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La inseguridad descuella como primer problema; los partidos no responden a demandas ciudadanas sobre el tema.
Actitudes autoritarias ganan terreno entre la población costarricense, aunque un sustrato de cultura democrática aún persiste en contra de esa tendencia, según se desprende de una encuesta realizada en la Escuela de Estadística con apoyo del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad de Costa Rica (UCR) para este semanario.
La encuesta -cuyos datos sobre la intención de voto para las elecciones de febrero próximo fueron publicados en la edición del pasado 2 de diciembre- fue hecha por la Unidad de Servicios Estadísticos de la Escuela de Estadística de la UCR. Consistió en una muestra aleatoria nacional de 1012 personas mayores de edad consultadas vía telefónica del 9 al 27 de noviembre pasado, con un margen de error de 3%.La inseguridad ciudadana resalta, con mucho, como el principal problema del país señalado por el 54% de las personas consultadas, seguido del desempleo (15%), alto costo de la vida (14%), malas vías de comunicación (2%) y otros.Ante la pregunta de qué se debería hacer para que la población se sienta más segura, el 25% se pronunció por “cambiar las leyes”, 23% por la “mano dura”, 29% “más policías” y 11% por “más educación y oportunidades”.No obstante, ante la pregunta de si los problemas de seguridad se resolverían con una mejor distribución de la riqueza, prácticamente la mitad de las personas se manifestaron de acuerdo o muy de acuerdo (47%), frente a un 39% en desacuerdo o muy en desacuerdo.En cuanto a la pregunta si en Costa Rica es necesario establecer la pena de muerte, el 57% se pronunció en contra o muy en contra, frente a un 32% de acuerdo o muy de acuerdo, lo que de todas manera marcaría un sensible aumento respecto al 22% que obtuvo la misma pregunta en una encuesta realizada en 1998 por la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR, señaló el sociólogo y analista Marco Fournier.La aceptación de la pena de muerte, que lejos de bajar los índices de criminalidad más bien los ha aumentado en los países donde se ha aplicado, es un ítem característico de tendencias autoritarias en la población, recordó Fournier.Para los analistas el dato más llamativo es que más de la mitad de la población (56%) se declaró de acuerdo con que el país “más que partidos políticos lo que hace falta es un líder autoritario”, frente a un 34% que se mostró en desacuerdo o muy en desacuerdo.Por otro lado, aunque la mitad rechaza la afirmación de que “estaría bien que el Gobierno pase por encima de las leyes para resolver problemas difíciles”, un 39% dijo que sí lo aprueba. Si a éstos se suma un 8% que dijo no estar de acuerdo ni en desacuerdo, resulta que casi la mitad de los ciudadanos no rechazan tajantemente el atropello del estado de derecho, lo cual es otro dato muy preocupante, según señaló Omar Ramírez, estadístico e investigador del IIS.Fournier comentó que al analizar las respuestas de la gente se advierte que hay poca consistencia en ellas, y de pronto una persona que responde contra el autoritarismo en la siguiente pregunta lo favorece. Ello implica contradicciones de la gente en su manera de ver el problema de la inseguridad, por ejemplo.No obstante, se puede ver un aumento de la tendencia al autoritarismo, con resabios del civilismo que ha sido tradicional en Costa Rica. “Eso de alguna manera explica la contradicción. Por décadas ha existido un marco de civilismo, respeto de los derechos humanos, la tendencia a buscar soluciones pacíficas, lo cual tiene un sustrato en la población todavía, pero todo parece indicar que se está debilitando de manera importante”, señaló.Dijo que de la suma de los ítemes de la encuesta referidos a autoritarismo, en una escala de 0 a 100, da un promedio de 51% de autoritarismo en las respuestas. Al hacer los contrastes es evidente un sustrato ideológico alrededor del autoritarismo. Por ejemplo, no hay diferencia por edad o por sexo, pero sí hay diferencias por nivel educativo. A menor nivel educativo mayor tendencia a favorecer el autoritarismo. A mayor nivel educativo mayor civilismo, y eso refuerza la tesis del sustrato ideológico, explicó Fournier.Hay una tendencia muy marcada entre autoritarismo y decepción con la política; entre menos interés tenga la persona en la política, mayor tendencia hay al autoritarismo. Igualmente, entre más tendencia a la abstención electoral, mayor es la inclinación al autoritarismo. Esto ya se había observado en otros estudios, y es una muestra de lo peligroso que es el abstencionismo para la democracia Por ejemplo, en un estudio del IIS en el 2006 es muy clara la tendencia del abstencionista a no participar en nada, ni siquiera en grupos religiosos o deportivos. Entre más se abstiene, hay menos participación política, en el sentido más amplio, y la encuesta lo corrobora, comentó.Se observa también una mayor tendencia autoritaria entre la gente que se informa menos en los medios, en la que opina que no sirve para nada votar y entre los indecisos. Éstos son los que se acercan más a los abstencionistas, y son los que más autoritarismo muestran.Según este análisis, los que votaron No en el referendo sobre el TLC muestran menor autoritarismo que los que votaron Sí. Por partidos, el mayor autoritarismo está entre los partidarios del Movimiento Libertario (52%), que a su vez ha montado su campaña en esa dirección. El Frente Amplio muestra un autoritarismo mucho menor, con un 15% contra el 51% del promedio general, seguido por Alianza Patriótica (36%).“De nuevo se ve una tendencia ideológica, autoritarismo y derecha siempre van juntos. Todo esto es consistente con lo del sustrato ideológico. La gente ha ido perdiendo el civilismo tradicional y esto puede tener todo tipo de consecuencias”, apuntó Fournier.
