diferente al de nuestras mamás y abuelas, ya que hemos tenido mayores oportunidades en el ejercicio de nuestros derechos, y ante esta violencia visual nos hemos quedado sin respuestas, cuando frente a la imagen de un cuerpo de mujer comercializado nuestro hijo o hija nos pregunta ¿mamá qué está haciendo ella?  Cuando nos decidimos a dejar el silencio, podemos descubrir una gama de acciones  que de forma individual o colectiva pueden contribuir a construir esa otra realidad más constructiva en la que queremos vivir. Negarnos a comprar estos periódicos de consumo masivo que ofenden la imagen de las mujeres, visibilizar en nuestra familia estos mecanismos de agresión, usar el internet y las tan conocidas cadenas de correos electrónicos para denunciar estos abusos, enlazarnos en pequeñas redes con nuestro círculo de amistades para hacer plantones que visibilicen nuestra inconformidad frente a esta violencia o ser parte de organizaciones o grupos que promuevan relaciones justas y dignas entre hombres y mujeres son algunas de las acciones que estamos llamadas a emprender, con ellas y otras más de no violencia activa, seguramente, el silencio huirá.
 

  • Paula Solórzano Sancho & Ana González Salazar (Trabajadoras Sociales)
  • Opinión
Violence
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