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El siglo XIII fue uno de los siglos europeos (y mundiales) más excelentes que han existido. Ya se habían consolidado las grandes ciudades medievales.
Existía la burguesía como una cuarta clase social. La educación en las grandes universidades, las escuelas catedralicias y los monasterios proliferaba por doquier. El campesinado era rico. No había aun ocurrido la caída de Constantinopla.
Los grandes escándalos fueron principalmente los de la cuarta cruzada, que terminó siendo excomulgada por el Papa. Pero por lo general el siglo 13 fue próspero y estabilizador. Entrando en forma optimista al siglo XIV, nuestra Europa tuvo varios eventos desastrosos. La llamada guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia, produjo una devastación de la campiña francesa, dejando millares de campesinos empobrecidos y hambrientos. Muchos de estos emigraron a las grandes ciudades, dejando el campo sin siembras. Comenzó a cundir el hambre. Luego vino el llamado “Cisma de Occidente” que logró desacreditar a la Iglesia Católica, al establecer tres papados que reclamaban todos ser el verdadero. Luego, aproximadamente por ahí de los años 1347 a 1348, llegaron barcos llenos de muertos a los puertos de Italia. Todos víctimas de la bacteria Yersinia pestis, hoy conocida como la muerte negra o peste bubónica. Trasmitida por la pulga en las ratas, infectó a toda Europa. Veinticinco millones de personas murieron en solamente el continente europeo y otras 30 a 40 en África y Asia. La devastación fue completa. Murió el clero más espiritual y dedicado, que se quedaba a cuidar a los enfermos y no huía despavorido al campo. Se puede decir que Europa quedó despoblada, desculturizada y desvastada. La peste se había originado, al menos se cree, en el norte de la India. Luego la trasmitieron los ejércitos mongoles. Agotada y jadeando, la civilización europea apenas pudo llegar al siglo 15 y desarrollar el renacimiento italiano. El medioevo, quedó destruido para siempre. Algunos autores ven el siglo XX y el XXI como un espejo que refleja el desastre del siglo XIV. Si podemos afirmar que las naciones del tercer mundo han sido lentamente diezmadas. A pesar de las interpretaciones de peluche tan frecuentes en PROA, el reporte del Estado de la Nación indica que las cosas no están nada bien en Costa Rica. Aumentos en la desigualdad, la pobreza y la explotación, son solamente algunos de los factores negativos que se indican. A pesar de ello el dominical nos quiere pintar un cuadro de una Costa Rica donde la prosperidad empresarial conlleva que familias que son pobres, logren establecer negocios exitosos, para darles a sus hijos educación universitaria. Supuestamente, logran en una sola generación producir, un país ridículamente urbano, que navega alejándose de las orillas bucólicas, de una Costa Rica agrícola de antaño. Se tergiversa la información, pues los “milagros económicos” de esas familias que cita, están todas basadas en los avances logrados en la Costa Rica de los años sesenta, setenta y ochenta, que si tenía una movilidad vertical muy marcada. Era la Costa Rica de la social democracia. Ahora resulta que dichos logros son consecuencia de las presentes políticas económicas. Ni se habla del hecho que la tercera parte de la fuerza laboral devenga sueldos menores que el mínimo establecido por la ley. Ni se indica tampoco, que brillan por su ausencia, los inspectores gubernamentales, que deberían reportar y regular dichos abusos. De nuevo reitero mi posición al respecto del capitalismo tanto nacional como del extranjero. Creo que hay uno bueno y otro tan devastador, como lo fuese la peste negra para el siglo XIV. Creo que ambos capitalismos están en lucha el uno contra el otro.Se acaban de enforzar las leyes anticorrupción de los Estados Unidos, contra compañías americanas que corrompen otros países. Creo que en Alemania están haciendo lo mismo. Las leyes norteamericanas de anti-corrupción si bien viejas, representan un actual triunfo del Estados Unidos cívico contra el Estados Unidos corporativo. Bien podrían poner las barbas en remojo, todos esos empresarios que parecen manejar a la Asamblea Legislativa y al gobierno, como parte de una hegemonía corporativa. Da vergüenza ver como en la misma PROA, se encuentra al presidente de nuestra nación y premio Nobel de la Paz, entregando pequeños premios absurdos a cuanto empresario decidió que merecía uno. ¡La Costa Rica corporativa se ha hecho demasiado fuerte! Por ejemplo, baja el costo de la harina y bajan los costos del pan. ¡Se aplaude el triunfo del mercado abierto! Pero poco después se baja la calidad del pan. Suben los precios de la harina y sube el pan, mas no mejoran la calidad. Ganancia redonda, que paga nuestro pueblo, comiendo un mal pan a precios caros. También tenemos que soportar un aparato propagandístico orientado a fomentar el consumismo extremo, sin que se comprendan aun los posibles efectos psicopatológicos de este, a largo plazo. Ni hablemos del desplome de la educación superior, adonde mini universidades de la nada, otorgan títulos profesionales y hasta doctorados. El papa Benedicto XVI acaba de declarar, para el día mundial de la nutrición, que el especular sobre los precios de los alimentos en las naciones pobres, constituye materia de la más grave naturaleza posible. ¡Casi que nos asombra el paralelismo con aquel siglo XIV!
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