LÍDER
Para el sociólogo Carlos Sandoval, “es muy preocupante” el eco que obtiene la figura del líder autoritario. En efecto, entre las opciones que plantea la encuesta para solucionar los problemas del país, la que mayor aceptación tiene, y aumenta conforme baja el grado de escolaridad de la persona, es la idea de un líder autoritario.Es un dato que viene manifestándose desde hace tiempo, y se puede explicar por la cultura política que se ha venido induciendo, de promover la figura del caudillo.En contraste, Sandoval destaca el hecho de que un 50% de las personas que se declaran en contra de que el Gobierno pase por encima de la ley para resolver situaciones difíciles (contra un 39% que sí lo aprueban), es decir que están por respetar la institucionalidad.Llama la atención también la alta aceptación que tiene la opción de una mejor distribución de la riqueza, como medida para resolver el problema de la inseguridad.Sumados los que están de acuerdo y muy de acuerdo dan un 47%, frente a un 39% en desacuerdo o muy en desacuerdo. Es decir, que es mucha más la gente que está a favor de una mejor distribución de la riqueza para disminuir la inseguridad que la que considera que eso no serviría.Tesis que sin embargo no se ha reflejado en las campañas, con lo cual se podría decir que el enfoque a la inseguridad que le dan dado los partidos, sobre todo la Unidad Socialcristiana y el Movimiento Libertario (ML) no pareciera responder a lo que la ciudadanía está demandando. Eso desvirtuaría la idea de que Otto Guevara está respondiendo a lo que la gente quiere, con su propuesta de mano dura, puntualizó Sandoval.Eso también lleva a pensar en algo que el Partido Acción Ciudadana ha propuesto, pero que no ha logrado consolidar, y es la idea de que hay que focalizar la discusión en la desigualdad, lo que hubiera tenido aceptación del público, pero no lo lograron convertirlo en tema de campaña, en lo cual hay un fallo enorme, señaló.Sandoval opina que más allá de que los libertarios tengan un éxito electoral o no, ideológicamente han ganado un gran terreno, porque le pusieron agenda a la campaña y han obligado a los demás a hablar de lo que ellos han querido hablar.Y lo que la encuesta muestra es, por un lado, que ha calado la tesis autoritaria de que se ocupa una mano fuerte, y que en lugar de partidos lo que se ocupa es un líder. Por otra parte, los datos dejan ver que hay un margen de opinión favorable alrededor de la idea de distribuir la riqueza y, sin embargo, la campaña electoral, en general, se quedó corta en términos de darle debate al tema de distribución de la riqueza, subrayó el analista.
