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Otra presidencia…

En medio de innumerables batallas declaradas en busca de poder y, so pretexto del poder, la humanidad se halla inmersa en destacados escenarios de muerte y destrucción.

En medio de innumerables batallas declaradas en busca de poder y, so pretexto del poder, la humanidad se halla inmersa en destacados escenarios de muerte y destrucción.
Y son destacados precisamente porque la prensa, so pretexto del derecho a la información; los políticos; diferentes entretenimientos, incluidos los videojuegos; y los avasalladores medios que la Internet provee para enlazar información, falsa y verdadera…; igual que todo lo antes dicho, bombardean a cada minuto nuestra cotidianidad.
Batallas que son capaces de nublar el día más caluroso o de opacar el más fino brillante o de sembrar odio en nuestros corazones, rencores, intolerancias y miedos, sinónimos al final de la expresión más oscura de nuestro primitivo mundano ser.
Veía Avatar –¡quién no la ha visto aún!- y sentí tanta furia mientras el ser humano detrás del guión se burlaba del mismo ser humano de ayer y de hoy, caricaturizando a ese empresario atrapado en su avaricia y a ese militar obnubilado por el poder que le da un arma; cobardes ambos que se esconden tras un traje o un papel efímero que otros le han reconocido, para acabar con la cultura, con el medio ambiente, con etnias enteras, con historias, con el amor, el puro, el Divino, que tampoco es aquel que profesa un pastor mientras se esconde en la túnica o el podio.
Y es que hasta chistoso resultaba ver cómo esos primates burócratas de corbatas  o fatiga, ofrecen “medicinas, educación, calles” a una civilización superior, con creencias búdicas que no necesitan nada de ese «reino prometido», porque junto con la Diosa Tierra conforman una mónada capaz de coexistir ante cualquier embate de ese «hombre moderno». Digo, ¿no dibujaba el director de la película la historia de la conquista, la colonia y la política -o politiquería- de ayer y de hoy…la que seguimos escribiendo con dolor, algunos con sangre y otros más afortunados con una simple gastritis?
En tiempos donde el dilema de las nuevas generaciones, y otras no tan nuevas, consiste en votar para que alguien gane o votar simplemente para que alguien no gane, la anterior pregunta ostenta un interés actual.
Es claro que «no votar» no es una opción en esta época donde la democracia mediática se ha vuelto una lucha entre “izquierda” o “derecha”… si es que dichos nombres le hacen honor a sus orígenes ideológicos o solo es una forma de enmascarar coaliciones económicas y pseudopolíticas tras el velo de otra «batalla» y que, so pretexto de la banda presidencial de corte cuasirrepresentativo, acaban con nuestros bosques, nuestra cultura, nuestros héroes, nuestra historia, nuestros avatares… ¿Acaso, no es eso lo que han hecho nuestros señores presidentes durante toda nuestra historia patria?
Mis empolvados libros de Estudios Sociales, farsa escogida de de-formación ideológica de los «ciudadanos de hoy», aún no me enseñan quién es el héroe nacional, pese a las voces míticas de Juanito Mora o Juan Santamaría. En medio de viejos partidos políticos y otros que se intentan remozar tras nuevas banderas de colores contrastantes, me quedan debiendo los nuevos patriotas.
En medio de sus añejados discursos y promesas que el tiempo ha desdibujado durante sus trayectorias gubernamentales -porque política es una palabra grande para muchos- no veo al líder que se comprometa con las nuevas generaciones a buscar juntos las raíces de un pueblo cada vez más «agringado». Aún no veo la campaña que respete al medio ambiente y a la Diosa Tierra, a la gente pensante y a la librepensadora; son tan ajenos al avatar «que una a los pueblos en tiempos de tristeza», a quien promueva la armonía en medio de la diferencia…; no veo a un “guía encarnado” en nuestra próxima papeleta nacional.
Entonces… ¿fue votar para que alguien no gane?
 

  • Paula Ballestero Murillo (Abogada)
  • Opinión
Democracy
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