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A la memoria del padre Florencio Castillo

Las sociedades siempre han tenido necesidad de modelos para no perder las esperanzas, razón por la cual venera a sus beneméritos, a quienes hay que redescubrirlos cada cierto tiempo.

Las sociedades siempre han tenido necesidad de modelos para no perder las esperanzas, razón por la cual venera a sus beneméritos, a quienes hay que redescubrirlos cada cierto tiempo.
Estando a las puertas de los 200 años de muchos hechos importantes de la historia de América, empezará a aparecer por ahí más a menudo el nombre del padre Florencio Castillo quien desempeñó un papel destacado para Costa Rica, para España y para América.
En esta ocasión quisiéramos no dejar pasar que el 26 de noviembre se cumplen 175 años de su muerte, acaecida con olor a santidad en la ciudad de Oaxaca, Estado de México, lugar a donde lo había enviado el Rey nombrándolo canónico en su Catedral. ¿Por qué recordar este hecho? Además de que era sacerdote que profesaba la resurrección y ese día es especial porque se nace a la vida eterna en plenitud, las acciones realizadas por la humanidad a lo largo de su vida lo demandan. Dar cuenta de ellas en un artículo como este es imposible, es materia para varios libros, pero podemos dar algunas ideas mientras tanto.La figura del padre Florencio debe seguir brillando entre los suyos para encontrar aliento para sus ideales. En un momento de crisis como la presente donde las especializaciones han llevado a perder peligrosamente el horizonte del conjunto, en un momento donde el caos económico es provocado por una visión económica particularista y deshumanizada, que además de intereses creados no la mueve una visión del hombre integral, la vida de este costarricense puede ser inspiradora.Su punto de vista tuvo horizontes muy amplios no solamente por las geografías por donde anduvo (Costa Rica, Nicaragua, Honduras, La Habana, España, Distrito Federal, Oaxaca), sino por las materias de las que aquella época de cambios lo obligó a ocuparse, tales como su tarea sacerdotal, de catedrático de filosofía, de maestro de escuela, de científico, de experto en Derecho Canónico y civil, de historiador, con una mirada especial para observar la realidad de las geografías antes mencionadas. Esto lo llevó a interesarse por servir al “próximo” como se decía en aquella época, a ser útil a la sociedad, sirviendo muchas veces sin recibir sueldo, sacrificando aún su patrimonio con tal de ser responsable de las misiones que se le encomendaron.Con todo esto como fundamento, habiéndole tocado desempeñar altas misiones dentro de la Iglesia, siendo parte de seis congresos entre España y México para formar constituciones, códigos civiles, proyectos económicos así como planes de estudio para uno de sus desvelos: la juventud, pudo luchar por la humanidad de manera integral, no sólo desde lo económico, sino también desde esta variedad de campos, incluidos los principios cristianos que los profesaba como vital para el bien de la persona, tal como indicó de los negros que defendió en las Cortes de Cádiz, diciendo que eran personas que tenían muchos valores que los protegían de los malos calificativos que se les daban difamatoriamente, valores que se debían a la religión católica que profesaban ya que el sistema educativo no existía entre ellos por descuido del gobierno. Principios cristianos que también limaban las asperezas del sistema de la Ilustración.A lo largo de la vida del presbítero, Castillo se comprueba que había recibido el don de una inteligencia prodigiosa, la cual no utilizó nunca para hacer dinero, sino para servir. Con lo dicho todos tenemos motivo suficiente para celebrar los 175 años de su muerte y aprender de él para no perder nuestra humanidad y construir una sociedad más justa, dígase esto con más fuerza al estar en campaña política, donde aparecerán muchos discursos y proyectos nobles como los de este sacerdote pero, como siempre, pocas obras con muchas deslealtades a la palabra empeñada.

  • Manuel de Jesús Benavides Barquero. (Historiador)
  • Opinión
Spain
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