PRIMER LUGAR
Fournier, por su parte, destacó el alto lugar que ocupó en esta encuesta, como nunca, el problema de la inseguridad ciudadana. Siempre había quedado en primer lugar en las encuestas, pero si se sumaban los problemas económicos (como el desempleo o el costo de la vida) superaban el de la inseguridad. En esta encuesta no.A criterio del analista, ello se explicaría en gran medida por el contexto de la campaña, que se ha enfocado en el problema de la seguridad.Es importante señalar –añadió- la existencia de una sensación de inseguridad, que es muy superior al grado de inseguridad real. No quiere decir que no haya aumentado la inseguridad, que sí ha aumentado, pero la sensación es desmedida con respecto al aumento.Lo demuestra el hecho de que la tasa de homicidios ha aumentado alrededor de 3 por 100.000 habitantes en los últimos 15 años, mientras que la sensación de inseguridad se ha más que duplicado.“Nosotros hicimos en 1995 un estudio comparativo de diferentes países de América Latina y la sensación de inseguridad en el área metropolitana de Costa Rica era similar a la de San Salvador o la de Medellín, nada que ver en comparación con las tasas de homicidios en esas ciudades. En Costa Rica la tasa en 7 en ese momento, mientras que en Medellín era 400 y San Salvador 120, y sin embargo la sensación era similar.La sensación de inseguridad general un círculo vicioso, porque la gente insegura tiende a tomar medidas y con eso genera mayor inseguridad, por ejemplo al comprar un arma. Quien compra un arma lleva mayor inseguridad al hogar. Cerca de 2/3 de los homicidios son de gente conocida, puntualizó Fournier.“Entre más insegura se siente la gente, más autoritaria tiende a ser. Al ser más autoritaria es más agresiva y se genera mayor inseguridad. Desgraciadamente estamos metidos de lleno en ese círculo vicioso, cuando la historia es clarísima. Las medidas autoritarias no solo no han resuelto el problema de la inseguridad, sino que han generado mayores víctimas.”Igual se ve en el caso del aumento en la aceptación de la pena de muerte, en lo que hay falta de información, porque los estudios internacionales son clarísimos. Los países que han eliminado la pena de muerte bajan las tasas de delincuencia, mientras que en países como Guatemala, que han aprobado la pena de muerte, suben los niveles de delincuencia. En cambio en Canadá, que eliminó la pena de muerte, los índices de criminalidad se vinieron abajo, subrayó Fournier.Por su parte, Ramírez encuentra “alarmante” que, en un análisis preliminar de las respuestas, resulta que más de la mitad de la población esté de acuerdo en que más que partidos políticos lo que hace falta es un líder fuerte que resuelva los problemas del país.Asimismo, que dos de cada cinco personas esté de acuerdo en que el Gobierno le pase por encima de las leyes para resolver situaciones difíciles, lo que sumado a un 11% adicional que no está de acuerdo ni en desacuerdo, o no respondió, resulta prácticamente en una mitad que no se opone en forma clara al rompimiento del estado de derecho.Esta distribución de la opinión da espacio a que líderes fuertes sean apoyados por estos grupos de población que sienten que el estado de derecho no es suficiente para resolver situaciones difíciles del país, básicamente centradas en el problema de seguridad ciudadana.
Detalló que el acuerdo con el rompimiento del estado de derecho presenta diferencias según las características de las personas. Los hombres tienen una actitud de mayor aceptación respecto de las mujeres (10% más), lo mismo que las personas de estratos socioeconómicos superiores.En relación con la intención de voto se ven diferencias importantes. Las personas que no votarían, y quienes apoyan a Otto Guevara y a Luis Fishman son las que manifiestan porcentajes de acuerdo superiores, aunque las diferencias no son tan amplias respecto de los de Laura Chinchilla y Ottón Solís (alrededor de 4% de diferencia).Entre las personas indecisas solo un tercio estaría de acuerdo con romper el estado de derecho, y es menos aún en las personas que apoyan otras fuerzas políticas.La conclusión más relevante es que es el sexo lo que mayormente determina las diferencias en esta percepción. Pese a que una tercera parte de las mujeres están de acuerdo en el rompimiento del estado de derecho para resolver situaciones difíciles, lo que ya de por sí es alto, lo es aún y significativamente más alto en el caso de los hombres. Por otro lado, el que más de la mitad de las personas esté de acuerdo con la propuesta de un líder autoritario frente a la dinámica de partidos políticos, va claramente en detrimento de la democracia, ya que por un lado se visualiza la concentración de poder en la persona que podría alcanzar la Presidencia de la República y, por otro, ignora el papel esencial de los partidos políticos en el sistema democrático.La necesidad de un líder autoritario ya había sido propuesta por Óscar Arias en la pasada campaña, quizás un poco disfrazada (necesidad de un “capitán”) y más vehementemente en esta campaña está siendo promovida por Otto Guevara, sin menospreciar la actitud caudillista de Ottón Solís, opinó Ramírez.Lo preocupante de la consulta es que tan solo una tercera parte de las personas son conscientes de la situación y se opusieron al planteamiento, mientras que un 10% no tienen una opinión clara, pues no están ni en acuerdo ni en desacuerdo o bien no respondieron.
La conclusión más importante es que existe una imposición en la población de la necesidad de un líder autoritario, de “mano dura” aspecto respaldado en que el 56% de las personas consultadas estuvieron de acuerdo.Las élites políticas han estado promoviendo esta “necesidad” en las campañas electorales en detrimento de los partidos políticos, y con actitudes no tan democráticas incluso a lo interno de los propios partidos políticos. Estas organizaciones están muy desprestigiadas y frente a la alternativa de fortalecerlos mediante una participación ciudadana más amplia, más bien optan por apropiarse de los mismos y dirigirlos como empresas particulares. Este discurso ha calado fuertemente en la población, pero se detectan algunas diferencias según la escolaridad y el sexo. A menor escolaridad mayor credibilidad en este discurso y es más fuerte en mujeres que en hombres, resumió Ramírez.
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