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2012

¿Es buena la peli? No, es bien mala. Pero, ¿entretiene? Sí, bastante; yo no me aburrí. ¿Es cierto lo que dice? Lo del año 2012 apocalíptico es otra tontería como la del 2000. Y lo de la alineación de planetas parece ser irrelevante. Pero algunos peligros que despliega para asustar a sus dóciles espectadores tienen fundamento.

¿Es buena la peli? No, es bien mala. Pero, ¿entretiene? Sí, bastante; yo no me aburrí. ¿Es cierto lo que dice? Lo del año 2012 apocalíptico es otra tontería como la del 2000. Y lo de la alineación de planetas parece ser irrelevante. Pero algunos peligros que despliega para asustar a sus dóciles espectadores tienen fundamento.
Por eso me gustó más el programa de Discovery Channel que, penosamente editado en función del filme, aclara qué de cierto hay en todo esto. Peligros reales son el posible choque con la Tierra de un cuerpo celeste de entre millones que podrían hacerlo, como el que cayó en Yucatán y fue decisivo en la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. También, la actividad volcánica y sus secuelas en terremotos, tsunamis y más. La explosión del Yellowstone es central al filme. O sea, claro que habitamos un planeta y un universo donde balances muy delicados definen todo lo que conocemos y probablemente lo que no. Tarde o temprano – ¡porque nuestro tiempo y el geológico son tan diferentes!- este precario equilibrio se romperá con consecuencias devastadoras. Por ahora, a mi parecer, el mayor  peligro se llama homo sapiens sapiens (¿o acaso homo stultus?) y su civilización global rumbo al despeñadero (el documental “La última hora”, exhibido aquí casi en secreto, si es verdaderamente aterrador y mantiene la tesis que sustento). Por cierto, pueden odiarme por sentir simpatía por un mundo donde las plantas y los otros animales recobren la naturaleza entre los escombros de la arrogante cultura con que ahora lo depredamos.Aunque lo que no admite duda en todo esto es el frenesí público, mundial, por este filme de aventuras, de dimensión catastrófica, que parece llenar con su carrusel de emociones  el creciente vacío existencial que se extiende por este mundo globalizado, deshumanizado y desnaturalizado. El filme arrasó con las taquillas del mundo y aquí le arrebató a la nacional “Gestación” –su anverso- el liderato de la taquilla que los adolescentes josefinos ostentaron durante sus cuatro primeras semanas en pantalla. Valga la digresión para subrayar que en el buen cine sobre nosotros, los latinoamericanos, los problemas son reales, sociales y personales, como en “Gestación”,  en “Sin nombre” o en la valiente “Voces inocentes”. En cambio, el Hollywood típico nos llena de fuerzas y furias no humanas y de monstruos irreales (ahora siguen los vampiros de “Luna nueva”, la saga de la tan popular como mediocre “Crepúsculo”). Esto no es casual, esto es político. Una cosa es un espejo crítico para reflexionar; otra muy distinta es una diversión para pensar en problemas que no lo son, frente a los cuales nada hay que hacer.    El tema de una fecha final, reiterado por profetas de toda laya, enfrenta al ser humano común y corriente, sumergido en su ajetreo, con el tema de la muerte que soslaya de continuo, y por eso provoca una ansiedad que se trueca en dinero para la taquilla. El prodigioso avance de los efectos especiales permite recrear con realismo cada vez más engañoso el desbarajuste prometido. No se le puede negar a 2012 su notable calidad, ya anticipada en los prólogos, que lo demás es gula. Asimismo, las exageraciones son descomunales. Sin embargo, los productores saben que muchos espectadores gozan de abandonarse crédulamente a este viaje de adrenalina que los sacude con la eficacia de una potente droga, solo que legal y bien vista.  La historia tiene la usual crítica superficial,  y en ésta –por dicha- a veces no tanto, a los poderes terrenales. Pero  algunas implicaciones ideológicas de cuelan de continuo. En especial, como es típico del género, que el protagonista sea un varón blanco anglosajón y que en buena medida el resto del mundo sea decorado de los Estados Unidos. Esto más las sospechosas alusiones religiosas cercanas a la extrema derecha fundamentalista. Y, por supuesto, no falta el heroico presidente estadounidense, ¡afrodescendiente! (están al día). 

  • Gabriel González Vega 
  • Cultura
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