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Corría el año 1951 y yo realizaba mis estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica. Estaba ansiosa por conocer el curso de Cálculo Infinitesimal, y especialmente por el profesor asignado.
Puntual, ordenado, tranquilo, severo, seguro en sus explicaciones de “límites, derivadas e integrales”.
Tanto Raúl Hess como yo gozamos de la bondad de don Joaquín al ofrecernos los libros de la Imprenta y Librería Trejos pagando dos colones por semana. El Secretario de la Facultad, Eugenio, y yo, siendo novios, viajamos muchas veces con él y así nos economizamos los pasajes que nos servían para sufragar otros gastos.
Eugenio se sintió orgulloso y lo manifestó: “Cuando nos casamos tuvimos dos padrinos de lujo: Rodrigo Facio y José Joaquín Trejos, a quienes he querido y respetado mucho.”
He escrito estas letras al enterarme de la muerte de don Joaquín con agradecimiento y con nostalgia por esos bellos tiempos idos.
Y ¿cómo no pensar en doña Clarita? ¡Debe estar feliz en esa Eternidad compartida con su amado!
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